Toda Inglaterra se regocijó con la boda de ambos, pero Carla Rosón juró que su esposo sólo la tendría por la fuerza. Ante el florido altar, el primer contacto entre ambos encendió en ellos una pasión ardiente. Samuel García miró al fondo de aquellos ojos dorados y se consumió de deseo por ella; pero ya había entregado su corazón a otra. Humillada y sola en un castillo desconocido, Carla resolvió odiar a ese esposo que tomaba su cuerpo, pero rechazaba su alma, sin admitir jamás su temor de perderlo. Pero el destino reservaba otro final para su historia... un final que comprometería aquella promesa que Samuel le había hecho a alguien que quería amar.