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Analía se asustó cuando vio a su amiga tan pálida. Pensó que se desmayaría y le acercó la silla. Cuchicheándole cerca del oído, se le sentó al lado.

―¿Viste a un fantasma?

―Voy a Brasil. ―La voz apenas le salió de la boca.

―¿Qué?

―La semana que viene, voy a Brasil.

―¿A cuento de qué?

―Tobías y Giovanni viajan por la presentación de un nuevo producto que hace el laboratorio en Salvador de Bahía. Me dijo que necesitaba que fuera.

―¿Dijo la palabra necesitar?

―¿Lo único que te importa es la palabra que usó?

―Por supuesto, el lugar no interesa, sino el contenido de las palabras. ¡Te odio!¡Te odio!

―Le dije que vos podías ir también, pero se negó.

―Obvio, tonta, ¿por qué no te das cuenta que el jefe te quiere para él?

―Vos y tus locuras...

***

Durante la semana, el ritmo laboral fue vertiginoso para todos; Tobías estaba como loco, prácticamente se olvidaba de almorzar de no ser porque Aldana le preguntaba cada dos minutos si quería algo de comer. Ella ya no formaba parte de las reuniones, algo que la alivió, puesto que le permitía desarrollar otras tareas en simultáneo.

Desplegando su portugués hizo las reservas en el mismo hotel que Jorge solía escoger para viajar a Salvador; un edificio a metros de la playa, con una terraza preciosa e incomparables vistas, según las fotos de la web y lo que garantizaba su anterior jefe. Las habitaciones eran grandes, majestuosas y obscenas en costo y lujo. En tanto que para Giovanni y Tobías pidió una master suite, ella se conformó con una doble, estándar.

Al finalizar el viernes, muy tarde y con algunos pendientes por comprar, fue llamada por Tobías al despacho.

―¿Tenés algún vestido de gala? ―Le preguntó sin mirarla, firmando unos papeles.

―¿De gala?...No...el del cóctel tuve que comprarlo especialmente.

―Lo supuse ― ¿Por qué lo suponía? Claro, ella era una pobretona que se vestía con segundas marcas. No acotó, estaba muy molesta ―. Mirá, el evento se va a llevar a cabo en el centro de convenciones más grande de la ciudad y como sabrás, va gente demasiado importante ― «Por supuesto, gente que no es como yo», su voz interior bramaba. ¿Desde cuándo protestaba tanto? ― . Yo quiero verte brillar, sos mi secretaria. Mi asistente. La mejor del mundo ―Oírlo, acalló momentáneamente sus voces internas. Él salió de su escritorio para acercársele. Como ya era costumbre, los últimos viernes Tobías no usaba saco sino la camisa sin corbata y pantalones de gabardina con corte de vaqueros ―. Andá a esta casa, decile a Sofía que vas de mi parte y que te asesore. Los gastos corren por mi cuenta, obviamente, así que comprá lo que quieras.

―No puedo permitirlo. ―Se negó a tomar la tarjeta en tonos dorados y negros.

―¿Qué decís?

―Yo puedo comprarme un vestido de fiesta.

―Y no lo dudo, pero sé que Sofía se va a encargar de enaltecer tu belleza, la que tanto empeñás en esconder.

―¡Yo no me escondo! ―reclamó, frunciendo la boca.

―Entonces ¿por qué estás agachando la cabeza ahora? No te estoy regañando...―Dominado por sus impulsos, esos que tantas rabietas le traería a la familia, le levantó la barbilla. ―. Dejá de esconderte de todos, sos demasiado bonita como para que el mundo se prive de verte en tu plenitud. ―Ella sonrió, avergonzada por el cumplido, replegando sus pestañas hacia abajo. ―Permitíme regalarte el vestido. Es en agradecimiento a los años de lealtad hacia mi padre y por no haber aceptado las horas extras que te correspondían.

"Pura Sangre"  (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora