Fragmento capítulo 5

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Pero la ruptura con Tate no acabó ahí. Porque apenas a un par de horas de que se fue, dejándome con algo que cada vez se hacía más insoportable... Una notificación de Instagram me avisó que me había etiquetado en una publicación. Entonces vi mi cuerpo desnudo y mi cara en una mueca, eran un par de fotos casi iguales. Solo se dignó a poner "la pasamos muy bien".
Por un momento quise justificarlo recordando su "merezco que me odies", pero no, no podía hacer algo como eso cuando la escasez de mi mundo se cayó en pedazos.
Casi todos los comentarios se resumían en lo mismo "no sé cómo pudo engañar a Megan con esa perra cuando ella es una diosa" , muchos me llamaban puta y otros revelaban mi identidad "¿qué no es la hija de Aria King?".

Pero antes, un segundo antes de que se me nublara la vista fue que ví uno que terminó de romperme.  Era de Camila Cabello, "siempre supe que era una puta".

Todo se fue al carajo. Corrí hasta mi habitación, golpeé las almohadas, las aventé contra la pared, tiré al suelo un montón de cuadros, brinqué con furia sobre la cama, estrujé algunas hojas y las aventé por la ventana. Golpeé la pared con mis puños, gritando cada vez más fuerte. Todo pasaba en cámara lenta y yo necesitaba aliviar este dolor con rapidez. Estaba ciega de tristeza.
Cuando no pude mover ni un músculo más me tiré al suelo y rodé, escondiéndome debajo de la cama. Escondiéndome de él, como lo hice hace cien años. Escondiéndome del mundo y hasta de mi misma. Lloré por horas sin interrupciones, lloré todas esas lágrimas que la presencia de Tate había suprimido.

Mi vida estaba demasiado oscura, estaba sola y ya nada importaba. Ni siquiera tenía sueños. No era como las personas de mi edad, no me veía un futuro. Solo estudiaba porque debía hacerlo. Pero no había nada que esperara por mí. Y cuando por fin entiendes eso, solo deseas irte, partir demasiado pronto.

Pero no me moví. No podía. Solo me quedé ahí, con el alma destrozada. Hasta que me quedé dormida.

Cuando desperté tenía un horrible dolor de espalda y nuca. Me salí de ese rincón solo para ver un desastre de habitación. Y no podía ver la cama sin recordar todas las promesas que hicimos ahí.
Caminé por cada pasillo sin rumbo alguno, hasta que ví aquella puerta de color azul tan familiar, un escalofrío me recorrió completa.
No podría entrar jamás, porque si lo hacía, volvería a recordar todas mis culpas.

Esta mansión se volvió un cementerio tenebroso y oscuro. Lleno de fantasmas furiosos. Porque mis recuerdos no tenían paz y el espíritu depresivo de la vida me perseguía gritando lamentos.

Necesitaba salir de aquí. Corrí al armario, tomé un conjunto y me vestí con rapidez, me calcé unas botas de piso. Me lavé la cara. Me maquillé en tiempo récord, pero cuando tomé el labial no pude evitar mirar mi reflejo por varios minutos. Jamás sería bonita... y nadie podrá quererme, porque las personas malas merecen sufrir.
Froté el cosmético contra mis labios para después escribir en el espejo. PUTA.

Hoy era lunes, pero no iba a ir a la escuela. Porque esas fotos habían desatado varios infiernos.

Tomé mi bolso y caminé con la mirada en la nada. Cuando llegué a la banqueta frente a mi casa una chica llamó mi atención.
Estaba parada a una distancia de cuatros pasos y me veía de arriba abajo. Yo no pude evitar hacer lo mismo con ella. Era hermosa, tenía un rostro delicado y unos ojos mieles casi transparentes, su cuerpo era perfecto, sus labios eran producto de una cirugía plástica pero eso solo resaltaba aún más su belleza. Aunque algo no estaba bien, porque estaba llorando y parecía triste, pero también furiosa.

— Soy Megan Robinson, y tú te metiste con mi prometido- explicó con el ceño fruncido y la voz rota. Sentí que el corazón me dió un vuelco.
Culpa, una muy grande, porque si Tate no me hubiera contado la verdad, yo lo habría perdonado sin detenerme a pensar que una mujer también estuviese sufriendo. 
Abrí la boca por inconsciencia, para defenderme de cualquier acusación, para mentir o decir la verdad, en realidad no lo supe pero ella no me dejó decir nada.
— ¡Y no me vayas a salir con que no lo sabías! Soy la hija de Charlotte Webster, tu madre y la mía han sido rivales en la industria de la moda desde hace años. ¡Las dos son unas envidiosas! ¡Por eso sedujiste a mi futuro esposo!- Gritó con la voz desafinada. Más que enojada se veía herida. Pero eso no detuvo mi coraje.

— ¡No te atrevas a mencionar a mi madre!- exploté.

Una fuerte cachetada me volteó la cabeza. Me ardía demasiado la mejilla. Los ojos comenzaron a escocerme. Le regresé el golpe con la misma magnitud, pero entonces impactó su puño contra mi estómago, sacándome el aire. No se detuvo, me atacó ciegamente y yo traté de regresarle las lesiones, pero sentía que todo daba vueltas. Cuando me caí al suelo, ella jaló de mi cabello sacándome varios alaridos, alcé mis brazos para protegerme, pero sentía que estos pesaban demasiado y los dejé caer. Llegó un punto en el que ni siquiera me moví. Porque a fin de cuentas me lo merecía. Ya solo quería morirme. Cerré los ojos sintiendo como se raspaban mis piernas con el pavimento cuando me arrastró unos pasos.

— ¡Ey! ¡Déjala!- exclamó una voz masculina.

Abrí los ojos con rapidez, todo estaba muy borroso. Alguien la apartó de mí. Escuché el forcejeo, cuando por fin conseguí enfocar la vista me percaté de que un hombre joven la estaba sujetando por la espalda.

Solo me quedé ahí sin saber que hacer, ni si quiera recordaba cómo moverme.

— Vete por favor si no quieres que llame a la policía.

— ¡¿Qué?! ¡¿Tú también eres uno de los tantos que se revuelcan con esta puta?!

Después de eso escuché unos pasos alejarse.
Ví como esa figura masculina se me acercó, me ayudó a levantarme pero mis piernas no respondían. No sé qué pasó, solo sentí que caí y todo se tornó oscuro. Hasta que desperté en una cama de hospital. Primero me costó acostumbrarme a la iluminación, una vez que lo hice no pude evitar espantarme al no reconocer en dónde estaba. El monitor de signos vitales casi estalla cuando mi corazón comenzó a latir frenético, o eso fue lo que sentí.
Una enfermera entró con rapidez al cuarto.

— Tranquilízate o tendré que sedarte- me ordenó. Traté de respirar profundo, después solté el aire — Buena chica, ¡Vivianne! ¡Deja entrar al muchacho!- Exclamó hacia la puerta.

Bad reputation |Shawn Mendes|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora