9-12 {KuroKen}

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-Bueno, Kuroo, ya te toca contarnos la historia.- recordó Bokuto, con ilusión.

-Sí, lo sé.

-¿Pues a qué esperas?

El baile de fin de curso del año pasado.

Me miré una última vez al espejo de mi habitación. Mi chaqueta americana estaba bien colocada, y mi cabello estaba perfectamente peinado. Ya me había echado colonia, así que estaba listo para ir a por Kenma.

El problema era que aún me quedaba un cuarto de hora para salir a por él, y fuera hacía mucho frío como para estar esperando más de cinco minutos.

Cogí el móvil y le escribí por Instagram a Oikawa.

Le dije "Ey, que haces?", y como era de esperarse me contestó al instante.

"Estaba viendo una serie, y tu?"

"Esperando a que sea la hora de irme a por Kenma".

"habeis quedado?"

"No, voy a por Kenma porque él me ha dicho que hoy no podía quedar ¬¬"

"Serías capaz"- me reí.

Siempre era agradable escribirle a Oikawa, porque contestaba al instante y siempre tenía algo que contarte.

"Bueno, Kawa, me voy a por Kenma, ahora si". Le dio me gusta a mi mensaje.

"Okey, yo voy a ver si hago algo con Iwa". Le devolví el me gusta, guardé el móvil en el bolsillo y a paso tranquilo salí en dirección a la casa de Kenma.

Seguramente llegue demasiado temprano y tenga que esperar algunos minutos, no muchos, porque él es muy puntual.

Y así fue, tuve que esperar unos cinco minutos más, pero mereció la pena.

Cuando Kenma salió, iba muy bien vestido, con un traje de color negro y con el bolsillo decorado con su apreciada psp de color rojo.

-Hey.- saludé con un besito en los labios.

-Hey.- me sonrió dulcemente mientras buscaba con su mano la mía.

Ese era un día especial, por lo que mi gatito estaba de mejor humor, y, en consecuencia, más mimoso.

Mentiría si dijera que prefería que estuviera siempre cariñoso, pero no es verdad. También adoro ese lado tan arisco que saca cuando está enfadado o celoso.

Caminamos con tranquilidad, hablando de nuestras tonterías, haciéndonos bromas y, de vez en cuando, jugando alguna partida del juego que se acababa de comprar.

Cuando llegamos a la preparatoria, la música que habían puesto en el gimnasio se podía oír con perfecta claridad. Noté como mi chico se estaba empezando a poner tenso, lo cual era completamente comprensible teniendo en cuenta su personalidad asocial.

-Hey.- le apreté un poco la mano, para llamar su atención.- si no quieres podemos ir a otra parte.- le sonreí para tranquilizarle, y por la postura de su cuerpo, supe que lo había conseguido.

-No, da igual.- aceleró el paso y supe que era para evitar que se arrepintiera. Kenma es un amor de persona, a veces pienso que no me lo merezco.

Una sonrisa enorme se me formó en el rostro nada más entrar en el gimnasio. Las luces cambiaban constantemente de un tono azulado, a uno amarillo y finalmente otro magenta de una manera casi perfecta, provocando que se pudieran ver todos los colores usando únicamente tres.

Noté como mi gatito entrecerraba los ojos. Era normal, no estaba acostumbrado ni a las fiestas ni a las discotecas. Está de más decir que él prefiere quedarse en casa con sus tecnologías.

-Si te agobias me lo dices y nos vamos.- le recordé, aunque ya sabía que sería así, no estaba mal asegurarse de que lo sabía.

Lo dejé cerca de la pista de baile y al lado de los servicios, para no perderme, más que nada, y esquivé a personas para llegar a la mesa donde servían el ponche, que menudo ponche. A dos metros de distancia se podía notar que llevaba alguna substancia alcohólica, pero quién era yo para quejarme.

-Hey.- una voz muy conocida me llamó por la espalda y casi por inercia nos chocamos las manos a modo de saludo amistoso.

