Aldana moría de ganas por contarle a su amiga los pormenores de su estadía en la estancia de San Pedro y curiosear, por qué no, cómo había resultado su salida con Gio.
Analía apareció quince minutos más tarde con la nariz sonrojada y los ojos brillosos, excusándose tras una alergia. Dana no quiso cuestionarle los motivos de su aspecto, pero de inmediato supo que el sábado nada resultó según lo previsto.
Ana esquivaba comentarle el denigrante momento del rechazo en el Audi de Gio, ¿para qué contarle? No quería arruinar la cara de satisfecha de Aldana. Se lo había ganado y merecía no amargarse.
Decidió no almorzar y llenar su estómago de tecitos y Criollitas.
Aldana no supo cómo abordarla durante todo el día, por lo que la obligó a que fuera a su casa a cenar.
―Te lo debo, te abandoné mucho.
―Tranquila, ya me acostumbré. ―Fue involuntariamente cruda. Al instante se relajó y ese llanto contenido afloró en el baño de la oficina.
―Anita...―Encerradas en el mismo cubículo, se reacomodaron: Aldana bajó la tapa del inodoro, tomó asiento y la puso a su amiga sobre su falda. ―. Anita...¿qué paso? ¿El gigantón se portó mal con vos?
―No...
―¿Entonces? Dale, los baños de al lado están desocupados, contáme che.
Entre ellas no había secretos; en ese momento solo tenían que ponerse al día. Analía limpió su nariz con una tira de papel higiénico plegado y comenzó a contarle desde que se puso los pantalones. Detalló la vestimenta de Gio, la resequedad de su boca al ver sus manos grandes en el volante y lo educado y divertido que era. Luego, comentó que una de sus compañeras de clase, Marina, no dejaba de seducirlo, hablarle de cerca y que él no le daba la hora.
También precisó cuando ella le marcó los pasos básicos de la salsa.
Aldana sonrió porque su hermana del alma era graciosa para contar las cosas aun en momentos de tristeza; prosiguió detallándole que sus cuerpos reaccionaron al roce, a la fricción.
―Vos viste que la salsa es sensual, muy...de piel...y bueno...bailando...él me agarró y lo sentí re duro...¡ahí abajo!¡Era una columna de concreto, nena!
―¡Ana! ―chilló, silenciándola, por si alguien entraba por casualidad.
―La cuestión es que me dijo que no era de piedra...aunque en ese momento lo estaba...¡y cómo! ―Rio nuevamente y cambió el semblante para continuar con el resto de la historia ―. Me llevó a casa, no nos miramos ni por un segundo. Yo tenía muchas pero muchas ganas de que pase algo más, no me importaba que mi departamento fuera chiquito y muy rosa y lleno de cosas, con una cama bastaba...o contra la pared...¡donde fuera! ―Narraba desordenadamente, alineando pensamientos reales con fantasías ―. ¡Encima cuando puso la radio estaba Ale Fernández con "Hoy tengo ganas de ti"! Casi que exploto ahí mismo. ―era verborrágica y no dejaba de mover las manos. ―. Cuando paró el autazo en la puerta del edificio me rompió la boca de un beso. Ufff no tenés idea qué bien besa. Esos labios carnosos, su lengua mojada...¡es un experto! Y de golpe, ¡zas! Me subió a su cintura.
Aldana abrió los ojos, entusiasmada porque Gio se sintiera atraído por ella.
―Nos besamos, yo le revolvía el pelo y él frotaba las palmas contra mi espalda y repentinamente, paró. De la nada, me dijo que eso no podía seguir así.
―¿¡En serio!?
―Sí, volví a mi asiento, protesté un rato y me bajé.
―¿No le diste la oportunidad de saber qué excusa tenía?
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"Pura Sangre" (Completa)
RomanceTobías es un atractivo y carismático empresario dedicado a la cría de caballos Pura Sangre en Normandía, Francia. Tiene una acomodada vida en París, hasta que su padre lo convoca para ocupar la presidencia de la firma familiar, un reconocido laborat...