Capitulo 1

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Buscaba descansar, pero no podía. Estaba sumergido en todas aquellas cosas que me habían dañado, y que ahora podría remendarlas. No era fácil imaginarme disparando justo entre los ojos de Francisco Roa. El líder de la guerra. Debí de sospechar desde un principio su plan, porque nadie estudia política cuando se dedicará a manejar un proyecto como el DCM, tan ambicioso y extravagante. No se podía.

Después de claramente no dormir, yo me fui a el lugar donde trabajaría, comencé.

-ten- me dieron una caja donde había múltiples papeles con los nombres de los pobladores de este lugar. -hoy se hará un sorteo.

-¿De qué?

-de estas cosas- me dió otra caja con papeles para cada sorteo, cada uno con el número de personas que sacaría.

• Cambio de empleo(opcional). 13
• Bombarderos. 27
• Ambulantes. 12
• Tiradores. 89
• Marcha. 45
• Tailandia. 6

-¿a que te refieres con marcha y Tailandia?

-la marcha es un medio de distracción hacia el equipo contrario, la mayoría mueren, pero lo hacen para salvar este sitio- hace una cara como si yo fuera un idiota, pero acabo de llegar aquí, no sé de qué se trata todo esto -.Tailandia es una oportunidad para sobrevivir, la guerra no los está afectando, enviamos ahí a seis cada año.

-¿Cuantos pobladores hay aquí?

-ya has él sorteo, eso no te interesa.

Comencé a hacer el sorteo. Enseguida salían papeles con objetivos que le tocaban a gente cuyo nombre no escucharía antes, pero ahora era muy normal ver las letras en su escritura que podría estar incorrecta. Nunca falta una persona de nombre raro que se enoja cuando escriben mal su nombre mientras debería enojarse con sus padres por ponerle un nombre raro.

Yualit a bombarderos. Digo ¿quien le pone a un hijo o hija Yualit.

Durante el sorteo todo estaba perfecto, hasta la aparición de un nombre que evidentemente conozco: Eusebio irá a refugios de Tailandia. Era evidente que no se marcharía sin Edmundo, mientras que ese nombre no salía, pero me relaje demasiado rápido, porque también salió otro nombre conocido: Edmundo a marcha.
Sin duda, el tiempo en el que estuvimos en la base, el peor y más cobarde de todos era Edmundo. Había otro nombre ahí, me refiero a refugios de Tailandia: Leilany a refugios. Lo sentía mucho por ella, pero tendría que enviarla a marcha para salvar a dos de mis amigos. Así fue como en las cartas redactadas para los beneficiados de refugios cambie el nombre de Leilany por Edmundo.

Los bombarderos, ambulantes, tiradores y de marcha partirían en unos cuantos días, no sé qué pasará, pero prefiero no conocer a Leilany, de otra forma llevaré su recuerdo del día en que partió y no volvió o tal vez volvió herida, traumada o en pedazos.

Llegó la hora de ir a casa. Cerré mi oficina (admito que suena raro decirlo) y me fui a casa.
Durante el trayecto, había una chica tratando de abrir una puerta que había atrapado su blusón.

-¿necesitas ayuda?

-ahhh, no, no creo- se nota nerviosa, es algo grosera, pero a la vez no quiere ser grosera.

-yo creo que si necesitas ayuda. - hecho una mirada rápida a su cuello, del que cuelga un collar dorado-. ¿Qué dice tu collar?

-Leilany, es mi nombre.

Al instante sentí algun escalofrío entre mi piel y mis músculos. Algo extremadamente frío que me mataba.

-ya me voy.- corrí a mi casa de inmediato como si mi vida dependiera de eso.

¿En qué clase de mundo vivo?, ¿por qué parece que todo se me está cobrando?

-¿Todo bien amigo?- me dijo Guillermo justo antes de que entrara en mi casa sin contestar nada.
Me he he en mi cama y dormí lo más que pude. Trataba de desviar mi pensamiento a manzanas o borregos, pero no sucedía, lo más que tenía era el recuerdo de Leilany y su collar dorado que me deslumbraba nuevamente con el simple acto de recordar.

-ya murió- susurró Renata a mi oído. Estaba a su lado Guillermo, ambos con ojos tristes pero no llorosos.

-¿Quién?- me levante de inmediato esperando que fuera una pesadilla en la que ambos me culpan pues gracias a mi murió Leilany, pero no era una pesadilla, esto era real, pero ellos hablaban de Paloma, quien se suicidó esperando no ser asesinada.

Dejaron ir su cuerpo por el río tan feroz que cruza el pueblo. No puedo decir que se ve bonita, porque en realidad hablamos de Paloma, ella jamas se ve bonita.
Sus manos despegaban múltiples movimientos chocando con las rocas en lo que se iba para no ser vista de nuevo. Ninguno estaba completamente triste, pero tampoco éramos insensibles.
En su cuello le colocaron enredados múltiples veces un letrero que decía algo así: alguna vez fui un humano, de esos traicioneros que acabaron con su vida por ellos solos.
No tengo idea de dónde quedará ese letrero después de tanto tiempo o cómo servirá para su memoria; lo que garantizo es que ese pedazo de madera jamás volverá a relacionarse conmigo.

Repetía palabras parecidas a un: Mataré a todo aquel responsable de mi sufrimiento. Y así era cada noche en mis sueños que planteaban estrategias y deseos de colgar sobre una estaca la cabeza de Francisco Roa; pero por más que quisiera hacerlo, siempre despertaba sudando como si algo en mi interior no fuera capaz de matar aunque estoy seguro que lo lograré. Él me está buscando y yo a él.
Nadie sabe qué tan peligroso soy.

Incidente Mortal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora