-¿Cómo te llamas? -Recuerdo que mis padres hablaron conmigo sobre no decir nada de mis datos a extraños. -No creo que tenga intenciones de hacerte daño. Odio cuando algo me avisa lo que sigue. Todos siempre hemos sido enfermos mentales, tal vez unos puedan ser terribles, otros pueden hacer algo y controlarse a ellos mismos, pero siempre existe un punto intermedio. En el mundo en el que vivimos siempre estarán enfermos mentales, tu información ya no será útil para nadie, yo puedo ser un enfermo mental, podría gustarme el verte morir, podría gustarme verte matar, podría gustarme verte dormir, podría gustarme tener tu compañía después de tanto tiempo, podría gustarme preparar tu desayuno para recordarme a mi hija y de ahí mi problema mental. ¿Cuál es el tuyo? -no le interesa saber, porque yo podría asesinarlo mientras duerme, yo podría dar sus órganos como carnada, podría buscar en sus cosas algo valioso por ambición, podría beber cualquier licor, podría solo estar espantándolo, podría dibujarlo para tenerlo presente el resto de mi vida o solo podría irme de aquí porque prefiero la soledad; no le quitare la sorpresa sobre mi problema mental. Sin duda si no tuviéramos problemas mentales no veríamos formas en las nubes, no cargaríamos con armas antes de salir, no nos gustarían los aromas, no disfrutaríamos de la música. -¿me dejarás aquí a la deriva de los muertos? -no, lo dejaré a la deriva para que aprenda a cuidarse solo. -ahí está tu problema mental más grave. No aceptas la compañía de alguien nuevo por el daño que han hecho otros. -no me arriesgaré a más daño.-miré atrás a su mirada totalmente desolada, puedo irme o quedarme, pero quiero saber qué sucederá.
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