5-12 {BokuAka}

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El melodiosa eco del timbre acalló a las parejas durante unos segundos.

-¡Oh, es la pizza!- recordó Bokuto, levantándose a toda prisa para atender al repartidor.

-¿Pizza?- todos se miraron entre sí. Akaashi se encogió de hombros.

-Siempre pide pizza cuando tiene hambre.- aclaró, justo cuando el peliblanco entró por la puerta con tres cajas de su comida preferida.

-¡Mirad! Me entró hambre, así que pensé, ¿Por qué no pido pizza para todos? Se me complicó un poco adivinar cuál era vuestro sabor favorito, así que he comprado variedad.- sonrió, satisfecho con su trabajo.

-Gracias.- su novio fue el primero en levantarse y darle un corto beso en los labios a la vez que cogía la primera de las cajas que pillara.- es todo un detalle.

Los pelinegros se abalanzaron a la de jamón y queso, mientras que Oikawa y Kenma a la de cuatro quesos, y los otros dos se centraron en la carbonara.

-Bueno, Bokuto, ya que nos has regalado semejante festín, ¿por qué no nos cuentas algún recuerdo tuyo?- propuso Iwa. El aludido se quedó pensando un momento, tragó, alzó los brazos en señal de victoria y exclamó:

-¡Hey, hey, hey! ¿Has oído Akaashi? Es nuestro turno.- el ojiazul le sonrió y asintió levemente con la cabeza.

En los exámenes del final del trimestre.

El profesor de matemáticas no había venido, por lo que los chicos de nuestra clase estaban hablando de sus cosas ininterrumpidamente, formando un poco de escándalo.

Yo estaba mirando a mi novio perfeccionando sus esquemas con fosforitos y colores guays que no pegaban en absoluto con el contenido del temario, pero en fin.

-¿Qué haces?- le pregunté, acomodándome, apoyando mi cabeza en mi brazo, extendido sobre la mesa.

-Historia.- contestó, sin apartar la mirada de su labor. Por un momento sentí celos de ese papel, Akaashi le estaba prestando más atención que a mí.

-Qué aburrido.- me quejé, fijando mi mirada en sus preciosos ojos azul metálico.

-Es necesario.- ¿cómo iba a ser necesario estudiar las vidas y los errores de personas que habían muerto hace siglos?- no me mires así, es cultura.- pues tiene razón, pero no por eso deja de ser aburrido.

Refunfuñé, recordando los deberes que me habían puesto para este fin de semana. Una película del año catapum. A nadie le apetecía eso, y la profesora de historia, aún sabiéndolo, lo había puesto. Si es que hay que ser cruel.

-Te puedo ayudar con tus deberes.

-¡Akaashi!- me levanté de golpe y le abracé. No sé cómo lo hace, pero a veces es capaz de leerme la mente.- ¿estás seguro?- me fijé en que aún tenía la vista fija en esos asquerosos apuntes.

-Totalmente.- me sentí afortunado por tenerle. Me incliné para besarlo y, por fin, me prestó atención a mí.

Cuando nos separamos me sonrió durante un segundo antes de volver a centrarse en sus apuntes.

-Dichosos apuntes.- pensé mientras me cruzaba de brazos y miraba hacia otro lado, algo que no tuviera que ver con historia.

Si no fuera por ella ahora estaría teniendo una agradable conversación con mi novio. Bufé.

Segundos después sentí su mano buscando la mía. Supongo que por ahora hay una pequeña tregua entre sus apuntes y yo. De momento.

Una hora después.

-¡Akaashi!- escondí mi rostro en uno de los cojines del sofá.- ¿tenemos que hacerlo ahora? Acabamos de salir de clases.

-Sí, así nos la quitamos de encima.- lloriqueé. No podía ser que fuera tan responsable.

-Pero escucha, mejor hacemos otra cosa.- propuse, señalando la cocina, donde estaban los ingredientes de las galletas. Yo odio cocinar, pero a él le encanta. Igual así podía distraerlo durante una hora y librarme de los deberes.

-No, Bokuto. Hay que hacerlo, así tendrás más tiempo para tí... Para nosotros, el resto del fin de semana.- me rebatió. La verdad tenía mucho sentido, pero es que no me apetecía nada.

Abrió sus brazos para que fuera y lo abrazara, y con eso ya me ganó. Nadie se puede negar a un abrazo de Akaashi. Es una norma no escrita, como diría mi colega Kuroo.

Apoyé mi cabeza en su pecho y enseguida noté sus dedos paseándose entre mi cabellera. Amo cuando hace eso, y estoy seguro de que lo sabe.

En menos de un minuto escuché la introducción típica de las películas aburridas. Me quería dormir.

-No te duermas, ¿eh?- ¡Lo había hecho otra vez! No estoy loco, mi novio tiene dotes de mago, que yo lo sé.

-Lo intentaré.- pero era imposible. Sus caricias y el latido de su corazón me relajaban tanto... Con él me siento seguro, con él puedo ser yo, y sé que nunca me juzgará. Además, escuchar las voces de mala calidad del CD que habíamos alquilado tampoco ayudaba a mantenerme despierto.

Va, no me podía dormir, por Akaashi, que se estaba saltando tiempo de estudio por mí y...

... no es justo para él.

Abrí los ojos. ¿Cuándo los había cerrado? ¿Por qué estaban ya los créditos? ¡No me digas que me he perdido la peli!

Los dedos de Akaashi se habían parado, pero aún seguía sintiendo su mano sobre mi cabeza.

Volteé para ver si estaba enfadado, pero me encontré con mi ángel profundamente dormido.

Definitivamente, historia puede ganar incluso a los más espabilados.

Actualidad.

-¿Tan mala era la película?- preguntó Iwaizumi.

-No te lo imaginas.- se desplomó Bokuto.- hasta Akaashi se durmió.

-En eso le doy la razón a Bokuto. No os la recomiendo, aunque yo aguanté mucho más que él.

-Vale.- contestó Kenma, centrado de nuevo en su juego.

Bokuto fue a coger otro trozo de pizza, pues con la tontería y por tanto hablar, solo se había comido uno. Tanteó, pero en su caja solo quedaban los bordes. Miró a su novio, y él se encogió de hombros. Miró a Kuroo, quien tenía restos de carbonara por la boca.

-¡Tú, pedazo de traidor!- se levantaron prácticamente a la vez y se pusieron a correr por toda la casa, uno para que no le noqueara y el otro para darle su merecido.

-¡Tenía hambre!- se excusó su mejor amigo.

-¡Ven aquí, sucia sabandija!

Dulce NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora