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Apenas el abogado familiar los informó del destino de los bienes de Jorge Fernández Salalles, Mercedes se puso manos a la obra y se contactó con Otto Prözask, el dueño de "Minerva Labs", uno de los laboratorios más prestigiosos del mercado y oponente directo de "Fármacos Heink". Otto era un hombre que tocaba sus cincuenta, muy hábil con los números y viudo desde los cuarenta. Mujeres no le faltaban y desconfianza, tampoco.

Sin embargo, Mercedes siempre le había resultado una joven sumamente atractiva y con carácter. Alejada de la escena empresarial, se mostraba muy poco en público y ese detalle, el de ser un gran enigma, jugaba a su favor. Lo suyo se limitaba a aportar a la investigación, el marketing y las ventas. Era astuta en lo que el mercado, sobre todo el femenino, necesitaba y no dudaba en conseguir a los mejores para llevar a cabo sus ideas.

Prözask y el matrimonio Fernández Salalles habían coincidido en muchos encuentros empresariales y se llevaban muy bien a pesar del éxito económico que se disputaban; la rivalidad era conocida, pero los presidentes de sus firmas eran caballerosos en sus tratos.

Mercedes lo citó en una cafetería de San Isidro cuando tuvo armas para negociar, cerca de la casa familiar del austríaco. Cuando el hombre entró a ese recinto coqueto y discreto de las inmediaciones de la estación de tren homónima, se le cortó el aliento. Esa muchacha, diez años mayor que su única hija, era una mujer hermosa.

De sobria belleza, ojos grandes, de largas y espesas pestañas, era la reencarnación de Betty Boop. No tan sugerente, pero consciente de su atractivo y lo que generaba en los hombres aun sin proponérselo, lo tuvo ansioso apenas lo llamó por teléfono para decirle que quería verlo.

Nunca habían hablado demasiado, sus conversaciones se limitaban a charlas superfluas y poco comprometidas, siempre en contextos laborales, pero esta vez era distinto. Él lo sabía y estaba dispuesto a averiguar el por qué.

―Mercedes, querida. ¿cómo estás? ―Le dio dos besos y ella le respondió con exagerada intención.

―Bien Otto, ¿y tu hija?

―Melanie está perfecta, de viaje en Londres.

―¡Lo que daría por ir a Londres un par de meses! Pero el trabajo me tiene tan absorta.

―Aprovecho a darte las condolencias por lo de tu papá, estaba en Münich cuando me enteré. Lo siento mucho.

―Gracias, se fue demasiado pronto. ―El hombre sintió la congoja en la mirada de la chica y ansioso, se propuso preguntarle por el motivo de su llamado.

Los interrumpió el camarero antes de meterse de lleno en el propósito del encuentro.

―Un té negro por favor. ―Pidió ella.

―Un cortado en jarrito.

Cuando el muchacho se retiró, retomaron la conversación en el punto en que la habían dejado.

―Sé que sos un hombre muy ocupado y sinceramente, yo tampoco dispongo de mucho tiempo así que voy a ir al grano. Te cité acá porque quiero proponerte un negocio. ―Otto parpadeó varias veces. Realmente le resultaba sospechoso ese encuentro, lejos de los límites de la empresa, en terreno neutral. No expresó su confusión ni sus intenciones, le dejó mostrar sus cartas.

―¿Y por qué no es tu hermano, el presidente de "Fármacos Heink" quien está aquí, ofreciéndome el trato? Que yo sepa no sos la representante comercial.

―Claro que no lo soy. No obstante, lo que quiero negociar, está por fuera de "Fármacos Heink".

―No comprendo. ―La conversación se estaba tornando tan interesante como misteriosa.

"Pura Sangre"  (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora