15-12 {KuroKen}

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-¿Vosotros os habéis peleado alguna vez?- preguntó Bokuto, apurando su refresco de fresa. Siempre estaba comiendo algo, siempre.

-Por supuesto.- contestó Kenma, recordando una de las veces que pelearon y tuvieron una reconciliación extraña.

-De vosotros no me lo esperaba.- dijo Akaashi, y Kuroo aprovechó para pasarle el brazo por el hombro a Kenma, como quien no quiere la cosa.

-Pues sí, si queréis os contamos la historia.- propuso el pelinegro.

-Si sois tan amables.- respondió Iwa, rodando una vez más los ojos.

-Te vas a quedar tuerto.- tonteó Oikawa, dándole un golpecito con el hombro. El azabache negó con la cabeza y le empujó por el hombro.

Hace dos años y medio, más o menos.

Kenma y yo habíamos tenido una discusión bastante acalorada sobre las parejas en general. Él estaba convencido de que incluso las que llevaban veinticinco años podrían acabar divorciándose, pero yo sabía que cuando ya llevas más de diez años aguantando las estupideces de la persona que amas, da igual lo que pase que nunca le vas a dejar.

Ya sé que en realidad es una tontería bien grande, pero en ese momento me había cabreado con él. Mis padres llevaban treinta y un años juntos, y veintiocho de casados, y yo no les veía en absoluto disgustados con eso, es más, lo iban gritando a los cuatro vientos. Sin embargo, los suyos estaban separados, y habían aguantado veintisiete años de puro engaño por parte de la mujer, porque su marido le había -o más bien ex- le había estado poniendo los cuernos con una camarera del bar de al lado de su trabajo. Cuando me enteré me disgusté muchísimo. Eran como tíos para mí, y me decepcionó que él fuera capaz de traicionar así a su familia.

Por eso, él tenía clarísimo que por más años que lleves con tu pareja, pueden pasar mil cosas, y al final no llegaréis juntos hasta la vejez. Yo lo veía una estupidez, porque si de verdad quieres a alguien y eliges a una persona con quien pasar el resto de tus días porque la amas con el corazón, no tendría por qué pasar eso, y me daba rabia que Kenma pensara así, por obvios motivos.

Me fui a pasear un rato. La pelea la tuvimos por WhatsApp, lo sé, una gran fuente de peleas porque ocurre un sin fin de malentendidos, pero mira, nos saltamos esa última parte.

Era mediodía, si no recuerdo mal a las tres y diez cuando salí por la puerta de mi casa. Mi idea principal era caminar hasta donde el destino me llevara -otra de las cosas por las que discutimos Kenma y yo, pero ese es otro tema-. Ni siquiera me fijé por donde estaba yendo, y fue irónico minutos después encontrarme en el barrio de la familia de Kenma. Mi última opción era llegar aquí, y tal vez no fue tanto el destino sino la costumbre, pero ya que estaba ahí, no iba a desaprovechar la oportunidad de pasar a ver a mi gatito. Daba igual que estuviera enfadado conmigo, si el destino decía que debía hablar con él, quien era yo para juzgarle.

Llamé a la puerta, y una mujer bajita, con el cabello recogido en dos moños perfectos y con una sonrisa de oreja a oreja.

-Kuroo, cariño. Que sorpresa verte aquí.- me dio un abrazo.- hacía mucho que no nos veíamos.- lo triste era que era verdad. Acostumbraba a pasar por casa de mi gatito cuando su madre no estaba en casa, porque era más fácil sacarlo de ahí, más que nada.

-Pues la verdad es que sí.- le sonreí.- ¿Está Kenma por aquí?

-Pues... acabo de mandarle a hacer unos recados.- me miró con expresión de culpabilidad.

-Oh, pues ya pasaré más tarde, no se preocupe.- no borré mi sonrisa, para quitarle hierro al asunto. Aunque no veíamos cada vez que hacíamos una reunión familiar, estar con ella a solas se me hacía un poco extraño, porque, ¿de qué hablas con la madre del crush?

-Ah, no, no. Ya que has venido hasta aquí no voy a permitir que te vayas con las manos vacías, cariño. Pasa, pasa. Acabo de sacar la tarta del horno.- era otra cosa. Las tartas de la tieta eran las mejores tartas que he probado en mi vida, y eso que las de la señora Hinamori hacía unas para chuparse los dedos.

-Gracias.- me senté en una de las sillas que había en la cocina y esperé a que me sirviera un trozo (considerablemente grande) y un vaso de leche.

-Últimamente he visto a Kenma muy distraído.- le pegué un bocado a mi porción y me bebí un trago de leche.

-¿A qué te refieres?- yo lo había notado más irascible que de costumbre, pero fuera de eso nada nuevo.

-A que se pasa los días en las nubes, no duerme por las noches, se levanta cada hora y media a beber agua, y he recibido varias notificaciones por parte de sus profesores de que se pasa las clases en su mundo.- okey, eso no era propio de Kenma.- ¿tú le has visto hablar con alguna chica o algo?- me atraganté.

-¿Quieres decir que Kenma está enamorado?- eso no lo veía venir.

-Es una opción.- apoyó su barbilla en la mano y me miró fijamente.

Tenía sentido, últimamente no paraba de hablar sobre temas relacionados con el amor, pero en ningún momento se me había pasado por la cabeza semejante idea.

-No lo sé, yo no he visto que hablara con alguna chica en especial.- la mujer sonrió pícara. No era divertido estar en el otro lado de ese juego.

-Tal vez sea un chico.- se me olvidó cómo respirar. Kenma no podía estar enamorado de un chico, ¿o sí? Kenma no podía estar enamorado de mí, ¿verdad?- ¿se te ocurre alguien muy cercano a él que podría, más o menos, encajar con su personalidad?

-No, nadie.

-¿No? ¿Alguien que pase mucho tiempo con él?- volví a negar con la cabeza, engullí el último trozo que me quedaba y bebí la leche de un sorbo. Esta conversación me estaba poniendo nervioso. Aquella mujer parecía una bruja, y no quería que descubriera que a mí sí que me gustaba su hijo.

-Muchísimas gracias por la merienda, estaba muy buena.

-No hay de qué.- se puso de pie.- Si algún día quieres venir a comer otra cosa que he hecho no es ninguna molestia.- me guiñó un ojo, y yo no supe cómo tomarme eso. Estaba claro que iba con segundas intenciones.

-Gracias.- sin previo aviso me abrazó y desapareció por el pasillo. No tuve más remedio que salir de esa casa.

Actualidad.

-Hay veces que tu madre me da miedo.- admitió Kuroo.

-La voy a matar.- dijo Kenma, con la cara completamente sonrojada.

-Es un amor de persona.- el azabache sonrió pícaro y le dio un beso en la comisura de los labios de su novio.

-Sí que parece una bruja, sí.- el semirubio seguía sin poder creerse que su madre le había delatado de esa manera tan descarada.

Dulce NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora