Entre años y dientes

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La solución de mucho era ver que había pasado un largo tiempo desde que llegamos. Alex y yo somos mejores amigos. Corremos todos los días por el pasto descalzos lanzándonos miradas cómplices de travesuras.

No quise infectarme de VIH para sobrevivir, peor sin duda lo que pude hacer fue no detener a mi hermana. El día en que se cortó la mano aprovecho para juntar su sangre con la de Arturo en un pacto de sangre. Les encanta pasar tiempo juntos desde entonces y se besan y se quieren y cosas incómodas que no me gusta ver.

Sostengo un arco en mi mano apuntando derecho hacia la diana. Me concentro, respiro profundo y suelto el aire juntando mis manos a un hilo que soltare dejando escapar una flecha en cualquier momento. El resto del mundo se hace borroso cuando visualizo mi objetivo, el cual ya no es mío en el momento en el que una flecha da justo en el blanco. Yo no la dejé escapar.
–Te tardaste demasiado– Arturo esta por detrás de mi con su arco –. Si piensas demasiado jamás vas a poder sobrevivir.

–Díselo a tu novia, ella no puede matar molomós.

–No puedo obligarla a hacerlo. Tú quieres hacerlo, por eso estoy aquí.

–Para hacerme sentir como un mal arquero.

–¿Tú crees?

–Ya basta– grito dejando caer el arco al suelo –. Siempre haces lo mismo. No sé qué es lo que esperas de mí y no sé porque crees que eres mejor que yo.

–No soy mejor, pero tengo la seguridad de poder hacerlo.

Tomo mi navaja discretamente, entre mis dedos está la muerte y la infelicidad por un acto poco pensado e impulsivo, pero se siente bien. La navaja vuela por encima del aire justo hacia el. Perfora y daña. Perfora y daña.
Mi navaja no falló y dio justo en mi objetivo detrás de la cabeza de Arturo.

–¿Querías matarme?

–Digamos que no lo pensé.
Él corre hasta mi tomándome de la camisa llevándome al suelo donde me siento débil, atrapada y consternada.

–No vuelvas a hacerlo– grita por encima de mi cara. Yo no le doy respuesta. Como una niña torpe, saco la lengua y la revoloteo dejando pequeñas chispas de saliva en sus mejillas.

–Arturo, suéltala– Grecia no se mueve, carga a Romina en su pecho.

–Gracias Grecia– asiento con la cabeza y me rio un poco.

–Aly, no digas nada porfavor– niega con la cabeza y cierra los ojos –. Tú también lo provocaste.

–Lo siento.

–Tenía esperanza, pero tú eres otra pieza más.

Las palabras de Grecia le dejan pensando aturdida y atónita. Soy una pieza más. Soy otra cosa que no ayuda al cambio. Grecia siempre tuvo esperabza en mi y en mi buen corazón cuando alimente a un gato aunque sabia que me abandonaría al día siguiente. Me acerqué a ella que le daba de comer a su hija que ya corría como loca aunque aún dependía de su madre (tenía 1 año y 8 meses).

–Soy una pieza más igual de común que el resto. Pero una pieza puede complementar algo y ser la diferencia.

–No te corrompas, no con fio en nadie de este lugar más que en ti.

En ese momento no entendí el porqué, pero ahora sé que fue por algo más allá de la apariencia. Si crees que en un lugar con poca gente no se esconden secretos es una equivocación, porque en un lugar con secretos puede escurrir más malicia que gente.

Me subí al tejado del almacén a observar cómo entrenaba Arturo, quería que tomara su arco para que al disparar, mi flecha llagara antes, pero antes que sucediera eso, hubo otra cosa más.

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⏰ Última actualización: Mar 26, 2021 ⏰

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