Ann y André no tenían otra alternativa, a pesar de la aparente accesibilidad de sus compañeros de clase, esta nueva situación les hacía de alguna manera temer por su vida. Escapar no era opción, después de lo que habían visto era claro que si Arzenia así lo quería, podría darles caza y en cuestión de minutos asegurarse por completo de que no hablaran. En el asiento trasero compartían lugar con Argyt quien trataba de acomodarse en la moldura central del sillón de cuero. André encontraba cierta confianza en él por lo que decidió musitar con cuidado de no alertar al conductor o a la copiloto.-¿Argyt, puedes decirnos qué pasa aquí?-
A lo que este contestaría sin cuidado alguno.
-Lamento informarles que se acaban de meter en un lío-
Argyt parecía disfrutar de la expresión en el rostro de sus compañeros como si en ella se viera a sí mismo en un escenario tan similar apenas hace una semana. A pesar de su aparente mofa, la desesperación en los ojos de los novicios ablandó su corazón para siquiera calmar la más intermitente de sus dudas.
-No se preocupen, Arzy no va a matarlos-
Después de media hora llegaron a la casa donde serían resueltas todas sus dudas. Aunque consternados, los dos nuevos integrantes del grupo estaban decididos a saber la verdad. Una vez establecidos en el salón principal de la hacienda, Leaf empezó relatando la leyenda de la creación de la tierra y la guerra divina que forjó el mundo actual en el que vivían.
-¿Podrías acortar un poco la historia?- Le interrumpió Arzenia desde el otro lado de la habitación apoyada contra la pared, concentrándose para crear una bola de fuego
-Leaf conoció a un anciano en Chichen Itza que resultó ser un dios que le dio superpoderes. Cuando descubrimos los poderes de Leaf nos dijo que nosotros debíamos portar también las marcas de dioses si queríamos sobrevivir. Ahora yo soy la diosa del fuego y...-
-¿No querrás decir un pollo rojo?- Argyt le interrumpió entre risas haciendo una clara burla a su espíritu animal.
-El punto es que somos ahora descendientes de los dioses elementales. Lamento mucho que las cosas hayan resultado de esta forma pero saben demasiado y, hasta donde nosotros sabemos, la única alternativa para mantenerlos a salvo es que ustedes se vuelvan dioses al igual que nosotros.-
No había terminado de hablar Leaf cuando Arzenia arrojó una daga de fuego que estuvo a pocos centímetros de atravesar el craneo de un Argyt que temblaba ante tal agresión.
-¿Como hiciste eso?- Sorprendido Leaf volvió la vista a una dama de fuego quien con una poco impresionada expresión respondió.
-No tengo ni la menor idea- Mientras concentraba su energía en una nueva esfera incandescente, la cual lentamente modelaba a manera de una tradicional daga de hoja recta.
-¡Cool!- Contestó André impresionado por las habilidades de la diosa del fuego.
-¿Y cuanto tiempo pretendían ocultar esto?- Ann, quien había permanecido al margen con respecto al tema en lo que iba de la plática, habló por fin. No se le notaba enojada, más bien parecía tratar de comprender por completo la gravedad de la situación y lo que esta pudiera implicar para ella.
El ambiente en el amplio salón de pronto se había vuelto muy denso. El silencio no era más que un síntoma latente de lo ríspida que había tornado la situación ante ellos presente.
-Pensábamos permanecer encubiertos y de alguna manera pasar desapercibidos como personas normales. Aunque no lo parezca nosotros solo llevamos de conocernos una semana y media- Respondió Leaf tratando de calmar los ánimos de su compañera, quien visiblemente consternada daba un tambaleante sorbo al vaso de agua que yacía en la mesa frente a ella. Ann no parecía estar del todo convencida, con el seño ligeramente fruncido observaba con cuidado cualquier gesto que pudiera guiar a la mentira mayor en la que aparentemente se encontraba envuelta.
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Los ojos del jaguar.
AventuraTras la muerte de sus padres, Leaf Connor, un joven de 19 años se ve obligado a rehacer su vida en Yucatán, un mítico paraje al sureste de México, alguna vez conocido como Mayab. Poco habría de imaginar que aquel viaje de vuelta a su tierra natal...