Capítulo 11

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Tras media hora de trayecto a través de la capital yucateca, Leaf y Arzenia habían vuelto a la hacienda de los Connor. Las luces de la casa principal aún se encontraban encendidas y desde la puerta era posible discernir la figura de Argyt quien aparentemente era el único que les había esperado.

-Bueno, creo que ya es algo tarde tal vez podríamos cenar algo ligero...-

Un inesperado traspié con el último escalón de entrada a la sala hizo caer a Leaf justo a los pies de Argyt.

-Eres algo torpe ¿Lo sabias?- Le dijo Arzenia con el ánimo un poco recuperado gracias a esa caída.

-¿Podrían explicarme qué diablos sucedió?- Poco interesado en la integridad de su compañero, Argyt cruzado de brazos instigaba al par mientras les observaba de forma poco natural, ladeando ligeramente la cabeza hacia la izquierda de tal manera que solo su perfil derecho fuera visible.

-Es una larga historia...- Contestó el dador de vida al ponerse en pie -¿Donde están André y Ann?-

Argyt enseguida frunció el seño dejando entrever la brillante marca roja estampada en su mejilla -Su jueguito hizo que la rubia se enfadara conmigo. Se fueron hace como quince minutos-.

-Si mal no recuerdo fuiste tú el que la enfureció ¿Qué fue lo que le dijiste?- Tomando una posición más firme, el dador de vida se le enfrentó dejando en el suelo las valijas de Arzy.

El joven capitalino parecía no querer responder pero la presión en él aumentaría al sentir la poderosa presencia de la dama de fuego que, a espaldas de Leaf, le miraba con una frialdad semejante a la de un asesino.

-Solo dije la verdad. Ella es una de esas personas que normalmente están en el cuadro de honor de la universidad, son las mascotas de los profesores, acaparan los mejores proyectos para sí mismos y no les importará vender a sus compañeros si esto les presenta una ventaja académica.-

Argyt aparentemente encontraba una especie de alivio dejando en claro su opinión acerca de la joven rusa. Aquel desdén lo justificaba de manera acertiva mientras colocaba la mano en su mejilla en un intento por aliviar el dolor causado por la bofetada.

-No puedo creer eso de Ann- Respondió Leaf inmediatamente para proteger a su compañera de dichas calumnias.

-¿No te pareció extraño que nadie la quería en su equipo de trabajo?- Argyt, haciendo justicia a su temperamento de mecha corta, les dio la espalda y fue a buscar su celular para confirmar que pronto llegaría el transporte que le llevase de vuelta a su casa. Tras tomar su mochila junto con un paraguas, se volvió a acercar a Leaf, ahora para tenderle la mano.

-En fin, no tengo nada en contra de Ann o André, si decides confiar en ellos, tienes mi apoyo. Bueno...- Dijo exhalando pesadamente como producto del cansancio -los veo mañana, tal vez podamos encontrarlos.-

Tras aquella seca pero sincera despedida el joven mexicano salió del salón para regresar a su morada. Solos de nuevo, ahora en el recibidor de la hacienda Connor, Leaf y Arzy trataban de ordenar desde el teléfono alguna platillo decente para la cena. Para su mala fortuna, la lluvia había anegado casi todas las calles de la ciudad, por lo que ningún servicio atendería su pedido. Mientras ambos jóvenes buscaban alguna alternativa para saciar su hambre, Leaf preguntó con cierto tono de preocupación.

-¿Sabes a que se refería Argyt?-

-No estoy segura. Ann no parece ser una mala persona.- Aún agotada emocionalmente la dama de fuego respondió de manera corta y concisa.

-Jamás pense que todo se fuera a salir de control tan rápido. Por cierto Arzy ¿Te parece si hago algo para cenar?-

Ella asintió con la cabeza para luego seguir los pasos de su amigo quien ante la respuesta tomo rumbo hacia la cocina. Era esta un amplio salón de corte afrancesado que, si bien, conservaba el encanto propio de finales del siglo diecinueve, había sido modificada para albergar tanto un gran refrigerador de doble puerta como la estufa moderna que, a pesar de su superioridad tecnológica, no habría remplazado a su homóloga de leña la cual permanecía como un constante recuerdo del claro gusto del señor Lance Connor por las apacibles tintas de aroma que despidieran el roble y el nogal cuando se encendía el fuego.

Los ojos del jaguar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora