Capítulo 16

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Mientras tanto en el cuadrángulo de las monjas, Leaf luchaba por mantenerse en pie ante su colosal oponente. La fuerza del guardián de piedra era por mucho mayor a la del joven por lo cual, éste hacía uso de su agilidad para causar pequeños y esporádicos enfrentamientos a distancia donde el arco le daba ventaja. A pesar de ello, la serpiente de piedra resistía estóicamente los disparos como si estos no le hicieran nada mientras que el cuerpo del joven dador de vida resentía cada golpe que la serpiente lograba acertar.

Conforme el combate se hacía viejo, el cansancio mermaba poco a poco la velocidad y reflejos del joven dador de vida. Bastó con una apertura, un solo movimiento en falso, para que la bestia de roca sólida arremetiese contra él, con suficiente fuerza como para arrojarle al interior de la casa norte del cuadrángulo. Aquel golpe causó que Leaf cayera inconsciente, desangrándose por una gran herida en la nuca.

En cuestión de instantes, el joven dios se encontró a sí mismo varado en un lúgubre y neblinoso mar de pálidas dunas de arena. Ahí se encontraba él, bajo un eterno cielo negro sin estrellas, donde ni siquiera el viento rozaba su rostro, donde no podía escuchar ni su propia respiración.

En ese desierto blanco solo una cosa parecía romper con la monotonía del paisaje, a la distancia podía distinguirse una vieja lámpara de aceite bajo la cual tres siluetas difusas parecían tomar refugio. Carente de recursos, Leaf se acercó como pudo el faro. Temblando de frío alcanzó límite de la lámpara, donde la luz se fundía en la espesura de la noche, pero sus acciones no habían pasado del todo desapercibidas pues al verle, una de las siluetas abandonó su sitio para encararle. Conforme esta se acercaba, el joven dios podía notar rasgos cada vez más definidos hasta lograr reconocerle. Para su gran sorpresa, aquella silueta no era más que él mismo, un Leaf desaliñado, con oscuras ojeras quien, sin mayor reparo preguntó con una pálida expresión en su rostro.

-¿Tienes miedo?-

A lo que Leaf respondió.

-¿Donde estoy? ¿Quién eres?-

En aquel momento el cálido resplandor que les cubría fue consumido por la oscuridad, una oscuridad etérea que hacía palidecer al más profundo de los abismos.

-Yo soy solo uno más de los que están por venir, parte de lo que no puede negarse a sí mismo-

-Espera ... esas palabras, Itzamna había dicho eso antes-

Apenas terminaba de hablar cuando una misteriosa fuerza tornó la atmósfera en un líquido asfixiante que lentamente le arrastraba hacia la nada. Conforme sus sentidos se nublaban en un esfuerzo desesperado por alcanzar aunque sea una bocanada de oxígeno, Leaf podía aún escuchar aquella voz que le llamaba ahora desde lo más profundo de su ser.

-Toma tu miedo, tus dudas, tu desesperación y haz de ellos tu fuerza. Abraza la oscuridad que duerme en tu corazón y completa en el ciclo sagrado para el cual fuiste creado. Levántate Ehk Balam, señor del manto negro, el tiempo de la siega ha empezado-

Leaf se despertó repentinamente de vuelta en Uxmal. Su mirada se había tornado fría, tanto que apenas podía distinguirse en él expresión alguna que no fuese opacada por esos ojos muertos que portaban la marca del jaguar. Envuelto por una intensa aura de energía oscura que teñía de penumbra sus atavíos, el dios dador de vida abandonó aquella habitación para enfrentarse de nuevo a la serpiente de roca.

-Si en verdad pretendes matarme antes debo saber ¿Quién te ha dado la vida?-

Preguntó el joven dios a lo que el guardián contestaría, para su sorpresa, con un impecable manejo del español el cual, como había sucedido antes, se hizo resonar en los muros de piedra del complejo.

Los ojos del jaguar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora