Ensayó mil discursos, mil rechazos, pero finalmente se decidió por que la situación fluyera. No era buena anticipándose a las cosas. Puso esmero en maquillarse y vestirse como siempre, aunque no tuviera ganas de que nadie la mirara, mucho menos él.
Necesitaba demostrarle que no se desmoronaría, no. Ella era fuerte, había salido de situaciones difíciles y ésta sería una más. Al entrar en la oficina, aplicó la misma rutina de siempre, aquella que la serenaba y le daba seguridad. Preparó su café y a los diez minutos llegó Analía. Con suerte la distraería con alguna anécdota de los chicos de salsa o le daría algún detalle escabroso de su vida sexual con Gio. No la reprendería con un escandalizado mohín, tendría todo permitido con tal de levantarle el ánimo y desenterrarle una sonrisa.
―Sé que preguntarte cómo estás es casi una redundancia, pero ¿cómo estás? ―Analía se acercó con su latte entre manos, sin abrir la boca con respecto a lo que ya sabía. Gio se encargaría de los temas pendientes de "Fármacos Heink" y se lo haría saber a la secretaria.
―Destrozada. ―Inspiró profundo y tomó un sorbo de café. Sentía un picor en la nariz de tanto llanto y que los ojos le ardían. Se había pasado todo el sábado y el domingo sufriendo, debatiendo si atenderle las llamadas a Tobías, si responder sus pedidos de perdón. A menudo tomaba el tubo del portero eléctrico y juró escucharlo protestar e insultar en la puerta.
―¿Por qué no me contás bien lo qué paso? Ya sabemos que la bruja esa te metió cosas raras en la cabeza, pero de ahí a no atenderlo, a fantasear con un engaño hay mucha distancia.
―No puedo...
―Entonces ¿pasó algo más de lo que yo no estoy al tanto? ―Rebuscó la mirada ensombrecida de su mejor amiga.
―Sí, mucho más.
―Ay, la puta madre...¡este Tobías! Será de Dios...―expulsó Analía confiando en las palabras de Gio. Si decidía ayudar al "Tano" a organizar una cena el día de cumpleaños de Tobías tendría que saber hasta el último detalle para decidir si sería parte o no del ardid.
―No sé si es Tobías o soy yo el problema.
―¡Y dale con la cantaleta!
―Acá no puedo hablar...se me hace un nudo en la garganta y no quiero que todos me vean llorar y además está por venir Tobías y...―Analía se mordió los labios, sin querer traicionarla. A punto de abrir la boca para romperle la ilusión, Gio apareció en escena salvándole el pellejo.
―Buenos días chicas, ¿cómo están? ―Él y su elegancia personificada derrocharon simpatía. Analía se quedó mojada en babas, pero como lo de ellos no era nada formal, no se saludaron con un beso en la boca ni nada parecido.
―Hola Gio, qué raro verte por acá tan temprano. ―Aldana se secó la cara dándose golpecitos tenues con un Carilina.
―Porque tengo que hablar con vos. ―Oscureció el semblante, lo que encendió una señal de alerta en Aldana.
―¿Paso algo con Tobías? ―Fue lo primero que preguntó. Lo amaba y que le hubiera sucedido algo la mortificaba, mucho más después de haberlo dejado de florero en la puerta de su casa por dos días seguido. Sintió culpa, pero también, una enorme expectación.
―No, él está bien. Solo que hasta pasado el día 20 no va a venir a la oficina.
―Ah... ¿no? ―«¿Y no me avisó nada?»
―Voló a París por unos asuntos pendientes que ya no podía seguir postergando ―«¡Se fue por mí!¡Por mí! No va a volver...me odia... ¡me odia! ¿O en realidad se fue para no enfrentarme, para que no les cantara las cuarenta!¡Se fue y me dejó con esta furia estancada en el pecho!». Su cabeza era un remolino, se cuestionaba y lo juzgaba al mismo tiempo. Sintió nauseas.
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"Pura Sangre" (Completa)
RomanceTobías es un atractivo y carismático empresario dedicado a la cría de caballos Pura Sangre en Normandía, Francia. Tiene una acomodada vida en París, hasta que su padre lo convoca para ocupar la presidencia de la firma familiar, un reconocido laborat...