Capitulo 6

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El viento se pegó en mi cara dejándola en un choque térmico, era una franja dividida en tres, la primera era tibia, la segunda completamente fría y la última era caliente. Era el almacén, afuera y las llamas de la empresa, incinerados trozos de lo que formó el almacén, vi como el humo se elevaba obstruyendo la vista del cielo azul obscuro estrellado.

Ella estaba por detrás de mi. Caminábamos rápido con el miedo de que el fuego pudiera caernos en la cabeza y con cuidado de no caer sobre algo que pudiera atravesarnos. La oí gritar fuerte.

-mátame por favor- decía un hombre partido completamente a la mitad tomando de su pierna con lo poco de vida y fuerza que la quedaba.
Ella no dejaba de gritar.

-silencio, si sigues gritando nos oirán y vendrán a matarnos- ella jalo su pierna suprimiendo los gritos que querían salir.

-mátame- el hombre gritaba de dolor, decidí terminar con su sufrimiento, puse la pistola en su cabeza y disparé. Ambos terminamos con nuestros pantalones y zapatos llenos de sangre.

-que sangre tan roja- dije sin ningún sentimiento de culpa.
Renata vomitó en los restos del hombre muerto.
Escuche cierto ruido, una rama partiéndose, y las sobras viniendo a nosotros del otro lado del almacén.

-corre- la tome de la mano y no internamos entre los árboles, nos daba miedo estar ahí, tan solos.

Dormimos tirados en el pasto, enterrándonos espinas en las rodillas y calándonos la piel con las ramas que nos hacían daño al correr entre el pastizal.

-aquí hay dos.- gritó un hombre cuando apenas se veía al sol salir.
Ella agarro la pistola y disparo al hombre, apenas y la bala lo tocó, él nos tomó de las manos y nos arrastró lastimándonos, ambos peleábamos por lo desconocido. Renata escupió en la cara de uno cuando trataron de subirnos a camiones distintos entre cinco que jamás habíamos visto antes. Uno de ellos la golpeó.
-no, Renata, ¿estás bien?- pateaba hacia atrás tratando de que ellos soltaran mis piernas. Un golpe en la cabeza me dejó inmóvil e inconsciente.
No recuerdo soñar nada, ni siquiera sentir si me lastimaban, pero seguro, durante mi sueño estaba angustiado por mi seguridad.

Desperté cuando estaba fechando un líquido sobre mi cara lampiña. Era orina caliente y recién salida del organismo de uno de ellos.

-levántate.

-¿Quién eres?- me levanto de los hombros, yo me sentía mareado.
Me encerraron en un cuarto con varias sillas. Me habían conectado a unos aparatos raros.

-¿Quién eres?- preguntó uno de ellos.

-Me llamo Manuel- les dije.

-no mientas, estás conectado a un aparato que mide tus niveles de tensión, sabemos cuando mientes.

-soy Gabriel.

-¿Qué hacías allá afuera?

-Sobrevivir, me encerraron en un almacén del DCM, a mi y a Renata. Mi objetivo es matar a Francisco Roa o que él me mate a mí.

-Si no entrenas, Francisco Roa te matará a ti. Bienvenido, ahora eres parte de nosotros. ¿Por qué quieres matar a Francisco?

-el me usó y después mató a mi mamá.

-Tú amiga y tú compartirán cuarto con unos 12 adolescentes más.

Salí de ahí, pero antes tenía otra pregunta,-¿Cuál es su nombre?

-soy Homero, dirijo este lugar, aquí entrenaremos a jóvenes para la guerra, los enviaros recién cumplan la mayoría de edad.

-Gracias Homero.

Comenzamos a entrenar con montones de moretones de cada vez que un hombre o mujer mayor que nosotros se sentía con el poder y la fuerza de aplastar nuestras caras con sus codos rasposos y poco humectados, tarde o temprano los superaría, me enojaba tanto ver como nos pateaban el trasero a mi y a Renata que sudaba. En algún momento, lograre ser mejor que todos ellos, dispararé mejor y haré la cosas mejor, seré mejor y me encargare de patearles el trasero como ellos lo han hecho por todo este maldito tiempo, en el que voy a dormir con la cara completamente roja y enfurecida.

-no contraigas tanto los músculos, te harás viejo más pronto.- me dijo Renata abriendo las cobijas de su cama.

-¿y así dejare de gustarte no?- le dije muy enojado, sé que le gusto, vi como lo escribió en la pequeña libreta que esconde bajo su cama.
No respondió, me dejó en la más seria duda de lo que diría o haría, se enrojeció y ocultó con las cobijas de su cama.

¿Acaso fui un patán?, no lo sé, pero no importa mientras pueda desatar mis sentimientos, estoy siendo entrenado para una guerra, soy menor de edad y no puedo mentir acerca de lo único que parece real ahora.

Incidente Mortal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora