Tras veinte minutos de viaje, llegaron a la entrada de la hacienda. Un alto enrejado con motivos neoclásicos que daba paso a una calle empedrada que recorría los jardines de la señora Gabriela de Connor. Desde las ventanas del carro, Argyt y Arzenia podían observar una enorme fuente con pilastra de mármol que coronaba la glorieta central de la hacienda. Leaf estacionó el carro frente a la puerta principal e invitó a sus nuevos amigos a pasar a la sala. El ostentoso ambiente de finales de siglo XIX, los cuadros al óleo, las ventanas decoradas y muebles con flores en vasijas de porcelana, no eran algo típico en la vivienda de un estudiante de universidad.-He visto historias de terror que empiezan así...- Aclaró Argyt sintiéndose abrumado por todo lo que le rodeaba. Arzenia por otra parte tomó asiento en el sillón de corte victoriano que daba hacía el jardín interior. Con las piernas cruzadas y los brazos extendidos se ponía cómoda para hablar con su anfitrión.
-La casa de tus padres es linda-
-En realidad esta era la casa de mis abuelos y ahora que ya no están...- Amablemente aclararía Leaf mientras traía a la mesa de centro una jarra de agua con tres vasos de vidrio.
-No puedes estar hablando en serio ¿esta es tu casa de verdad?- Dijo Argyt mientras tomaba asiento en una silla individual y trataba de confirmar la inferencia que sugerían las palabras de Leaf, quien antes de servir el agua, tomó la reliquia y el medallón para dejarlos sobre la mesa. A punto estaba de responder a la interrogación de su amigo cuando fue interrumpido por Arzy, quien, haciendo clara su poca paciencia, fue directo al grano.
-Eso no importa. Sabes a qué venimos Leaf-
El joven Connor había analizado unos seis diferentes escenarios de acción pero en todos ellos la probabilidad de que le crean loco era lo suficientemente alta como para pensar con más precaución lo que podría decir. De manera vaga trataba de formar una introducción con ideas entrecortadas que muy difícilmente alcanzaban una idea concreta.
-Bueno yo ... es difícil de explicar ... lo que pasa ...-
A lo que desesperada Arzenia contestó irritada
-¡Ya escúpelo!-
Presionado por su compañera, Leaf no tuvo mayor remedio que hablar con franqueza y sin rodeos. Pase lo que pase la situación no podría empeorar en este punto y, de una manera u otra ellos debían enterarse.
-Lo que ustedes vieron en la universidad es algo que tampoco entiendo por completo. Hace unos días me sucedió algo, cuando viajé a Chichén Itzá, un anciano que supuestamente era guía de turistas me llevó a la pirámide interior del castillo. Bajo esa pirámide había un acceso que dirigía a la base de la pirámide donde un cenote con agua brillante funciona como portal al Xibalba. Ahí ese anciano me contó que soy ... ¿un dios?-
Por un instante, el salón entero se sumió en un profundo silencio, pero el efecto que Leaf se esperaba no tardó en llegar. Tras un rápido intercambio de miradas surgieron cientos de carcajadas por parte de sus nuevos amigos.
-Ok, todo está más claro ahora- Dijo Arzenia, limpiando una lágrima que provocada por la risa.
-Lo que sea que te hayas metido, quiero un poco-
Cubriéndose el rostro Leaf permitía que las burlas sigan su curso. No podía culparlos, él mismo no quería creer lo que estaba pasando.
-Sabia que algo así pasaría-
Entre la mofa y el regocijo ante tal disparate a Argyt se le ocurriría hablar de más, como le era costumbre. Viendo que claramente no le creían, tomó la flauta, regalo de Itzamna, para transformarla de nueva cuenta en un hermoso arco con el carcaj lleno de flechas. El silencio volvió a apoderarse del salón lo que permitió a Leaf continuar con su relato.
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Los ojos del jaguar.
PertualanganTras la muerte de sus padres, Leaf Connor, un joven de 19 años se ve obligado a rehacer su vida en Yucatán, un mítico paraje al sureste de México, alguna vez conocido como Mayab. Poco habría de imaginar que aquel viaje de vuelta a su tierra natal...