23-12 {IwaOi}

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-Cinco horas hablando de nuestras parejas y aún no nos hemos enterado de cómo empezasteis a salir vosotros dos.- se quejó Bokuto, mirando al techo y con un tono de voz desesperado.

-¿Tanto te interesa?- preguntó Oikawa, disfrutando de la atención recibida.

-La verdad es que a mí también me da algo de curiosidad.- confesó Kenma, dándole a varios botones de la consola a la vez.

-Bueno... Si insistís tanto en saberlo...- sonrió el castaño, a la vez que apuraba su vaso de cerveza. Al final se había animado a tomar una copa.

Hace algo más de dos años.

Me apetecía mucho ir a Tokio para ver algo frecuentado por turistas. Vivíamos a pocos minutos en bus y habían cosas que ni Iwa ni yo habíamos pisado, ni siquiera acercado, y estaba plagado de visitantes que venían exclusivamente para eso.

Nunca le había preguntado a mi mejor amigo si a él le intusiasmaban esas cosas de conocer más tu ciudad y todo eso, pero me daba igual. Él iba a ir conmigo ese día a hacer turismo, nunca mejor dicho.

-¿Turismo hoy?- no era la respuesta que me esperaba. Había reaccionado un poco brusco, como si tuviera un plan mejor que hacer.

-¿Se te ocurre algo mejor?

-Es el cumpleaños de mi abuela.- maldije. Quizá debería haber mirado el calendario antes de hacer planes, y de paso haberle preguntado.

-No tardaremos mucho.- a pesar de todo no me quería rendir. Ya tenía los planes creados, y no iba a echar marcha atrás

-Tengo que estar en su casa a las cuatro y media.

-¿Tan pronto?- asintió con la cabeza.

-Es una mujer mayor, y prefiere dormirse a las ocho en vez de a las once. Mi familia y yo íbamos a pasar toda la tarde con ella.- le explicó.

-Son las 10 de la mañana, Iwa-Chan. Nos da tiempo de ir y volver dos veces si hace falta.- sonreí. No estaba todo perdido.

-No si eres tú mi acompañante.- me sentí indignado.- permiso.- me apartó con delicadeza de la puerta y salió. Le seguí hasta la cocina.

-¿Vas a comer ahora?- me ignoró.- ¡Iwa!

-¿Qué? Tengo hambre.- se llevó un pastelito a la boca. Suspiré.

-Yo también.

-Pues come.- me dio la espalda y rebuscó entre la despensa algo para darme.

-No quiero comer en tu casa.- me crucé de brazos.

-No solo la comida está buena.- me guiñó un ojo a la vez que me lanzaba un paquete de galletas.

No supe cómo tomarme eso, pero estaba claro que me había puesto colorado. Él ni se inmutó.

-Me refería a que prefiero comer en el centro, al menos.

-No hay necesidad, aquí hay de todo.- se recargó en la encimera.- además, no sé por qué te ha dado por ir ahí. Vamos casi cada fin de semana.

-Pero no vamos a los lugares interesantes.- insistí.- si vamos, aunque sea solo una hora, dejaré de molestarte con este tema.- le dio otro bocado a su pastelito para posteriormente quedarse callado. Yo creo que lo hizo aposta.

-Si vamos hoy, ¿me dejarás en paz?- asentí repetidas veces con la cabeza.- perfecto.- se metió lo que quedaba en la boca (más de la mitad, el animal), me arrebató el paquete que anteriormente me había dado de las manos, lo colocó en su sitio y se perdió en el pasillo. Le seguí, pues no tenía otra cosa que hacer.- no tienes que seguirme a todas partes.- refunfuñó.

Dulce NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora