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El domingo bien entrada la madrugada, Tobías llegó a la casa familiar con mucho cansancio. Fue a la heladera y tomó una botella de agua. La despedida en el club privado de Camán había sido gloriosa. Él y tres mujeres, todas satisfechas, ¿qué más podía pedir? Iris se negaba a dejarlo ir, por lo que terminó teniendo un tiempo más a solas con ella.

Cuando sació su sed y enfiló hacia su dormitorio, la figura de Mercedes vestida con su salto de cama de seda rosa pálido y detalles de encaje negro, lo esperaba con los brazos cruzados sobre su pecho en mitad del corredor, alarmándolo.

―¡Mercedes! Casi me matás de un infarto.

―Eso es porque tenés el culo sucio.

―No me fastidies, dale. Quiero irme a dormir. ―Ella se mantuvo cortándole el paso en el medio del pasillo. Se le acercó sin descruzar los brazos y le olisqueó la camisa como lo haría un perro de narcóticos del aeropuerto.

―Tenés el perfume barato de esa puta.

―Ojo con lo que decís.

―Negáme que estuviste con la negra esa.

―Mercedes, cortála. No te pases.

―¡Negáme que seguís viéndote con esa negra culona! ―Sin levantar el tono, dijo entre dientes, rabiosa. Solo le faltaba la espuma blanca.

―No tengo que darte explicaciones de mi vida sexual, déjame pasar, el lunes viajo y mañana quiero dormir todo el día.

―Tobías, alejáte de ese vicio.

―Mercedes, salí de mi camino. ―Le clavó esa mirada oscura e intimidante, el anticipo a un descargo furioso ―. Me conocés enojado y sabés que no te conviene verme de nuevo así.

―Ya te pedí mil veces que me perdones. ¿Qué más tengo que hacer?

―Ya te perdoné hace tiempo, a mi modo.

―¿Entonces?¿Va a quedar todo así entre nosotros?

―Déjame en paz, hacé tu vida y permitíme hacer la mía. ¿Estamos? ―Ella se mantuvo impasible, procesando su frialdad y su distancia en tanto que él logro sortear su figura esmirriada y abrirse paso.

Mercedes tragó duro y retuvo un par de lágrimas en el filo de sus párpados. Ya lo tendría rendido a sus pies.

***

Hacia el lunes, los tres se encontraron en el aeroparque Jorge Newbery a la hora señalada. La secretaria no había conseguido vuelo directo por lo que tendrían que hacer escala en San Pablo. Aldana fue la primera en llegar y mientras esperaba por Giovanni y Tobías, miraba el sol aparecer sobre el río en el sector de arribos. El amanecer era uno de los momentos del día que más nostalgia y energía le brindaba.

―¡Buuu...!

―¡Giovanni!, ¿cómo se te ocurre aparecer así? Te tendría que revolear la cartera por la cabeza. ―El amigo del jefe era un excelente compañero. Era bromista, atractivo y de seguro la pasarían grandioso durante la estadía en el país vecino.

―Braaaaaasiiiil, la la la la la la la laaaá...―Canturreaba él, hiperactivo, a las 7 de la mañana.

―¿Cómo es posible que estés tan despierto a esta hora?

―Me gusta volar. Creo que en otra vida fui piloto.

―¡O pájaro!

Tobías vio esa complicidad desde la escalera mecánica y le hirvió la sangre. Se sintió el perro del hortelano, no vivía ni dejaba vivir.

"Pura Sangre"  (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora