Cuando Tobías llegó, le sorprendió que las luces de la sala no estuvieran encendidas siendo que era de noche. Pensó que tal vez ella se habría quedado dormida porque de hecho su última conexión era de las seis de la tarde.
―Aldana...¡amor! ―Tocó las teclas para encender las luces de la araña ―. Aldana, amoooor... ―el silencio lo preocupó. Dejó las llaves sobre la mesa de la sala y de a dos, subió los escalones y fue rumbo a su cuarto, en el que encontró ropa desordenada en el piso y las sábanas revueltas ―. ¡Aldana! ¿Dónde estás? ―En el baño, vacío, abrió el mueble donde ella guardaba sus pertenencias. Algunas cremas que usaba habitualmente ya no estaban. ―. ¿Aldana? ¿Dónde te metiste? ―Sabiendo de antemano que no estaba en la otra habitación caminó hacia allá, sin hallarla.
Regresó al vestidor y corroboró que, a excepción de algunos atuendos que compró en lo de Sofía, ya no había ropa suya, ni zapatos.
―Aldana, ¿dónde mierda estás? ¿Qué pasó esta vez? ―Tocó su número y automáticamente, el llamado viajó al buzón de voz. ¿Por qué lo había abandonado?
Llamó a Gio rogando que su amigo estuviera al tanto de esa ingrata situación.
―Gio, escucháme, necesito que me digas si sabés algo de Aldana. ―Presionó el puente de su nariz, con los nervios de punta.
―¿De Aldana? No. Ni idea. ¿Habrá pasado por el supermercado a hacer algunas compras?
―Son las 9 de la noche, hace más de tres horas que no aparece conectada, llegué a casa y falta la mayoría de su ropa, tampoco están sus cremas, ni los bolsos.
―¿Qué?
―Eso...―Su voz era débil ―. ¡Me dejó y no tengo idea por qué fue! ―La saliva se le junto en la boca, las lágrimas comenzaron a brotarle de los ojos.
―No, pará...a ver...
―¿A ver qué?¡Ella se fue!¡Me dejó!
―¿La llamaste?
―Fue lo primero que hice.
―¿Hablaste con Analía?
―No, tenes razón. La llamo ya mismo.
―Dale, te banco de este lado. ―Tobías marcó y la amiga de su novia atendió al instante.
―Analía, por favor, decíme que sabés donde está Aldana.
―¿No está con vos?
―No, Ana. No te estaría llamando. ―La chica le dio la razón.
―No, ni idea...pero... ¿Qué paso?
―Acabo de llegar a casa, la pieza está revuelta y no están sus valijas ni su ropa. ¡Me abandonó! ―Subía y bajaba las escaleras, como si fuera a aparecer en alguna parte de la casa.
―No es posible, ¿qué le hiciste?
―Nada, Ana ¡no hice nada, carajo!
―Bueno, tranquilo. Ahora intento comunicarme yo y te aviso.
Analía colgó y llamó inmediatamente a su amiga. ¿Qué clase de locura era esa? Que no respondiera, la asustó puesto que Aldana no era de las personas que hacía cosas impulsivas y sin pensar; no tenía familia en Buenos Aires donde refugiarse más que ella. Una sola idea pasó por su cabeza y es que estuviera en su vieja casa de Parque Chas, de la que nunca había dejado de pagar el alquiler aun contra la insistencia de Tobías.
―No responde a mis llamadas tampoco. ―le dijo a su jefe tras un nuevo diálogo―. ¿Probaste con ir a su vieja casa?
―No, no se me ocurrió. ―Como loco, dejando a sus contactos en la mitad de la conversación, paró un taxi en la calle y renegó contra el tráfico nocturno. Pidió de muy malos modos al chofer que se apresurara, logrando un gruñido y un "no vuelo, flaco" que lo puso aún más tenso.
ESTÁS LEYENDO
"Pura Sangre" (Completa)
RomanceTobías es un atractivo y carismático empresario dedicado a la cría de caballos Pura Sangre en Normandía, Francia. Tiene una acomodada vida en París, hasta que su padre lo convoca para ocupar la presidencia de la firma familiar, un reconocido laborat...