2017. Pasado
Miraba a mi alrededor de forma maligna. Entre mis pestañas se quedaban clavados los copos de nieve que trataba de agarrar con la lengua estirada para el viento de -3grados C. Mis curiosas manos tocaban el suelo lleno de nieve para darme cuenta de que era aun más fría que el ambiente. Tenía casi 5 años y era mi primer contacto con la nieve, era algo curioso, pero era preferible que escuchas a mis padres hablar sobre el DCM. Esa cosa parecía más importante para mis papás que yo.
Encaje mis manos entre las intensas almohadas frías que cubrían el patio de mi casa. Sobre sus caras no había mucho que les importara, incluso cuando vi atrapado mi pie entre la nieve crujiente y sólida y la defensa de ese carro. Pasaba mis uñas recién cortadas sobre la cosa fría para tratar de liberarme.
-ayuda, ayuda-gritaba porque al parecer para un niño lo peor que puede pasar es quedarse atrapado. Ellos jamás acudieron a mi, pero siempre estaba Elizabet, la vecina de la casa 276 de 20 años que parecía ser demasiado bonita para ser humana. Era lacia de pelo rubio y con ojos verdes, maquillaba sus labios de rojo chillante y sobresalía de entre su mejilla un lunar.
-¿estás bien?- tapaba su boca con una bufanda, en lo mientras ella se recogía el cabello hacia atrás.-no lo sé, creo que si.
-bien, vamos, toma mis manos- ella me jalo con la mayor fuerza posible, dejo caer mi cara sobre la nieve cuando logre salir -Bueno, ahora que ya no estás atorado, voy adentro.
-Si está bien- ahogue mis palabras en el portazo que soltaba contra la puerta. Sentía mi cara caliente casi a quemarse, pero no podía ser peor que el sentir mi pie completamente congelado después de perder mi zapato debajo del carro.
Me interné en mi casa para ver a mamá haciendo trazos y a papá contradiciéndolos. La peor parte de ser niño es no tener hermanos y sobre todo el no poder tener siquiera a tus padres para ponerte atención. Recuerdo todo eso perfectamente, creo que luego te das cuenta las razones para ocupar tu tiempo en la escuela, todo se encuentra en la parte de la adolescencia. En esos momentos tal vez te sientas poderosos. Tal vez.
En esos momentos fue cuando todo para mi cambio. Recuerdo perfectamente la primera vez que salí de mi mundo habitual para que conociera los que se harían llamar mis amigos y me invitarían a hacer algo nuevo. Alcoholizarme.Estaba en el punto intermedio. Suicidarme. Irme de casa. Practicar nuevos hábitos. Al principio esos hábitos parecerían buenos, me gustaba salir a correr marcando mi paso ante el perro que me perseguía por unas cuantas calles con una rama de algún árbol caído de una reciente tormenta o algo. Era un perro agradable, en especial cuando aumentábamos una calle más todos los días, siempre era fiel, me seguía a casa y yo le daba algo de agua.
El día que llegamos a 12 calles me encontré con algunos compañeros. Ellos se encontraban bebiendo algo de alcohol a media calle.
-¿estás ejercitándote?- preguntó el más idiota de ellos.-Si- respondí algo cortante volteando al perro para que el se dirigiera a otra parte y después yo pudiera alcanzarlo. Creo que eso es lo único que no me gusta de los perros, tal vez son demasiado fieles para dejarte, o tal vez son demasiado inocentes para comprender lo que tratas de hacer.
-ejercítate, ven- ellos me dieron una botella. Sin duda había escuchado de los cuatro idiotas que quieren hacer todo a su manera. Si no haces algo de lo que ellos quieren, bueno, puedes quedar tirado en una esquina golpeado de la cara entera. Yo no quiero que pase eso, así que recibo la botella con algo de nervios.
-no me digas que jamás habías tomado.-el inclina la botella con fuerza hacia mi boca. Solo se me ocurre algo. Le doy un gran trago, agarro la botella y la arrojó contra uno de ellos, el que se está preparando para golpearme. La botella cae rompiéndose frente a sus pies en lo que mi puntería falla por primera vez, ellos se ríen.-te veremos aquí mañana. Ahora eres parte de nosotros.-por curioso que parezca yo no quería verlos al siguiente día, pero yo me metí en este problema. Aún así el miedo brotaba de mi piel transmitido como el sudor que empapaba mi ropa cuando caminaba sin aquel perro agradable, creo que hasta él perdió la confianza en mi.
Poco tiempo después uno pierde el miedo a la gente que lo acosa y se vuelve un idiota más, yo sé que soy responsable de mis actos, pero también responsabilizo a la poca atención que recibí de mis padres a lo largo de mi vida solitaria.
Regrese más ebrio que nunca a mi casa. Por fin ellos se dieron cuenta, por fin después de años ellos voltean a verme. Jamás lo hicieron cuando gané el premio de mejor promedio a nivel escuela, tampoco cuando tenía la gigantesca marca de la dentadura del gato entre mis dedos, mucho menos cuando ardía en mi propio cuerpo de 40 grados C; apuesto a que nadie me hubiera puesto atención si hubiera sido mujer y hoy mismo me llegara la regla. Creo que es demasiado tarde para corregir o criticar mis acciones, porque jamás estuvieron para advertirme o detenerme antes, cuando esto era un miedo y no un capricho.
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Incidente Mortal
Science Fiction-¿Cómo te llamas? -Recuerdo que mis padres hablaron conmigo sobre no decir nada de mis datos a extraños. -No creo que tenga intenciones de hacerte daño. Odio cuando algo me avisa lo que sigue. Todos siempre hemos sido enfermos mentales, tal vez unos...