Colección de abejas

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2065                           Presente de Alyssa

He pasado múltiples horas nostálgicas escribiendo lo que me ha pasado antes de llegar aquí. A este lugar le encanta la sombra y la fruta fresca acompañada de agua natural y el sonido de las abejas en la parte más profunda del pueblo.

Aquí se encuentran exagerados cultivos de abejas. Cuentan la población de estos insectos y cada determinado tiempo sueltan una parte de ellas para que busquen polen y con suerte otro lugar en donde colocar una colonia.

–Hola señorita– me dice una mujer algo joven y robusta de piel morena y una interesante cicatriz en el brazo. Es una mordida de molomó, o por lo menos eso aparenta –. Me parece que es nueva, ¿quiere una muestra de miel?

–No– digo en tono suave y dudoso –, gracias. Pero, si no es indiscreción, puedo preguntarle ¿qué es lo que causó esa herida?

–Clínicamente son inmune.

–Jamás conocí a alguien inmune.

–Y agradezco serlo, de otra forma yo no estaría aquí coordinando formas de qué especies vegetales subsistan.

–¿Qué hay de las animales?

–Habrán regresado a la normalidad antes de los humanos si no me equivoco. Por lo que han mencionado, pasaste mucho tiempo allá afuera, pero son chismes, creo que nadie sabe nada de ti.

–Creo que no.

–A Ty le has parecido bonita e interesante.

–¿Quien es Ty?

–El chico de la guitarra. ¿Lo preguntas porque también te gustó?– ella hace una mirada malévola como si antes hubiera mencionado la palabra gustar antes de bonita e interesante.

–Lo preguntó para alejarme de él– y si se me acerca se quedará estéril por una patada.

–Tranquila, es un buen chico. Es mi vecino. Yo vivo en...– la interrumpo, ella abre un poco la boca y parpadea levantando la cabeza; queda algo deslumbrada.

–No me interesa saberlo– de pronto me siento estresada, atrapada en mi misma –. Lo siento mucho de verdad, creo que aún no sé cómo regresar a hablar y convivir con gente.

–Por eso estás aquí.

Me voy caminando de ahí. No me importa mucho la gente, lo qué pasa por su mente o él como llegaron aquí, porque por ahora, en mi mente está el pasado, nada más que el pasado que me rasga el estómago.

–Hola, tal vez te gustaría un poco de miel– se me acercó una chica un poco más alta que yo, podría casi decir que tiene mi misma edad.

–Ya la probé– le mentí.

–Yo sé que no– acerca un poco en pequeño tarro y me lo pone en las manos, no puedo negarme –. Tengo 17, somos jóvenes todos, ¿tal vez te guste ir a una fogata hoy en la noche? Quemaremos varas, tres o cuatro chicos tocarán algún instrumento, yo cantaré.

–Gracias, pero yo tengo mi propia guitarra en casa, no fuera de ella.

Me fui de ahí caminando lento con los pasos alineados a las piedras inestables en el empedrado gris. Yo esperaba no caer para no quedarme en ridículo. La gente de aquí es rara porque parece que todos tratan de hacerme sentir como si esta fuera mi casa, pero yo no tengo una casa; ahora yo pertenecía a los arboles, a las sombras y a las fachadas abandonadas que me dan frío peor Refugio por las noches.

Después de pensarlo un poco, me doy cuenta qué tal vez es momento de seguir, conocer gente y adaptarse a esta vida.

Entro en la regadera lista para bañarme. Ahí hay jabón, toallas, papel, incluso un rastrillo. Recuerdo que viendo Abi salía a fiestas o con amigos, jamás tenía pelo en las axilas. En las afueras, yo me quitaba el pelo de las axilas con mi navaja de vez en cuando, no completamente; también usaba plantas que me encontraba como romero y eucalipto para no oler a diablos, pero ahora tenía desodorante y rastrillo. Jamás había usado un desodorante y un rastrillo real. Me sentía fresca, como si alguien hubiera lanzado un tubo de pasta de dientes en mi cara, pero no quemaba.

Incidente Mortal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora