Analía bajó por las escaleras a pura protesta, no solo tenía que hacer de chico de los mandados cuando bien Tobías podría haber usado su teléfono, sino que además, tenía que aguantar las órdenes para su vida extra laboral.
El corazón se le detuvo apenas puso un pie en el piso donde trabajaba Gio, quien, de brazos cruzados sobre una de las mamparas que delimitaba el cubículo de trabajo de Berenice Castro, hablaba animadamente con la bonita morena de ojos verdes que cantaba en el Colón. Ana limpió su garganta, extendió su pollera negra de gabardina rasada y avanzó con seguridad.
―Giovanni, buenas tardes. ―A pesar de estar hablando con esa preciosura de ojos color esmeralda, él había visto por el rabillo del ojo a Analía. Meneaba las caderas del mismo modo que cuando bailaba. ¿Cómo no se había dado cuenta hasta entonces?
―Hola, ¿cómo estás Analía? Creí verte más temprano. Digo, como para que nos volvamos a saludar ahora de nuevo. ―¿Era necesario ponerla en ridículo? Berenice emitió una risita que Analía apuñaló con la mirada.
―No sé, quizás es porque no te registré en todo el día. ―«A ver cómo salís de esta, rubio, ¿eh?»―. Necesito dejarte un mensaje personal de Tobías, tiene que ser en privado.
―Sí, sí, cómo no. ―Giovanni se extrañó, sin entender el porqué de tanto secretismo. Le permitió pasar por delante de él sin dejar de mirarle el culo. Se aflojó el nudo de la corbata con disimulo, acalorado.
Una vez que estuvieron dentro de su despacho, cerró la puerta y fue en dirección al escritorio sobre el cual apoyó el trasero.
―Vos dirás.
―Tobías me mandó especialmente para que te diga que quiere que vayamos a cenar...lo cuatro...al restaurante que vos ya sabés, ese de Plaza Serrano. ―dijo sin respirar.
―¿A "Brandon"?
―Sí. Quiere los esperemos a las 9, y que me pases a buscar media hora antes, cosa que claramente no voy a aceptar porque me puedo pagar mi propio taxi a pesar de que le dije que...―parloteaba sin mirarlo hasta que unos labios gruesos y exquisitos le cortaron el discurso repleto de excusas y peroratas innecesarias.
―¿A las 8:30 en tu casa? ―La dejó sin aliento ni reacción. Giovanni necesitaba detener esa boca parlanchina, causante de los delirios de toda su semana.
―Bueno, pero no seas impuntual.
***
―Tobías, alguien puede venir y aunque sea Analía no me gusta que estemos a puro beso frente a ella. ―En el despacho del jefe, de pie, se olfateaban los perfumes de sus cuellos.
―Ella ya sabe lo nuestro.
―Si, pero es que anda de capa caída.
―¿Por qué?
―Porque el otro día que salió con Giovanni, él la rebotó. ―De a poco, Tobías armaba las piezas de esa historia en su cabeza. Aguardó por la versión de su secretaria para teorizar junto a ella.
―¿La rebotó?¿Segura?
―¿Vos te enteraste de algo?
―Algo...
Dejando la pasión de lado tomaron asiento uno en frente del otro para cuchichear sobre la parejita de sus amigos. Tobías fue escueto, fiel a su estilo, Aldana tampoco dio demasiados detalles, pero sí los suficientes como para intuir que eran un par de tontos que no se habían dejado las cosas en claro.
***
Adolfo estacionó en "Brandon", un restaurante de la zona de Plaza Serrano, en Palermo, y para entonces Gio y Analía aparecieron por detrás, cada uno por su lado. En el Audi, no se habían dicho ni una palabra.
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"Pura Sangre" (Completa)
RomanceTobías es un atractivo y carismático empresario dedicado a la cría de caballos Pura Sangre en Normandía, Francia. Tiene una acomodada vida en París, hasta que su padre lo convoca para ocupar la presidencia de la firma familiar, un reconocido laborat...