Giovanni y Tobías bajaron casi a la par alrededor de las ocho de la noche. Como el jefe no había obtenido el número de la habitación de Aldana de primera mano, lo pidió en recepción. La joven que atendía, una morena voluptuosa de labios carnosos y cabello ensortijado oscuro, no dudó en socorrerlo.
No hizo falta más que un obrigado con voz arrolladoramente sexual y masculina, para que se mojara la bombacha. Apenas consiguió el número, le pidió que llamara a la habitación correspondiente y avisara que tanto él como su amigo esperaban a su secretaria en la barra del restaurante del Fasano.
Aldana estaba por bajar cuando el teléfono de su cuarto sonó. La recepcionista la puso sobreaviso que estaban aguardando por ella en el primer nivel, lo cual agradeció, se mordió el dedo y se dedicó a esperar unos diez minutos, pero no por descortesía, sino porque quería que Tobías demostrara que estaba interesado en su presencia.
Compitiendo contra su amor propio, inspiró profundo y tomó asiento en la cama. Fueron los minutos más largos de su vida. Se miró en el espejo unas cuatro veces más y soltó su cabello a pesar de que ya se había negado a dejarlo caer sobre su espalda.
No entendía por qué castigaba a su jefe de ese modo. ¿Todavía continuaba molesta por haberlo visto con la morochaza esa en la oficina o por haber ido a cenar a su casa rompiendo las barreras de la ética profesional y generándole vanas ilusiones? ¿Por qué le regalaba un vestido y zapatos hechos por la modista de la familia?
«Quiere presumir de tu presencia», se repitió las palabras de Sofía Hurtvig, quien tanto lo conocía.
Aldana sabía que no podía crearse expectativas, él jugaba en otras ligas, a otro nivel, ¿qué ganaba ella al responderle con hostilidad o seducirlo con la mirada?
Gruñó por sentirse tan desconcertada y fuera de eje. Se acomodó el cuello de su sweater blanco de lana de punto flojo, sus jeans y lamentó la cantidad de ropa informal y con poca onda que tenía en el armario de su casa.
Cuando salió de los ascensores y dobló hacia el bar, no debería haberse sorprendido al ver a su jefe coqueteando con una morena de cabello por debajo de las orejas y vestido negro ceñido a cada una de sus curvas. Evidentemente, la debilidad de Tobías eran las morochas pulposas.
Agradeció que Giovanni le salió al encuentro y que la distrajera de inmediato; la sentó a unas cuatro banquetas de la posición de su jefe y casi que la obligó a que se pusiera de espaldas a su amigo.
Dana, terca y masoquista, giró; no tenía por qué ocultarse o ignorar la escenita descarada de su jefe, impecable como siempre a pesar de su vestuario distendido: una chaqueta gris melange de lanilla, camiseta blanca con cartera de botones ocre y pantalón gris anudado a la cintura, con zapatillas blancas de cuero. Lo que a cualquiera le sentaba para ir a la playa a chapotear en el agua, él lo convertía en un must be indiscutible.
Aldana intentaba llamar la atención apelando a gestos sutiles: peinaba su cabello pasándose los dedos por entre las hebras, reía más de la cuenta a las ocurrencias de Giovanni y se remojaba los labios con la lengua. Estaba entrando en ese juego de histeria que odiaba y repugnaba, pero lo cierto era que Tobías despertaba un lado irracional que la doblegaba.
Ella siempre había tenido un carácter manso y conciliador. Solo se ofuscaba ante las causas injustas y defendía a su familia a capa y espada.
Mientras vivía en la pensión de San Telmo a menudo se encontraba con situaciones que le desagradaban y cultivando la paciencia, lograba sacarlas de su cabeza. Era difícil convivir en un lugar donde se compartían los baños, las habitaciones y los sitios para lavar y cocinar sin entrar en reyertas innecesarias. Siempre estaba la inquilina desordenada, la poco higiénica, la gritona, la muda, la que roncaba, la que no lavaba su ropa, la que robaba ropa interior, la que cocinaba para todos, la que no cocinaba para nadie y comía de arriba... Aldana había aprendido a lidiar con todas esas situaciones por varios años.
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"Pura Sangre" (Completa)
RomanceTobías es un atractivo y carismático empresario dedicado a la cría de caballos Pura Sangre en Normandía, Francia. Tiene una acomodada vida en París, hasta que su padre lo convoca para ocupar la presidencia de la firma familiar, un reconocido laborat...