-Hey, Jordi, ¿cómo te va?- y antes de que lo preguntéis, Jordi era un amigo que venía de intercambio de España.

-Pues bien.- me contestó, con un inglés bastante mal pronunciado, pero era eso o nuestros idiomas natales, y ni yo sabía español ni él sabía japonés, así que de esta manera estaba perfecto.- Nunca había venido a una fiesta de estas.

-¿En tu país no hay?- negó con la cabeza.

-Ya nos gustaría, pero ahí lo máximo que hay son excursiones de tres horas, macho.- me reí. Era divertido escuchar sus expresiones y algunas palabras que mezclaba con el español, como el "macho", que no lo acababa de entender.

-¿Y con tu novia qué? ¿Ya lo habéis solucionado?- pregunté mientras rellenaba el vaso.

-Nah, que va. Está encabezonada en que me he líado con otra y mierdas de esas. Tío, si sigue así la dejo, macho, que está muy pesadita.- sonreí por cortesía. Ya le había dado mi opinión varias veces, y visto lo visto no quería hacerme caso.

-Bueno, colega, te dejo, que mi pareja me está esperando.- nos volvimos a dar un apretón de manos y me colé entre la gente camino a los baños, donde sabía que Kenma estaría metido, disfrutando de la pequeña tranquilidad de la gente y el bajo volumen de la música de ahí.

Le metí otro sorbo a mi bebida antes de abrir la puerta y, efectivamente, encontrarlo sentado encima del mármol del lavamanos, completamente solo, lo cual era razonable, pues era demasiado temprano como para que lo pasados de alcohol y sus amigos llegaran vomitando por la cantidad excesiva que habían tomado.

-¿Te apetece que vayamos a bailar?- me senté a su lado y apoyé la cabeza en su hombro para ver mejor sus maniobras en el juego.

-No sé, sabes que no se me da bien bailar.

-Y también sé que te gusta bailar baladas.- soltó una risita.

-Ya hueles a alcohol.- sonreí. Me había pillado.- pero esta bien. Solo una canción.

Se pegó más a mí, reconfortandome con su calor. Podría pasarme así toda la vida.

Pero había una cosa por hacer, y cuando escuché que todo el edificio se quedaba en silencio por unos escasos segundos, tiré del brazo de Kenma y lo arrastré fuera del baño. Este gatito me debía un baile, y era el momento perfecto para cobrarmelo.

-La han puesto más rápido de lo que me esperaba.- mostré una de mis sonrisas pícaras. Tenía razón, la habían puesto más temprano de lo habitual, pero repito, quién era yo para quejarme.

Coloqué mis manos alrededor de su cintura y él, con un leve sonrojo, las colocó alrededor de mi cuello. Marqué el ritmo de los pasos y él me los siguió. En menos de lo que canta un gallo, el resto del mundo desapareció. Para mí sólo existían esos preciosos ojos ámbares que me miraban con intensidad.

No me pude resistir a besarle en los labios, pero en mi defensa diré que esos momentos tan únicos que tengo con él son los mejores de mi vida.

Actualidad.

-Ooooh.- Bokuto se lanzó a los brazos de Kuroo, quitando involuntariamente al semirubio del medio.- Kuroo, eso es tan bonito.- exclamó, con los ojos acuosos. El aludido sonrió con soberbia.

-Lo sé.

-Y es tan empalagoso.- murmuró Oikawa.

-Tú lo que estás es celoso.- le picó Kuroo, pues era del saber de muchos que cuando quería, Iwaizumi era más frío que Rusia, aunque sí que era verdad que con el castaño hacía muchas excepciones.

Oikawa rodó los ojos y se tumbó en el regazo de su chico, para demostrar discretamente que ellos dos también podían ser empalagosos si quisieran, y en un acto reflejo, el ojiverde le besó la frente, sacando una minisonrisa al menor.

Dulce NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora