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Como si no fuera suficiente dolor no encontrarse con Aldana tampoco ese viernes, halló sobre su escritorio la renuncia "irrevocable e indeclinable" de su secretaria.

Con que así terminaban las cosas, cobarde y lastimosamente.

Él tomó la lapicera con todo el dolor del mundo y firmó, malhumorado y con un agobio que le calaba los huesos. Con el alma en pena sujetó el papel y fue hacia donde se sentaba Analía, quien como si le estuviera conservando el lugar que jamás recuperaría Aldana, continuaba ocupando la silla de siempre.

―Decíle a tu amiga que ya firmé su renuncia. Ahora mismo voy a hablar con Natalia, de RRHH, para que le hagan la liquidación.

―Tobías ―Ana lo llamó apenas él dio unos pasos hacia el ascensor, dispuesto a hacer lo que anunció ―. Traté de hablar con ella, no quiso entrar en razones.

―Sinceramente, no sé qué le pude haber hecho esta vez. ―Ella sabía que no era conveniente involucrarse, que la caja de Pandora que había abierto su amiga era un tema demasiado escabroso. Pero Aldana era su hermana y no estaba dispuesta a que se arruinara la vida por obtusa.

―Mercedes estuvo en tu casa el día que ella decidió irse de ahí. ―expulsó de un tirón y como si le hubiese arrojado una maldición gitana, él quedó de piedra. No hizo falta ninguna aclaración ni explicación para comprender lo sucedido.

La sinvergüenza de Mercedes había abierto su boca, había ventilado una parte de su pasado que no debía ver la luz, al menos, hasta que él mismo lo dispusiera.

―Analía...yo...

―A mí no me tenés que dar explicaciones. No las quiero ni las necesito. Pero Aldana quedó muy desilusionada.

Tobías asintió y sin perder tiempo fue al despacho de su media hermana.

Sabía que no era el mejor sitio donde resolver sus conflictos, pero era tanto el odio guardado que necesitaba exteriorizarlo.

Se mantuvo por una hora encerrado en su cubículo. La gente pasaba asombrada a que estuviera ahí sentado esperándola en silencio por tanto tiempo.

Mercedes llegó más tarde de lo previsto, contenta, porque acababa de recibir la fecha del posible lanzamiento del producto que había vendido a la competencia. Todo marchaba sobre ruedas.

Cuando vio a Tobías en su despacho intuyó que, de algún modo, ya estaba al tanto de su visita a Aldana la semana anterior; evidentemente, la mosquita muerta tenía principios y no la había delatado a la primera oportunidad que se le presentó.

―Tobías, ¿cómo estás? No esperaba encontrarte en mi oficina. ―Aseveró con exagerada naturalidad.

―Cerrá la puerta y también las cortinas.

―Mmm... ¿querés intimidad? Acá no da. ¿O preferís llamar al de los bomberos así te conceden el deseo de dejarnos completamente a solas? Ah, no, cierto, ya lo hiciste con la secretaria. ―Tobías nuevamente se quedaba inmóvil, en completa y absoluta desventaja. Estaba perdiendo el control de todo lo que pasaba en su vida y gran parte de esa culpa, era de su media hermana.

―Mercedes, dejá tu sarcasmo de lado y explicáme qué carajo le contaste a Aldana.

―No sé a qué te referís. ―dijo mientras giraba la varilla lateral de la persiana americana, cerrándola.

―Hoy no tengo paciencia así que no te hagas la desentendida. ¿Qué fuiste a decirle a Aldana el viernes y a mi casa? Que dicho sea de paso no sé ni cómo sabés dónde vivo.

―Le dije la verdad... ¡eso! ¿No te lo dijo? ¿Qué clase de pareja forman que no hay comunicación entre ustedes? ―Tobías se percató que no hubiera resquicio por el cual los empleados pudieran escabullir sus miradas y como un león, le saltó a las muñecas. La inmovilizó contra la pared, algo que a ella le excitó. Él lo notó gracias a sus pupilas dilatadas y su pequeña nariz abriéndosele con persistencia.

"Pura Sangre"  (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora