Los tres muchachos regresaron al puerto con el sol aún alto en el cielo. Con la prioridad de tratar la herida de Ann, apenas puso los pies sobre el muelle, el descendiente de Itzamna emprendió la carrera a la farmacia más cercana.
Aquella tarde, fresca por la brisa marina se notaba tranquila y pacífica, amenizada por un improvisado coro de gaviotas que se hacía acompañar con la suave cadencia de las olas sobre la playa. Los negocios se encontraban abiertos, ofreciendo sus variados productos a los transeúntes locales y visitantes que recorrían el malecón como cualquier otro día. Al final, para bien o para mal, era como si todo el mundo en aquel apacible puerto jamás se hubiera enterado de lo que sucedió en la Isla.
Con una toalla sobre la cabeza para disimular la hemorragia, Ann se dirigía de vuelta al carro seguida de cerca por la joven pelirroja a quien había solicitado una palabra aprovechando la ausencia de Leaf. Aún arrepentida por las desafortunadas consecuencias del día anterior, no se atrevía a mirarla directamente mientras le hablaba.
-Arzy...- Titubeó -... ayer en la noche fui yo la que te empujó hacia Leaf, él no hizo nada malo. En realidad lo siento y si de verdad te hace sentir mejor puedes desquitarte conmigo-
No terminaba siquiera de hablar cuando sintió un particular dolor en la coronilla que le hizo rechinar los dientes. Sin previo aviso la dama de fuego había retirado la tela de su cabeza mientras con un poco de agua pura, se concentraba en limpiar la zona dañada.
-Espera, espera... Arzy... por favor... duele-
-No te muevas, tengo que revisar qué tan profunda es la herida, además...- Una perversa sonrisa se dibujó en el rostro de la diosa. -... puedes considerar esta mi venganza.-
Entre risas nerviosas y súplicas, la joven de los ojos claros se retorcía en un intento por soportar el dolor, totalmente inconsciente de que lo peor estaba por venir, Leaf recién había vuelto de la farmacia con alcohol, algodones y vendas. Incapaz de soportar el intenso ardor que producía la quemadura del alcohol sobre su herida, Ann no pudo evitar exclamar un par de maldiciones en su lengua natal mientras el joven dios hacía lo posible por reducir su suplicio colocando con extremo cuidado los vendajes hasta formar una capelina bien ajustada que contuviese la hemorragia durante su apresurado regreso a la capital.
Dadas las circunstancias, la escénica vía costera se encontraba totalmente fuera de discusión y su mejor apuesta era viajar al interior de la península para tomar la carretera principal que conectaba Mérida con el puerto turístico de Cancún en el estado vecino. Una vez más el remodelada maquinaria del auto clásico se puso en marcha hacia el sur, hacia la profunda selva donde se alzaba el coloso inmortal, Ek' Balam, de cuyas pétreas fauces, hace poco menos de un mes, había resurgido la última reencarnación del supremo regente del fuego.
Durante el extenso trayecto de vuelta a la capital Ann se mantenía en silencio, observando con extremo cuidado ambos artefactos, intentando atravesar la barrera de la divinidad como sus compañeros antes lo habían conseguido. Sus esfuerzos aparentemente infructuosos mermaban poco a poco su paciencia hasta que, agotada y con el orgullo ligeramente herido, se dirigió hacia sus compañeros en los asientos delanteros.
-¿Pueden sentirlo también verdad? Es como si... me estuviera llamando, pero por más que intento, no puedo alcanzarlo ¿Cómo lo hacen?-
Para ambos jóvenes aquellas palabras eran como un nostálgico recuerdo de la primera vez que liberaron su faceta divina. Con las enseñanzas del viejo Itzamna como base aplicada a su experiencia personal, la dama de fuego y el dador de vida le explicaron a detalle cómo despertar en su ser a la antigua deidad.
-Muy bien, primero controlar la respiración...- Dijo hacia sus adentros lista para intentarlo nuevamente.
Seguir las instrucciones de sus compañeros pronto probaría ser mucho más complicado de lo que le habían descrito, las preocupaciones le agobiaban al sentir como una especie de energía invadía lentamente su cuerpo, el miedo se apoderó de ella ¿Acaso era esto lo correcto? Tomar el legado de aquel ser a cambio de su vida como ser humano. La advertencia de sus compañeros al descubrir su secreto fue clara, si deseaba proteger su vida y a los suyos, esta era su única alternativa, en ese momento la enmarañada red que componía sus pensamientos dejó entrever una luz, un espacio de claridad que calmaba todo a su alrededor.
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Los ojos del jaguar.
AdventureTras la muerte de sus padres, Leaf Connor, un joven de 19 años se ve obligado a rehacer su vida en Yucatán, un mítico paraje al sureste de México, alguna vez conocido como Mayab. Poco habría de imaginar que aquel viaje de vuelta a su tierra natal...