6-12 {KuroKen}

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-Bueeeno.- Kuroo se sentó al lado de su pareja, con una bolsa de hielo en la cabeza. 

-Ya os vale.- regañó Akaashi, viendo a Bokuto con otra bolsa en su rodilla.- ¿cómo no habéis visto el charco? 

-Estaba huyendo. 

-Estaba persiguiendo.- contestaron a la vez, como si fuera lo más obvio del mundo. 

Bokuto se había lastimado la rodilla al caer encima de Kuroo, quien se había resbalado con un charco de la cocina. 

Oikawa se secó la lágrima que le caía por tanto reírse. 

-Épico.- comentó a la vez que se serenaba.- Kuroo, creo que te toca contar alguna de vuestras anécdotas.

-Sí.- apartó el hielo de golpe. Llevaba una hora esperando ese momento.

16 de octubre.

Estaba dando vueltas por toda la casa como un completo idiota. Bokuto llegaba tarde, como siempre, pero esta vez no estaba de humor para permitírselo. Kenma llegaría dentro de unas horas, y la casa no tenía ni una sola decoración. ¿Cuánto se tardaba en ir a comprar una tarta de compleaños? 

Bokuto era un caso perdido. Akaashi merece un pedestal.

-¡Ya he llegado!- casi me caigo del susto. El peliblanco entró por la puerta corriendo y me aplacó.

-¿Qué estabas haciendo, tío? ¡Llevas fuera media hora!- recriminé, molesto.

-Es que la pastelera me ha distraído, ha comenzado a hablar de un montón de chocolates, y me ha ganado.

-Anda, calla y dame la tarta, antes de que se te caiga.- extendí mis manos.

-La tarta…- me miró y en sus ojos pude ver el rastro de confusión.- ¡La tarta!- extendió los brazos al cielo y se puso a dar vueltas en círculo.

-¿Te la has olvidado? ¡Bokuto!

-¡Lo siento! ¡Se debe haber quedado en el mostrador!

-Toma, cuelga esto.- le di las letras de FELICIDADES, un póster de su juego favorito y algunos adornos más.

Asegurándome de que me había entendido y no tenía la cabeza en las nubes, corrí en dirección de la pastelería. Cerraba en cinco minutos, y una fiesta no era fiesta sin tarta, y la de Kenma tenía que ser perfecta. Se lo merecía, después de aguantarme durante un año más.

-¡Disculpa!- grité, a siete metros de la dueña del local, que estaba cerrando ya. 

Ella se giró y, al verme, me sonrió dulcemente. Adoraba a la señora Hinamori, era una mujer muy extrovertida, y siempre tenía un tema de conversación, sea quien sea la persona.

-Oh, joven Kuroo. Me alegro de verte, ¿qué te trae por aquí? El otro día te vi por la tele.- le devolví la sonrisa cuando llegué a su lado. Para mi suerte, aún seguía con la persiana a medio bajar.

-¿Sí? Me alegro de que no te lo perdieras.- alcancé a decir entre jadeos.- He venido a cumplir la tarea que mi amigo no ha hecho.- le expliqué.- Dice que os habéis entretenido hablando de chocolates o cosas así. Ayer encargué una tarta, ¿lo recuerda?

-Por supuesto.- contestó.- para tu novio, ¿no?- asentí con la cabeza.- la he visto en el mostrador, había pensado en llevártelo al cerrar, pero te me has adelantado.- se rió. Agachó la cabeza para poder entrar en la pastelería y tardó unos segundos en volver a salir.- aquí la tienes.

-Gracias, señora Hinamori, es preciosa.- observé las galletas que decoraban el borde de nata y chocolate, con dos K en el medio, un corazón y debajo una T y otra K.

Dulce NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora