Aldana y Tobías bajaron del auto y lo hicieron frente a una construcción de impronta francesa a la que se accedía con clave por medio de un portón de hierro forjado. Caminaron cinco metros sobre un empedrado que remataba en dos puertas de madera barnizada separadas por una distancia de unos cinco metros.
Tobías introdujo la mano en el bolsillo de su pantalón y abrió. Aldana solo miraba tratando de entender dónde estaba.
Cuando entraron, él prendió la luz y a la secretaria le impactó el lugar; pisos de mármol travertino, una araña con caireles de cristal de roca que colgaba de la sala principal desde el punto más alto del techo, donde convergían las vigas de madera, las molduras refinadas, de un blanco puro, ventanas altas rematadas en arco de medio punto y una escalera moderna que establecía la conexión con la planta superior que balconeaba hacia la sala, la dejaron con la boca abierta.
―¿Te gusta?
―¡Me encanta! ―Repasaba visualmente todo con una sonrisa vasta, cargada de asombro e ilusión ―. Pero no tiene muebles.
―Solo una cama donde me acosté dos veces...
―¿Este es tu bulo? ―Se detuvo frente al desayunador de mármol negro brillante que se derramaba sobre el piso en forma de cascada.
―No, Aldana, podré ser una mierda en muchos aspectos, pero jamás te expondría a algo así. ¿Todavía no entendés cuáles son mis intenciones con vos, que sos distinta a cualquier otra mujer que conocí en mi vida? ―Debía ganarse su confianza centímetro a centímetro, ella no bajaría la guardia tan fácilmente.
Aldana inspiró hondo, orgullosa por las palabras de Tobías, pero sin entregarse por completo.
―Este departamento lo compré un día antes de nuestro...desencuentro...―fue cuidadoso con los términos que utilizaba ―. Por eso estuve ausentándome a la hora del almuerzo y si llegué más tarde de lo previsto aquel viernes, fue porque el escribano quedó atascado en mitad de un embotellamiento y no llegaba más. Lo compré para vos...para mí...para nosotros.
Aldana volteó la cabeza de golpe, como un látigo.
―Sé que no es en tu barrio y quizás te resulte un poco incómodo el entorno. Es más residencial, no hay tantos mercados cerca y los vecinos quizás sean menos chetos que esa vieja que no me quería ni un poco ―explicó con la mayor naturalidad que pudo y ante la atenta y desconcertante mirada de Aldana prosiguió, caminando en su dirección ―. Me encantaría llevarte a Francia, que conozcas mi vida, mis cosas. Complacerte y que cenemos en la torre Eiffel, que paseemos por Versalles y conozcas Normandía, una ciudad hermosa. No puedo obligarte a que me sigas a Francia, como tampoco puedo decirte ahora cómo me las voy a arreglar con el tema del laboratorio, pero de momento se me ocurrió comprar algo que tenga cierta reminiscencia francesa, algo que te de una mínima sensación de estar en Champs Eliseés. ―A ella se le inundaron los ojos de lágrimas, él había pensado cada uno de esos detalles para complacerla, para cumplirle los sueños de a poco. Estaba abrumada, sí, pero contenta a pesar de que su rostro apenas articulara movimiento ―. No es necesario que te mudes ya, podemos comprar muebles nuevos o ver cómo encajarían los tuyos, podemos probar...algún día a la semana...o los fines de semana y...―Tobías movía las manos, sin dejar de hablar, llenando los incómodos silencios que ella le daba. Aldana leyó sus nervios. Avanzó los dos pasos que lo separaban de él y con fuerza, le arrebató un beso, callando sus planes y proyectos que tanto le llegaban al corazón.
Tobías se encontró con un beso fuerte, intenso, que le devoraba no solo la boca sino también el alma. Cerró sus brazos sobre las escápulas de Aldana, aferrándose a ella.
―¿Te gusta? ―volvió a preguntarle, inseguro ante las tibias demostraciones de emoción de su secretaria. Lo cierto es que estaba anonadada por el despliegue.
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"Pura Sangre" (Completa)
RomanceTobías es un atractivo y carismático empresario dedicado a la cría de caballos Pura Sangre en Normandía, Francia. Tiene una acomodada vida en París, hasta que su padre lo convoca para ocupar la presidencia de la firma familiar, un reconocido laborat...