Capítulo 3

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Poco después de entrar a la caverna el viejo, cuyo nombre Leaf aun desconocía, empezó a hablar con bastante firmeza.

-¿Tú no crees en leyendas verdad?-

A lo que Leaf contestó, tratando de ser lo más franco posible.

-En realidad no. Creo que las leyendas son una forma en la que los pueblos explicaban todo lo que no entendían-

Al escuchar una respuesta tan falta de pasión, el viejo no pudo evitar sacudir la cabeza. Dando un breve suspiro continuó explicando; mientras, con extraña agilidad, ascendía por la escalinata interior del templo con Leaf tras él.

-Las leyendas no son cuentos para asustar, son un legado de tiempos pasados que nos revela secretos que aún no comprendemos. Sin embargo no hay una sola que sea exacta, todas cuentan una versión de lo ocurrido. Por ejemplo, el diluvio universal, muchas culturas antiguas lo relatan pero todas lo cuentan de diferente forma, de acuerdo a diferentes razones, ¿Ya me entiendes Clarence?-

La extraña mención de su segundo nombre tomó a Leaf por sorpresa. Él bien sabía que ningún documento suyo incluía aquel nombre, si alguna persona le había hablado de aquella manera era su madre y solo cuando se encontraba enojada. Que aquél hombre supiera tal información era algo simplemente imposible.

-¿Cómo sabes mi nombre?- Dijo Leaf sorprendido. Si bien no dejaba de subir las escaleras, ahora tomaba una mayor distancia en cuanto al guía quien a poco se encontraba de llegar a la cima.

-Yo lo sé todo de ti- Contestó el anciano misterioso quien, una vez en la plataforma abovedada superior, se encontraba encendiendo las cuatro lámparas del salón de la pirámide subterránea a la que habían accedido. Una vez iluminado el sitio soltó una dichosa carcajada y dijo con ironía.

-Los arqueólogos habrán encontrado la puerta, pero te apuesto muchacho que nunca la abrirán-

-¿la puerta? ¿A dónde?- Temeroso, Leaf tartamudeaba de la impresión, mientras su poco ortodoxo guía paseaba entre las molduras del templo inferior. La respuesta no se haría esperar, con un ánimo fresco y sincera emoción el anciano disipó toda duda remanente, o al menos eso fue lo que intentó.

-A mi santuario claro, entonces ¿Me darás tu medallón?-

-¿Qué medallón?- Replicó el joven Connor tratando inútilmente de ignorar lo que estaba ocurriendo.

-El que llevas al cuello, tonto- Dijo con una sonrisa el anciano. Al menos aquella acepción podría tener un fundamento válido en el cordón de cuero negro que sobresalía ligeramente del cuello de la camiseta de Leaf quien, paralizado de la impresión, trataba inútilmente de comprender lo que estaba sucediendo. Consciente de que el guía tenía conocimiento sobre aquel dije, Leaf empezó a retirarse lentamente.

- Este medallón es...-

-Sí, lo sé, es muy importante para ti, sin embargo no se sí lo recuerdas, pero yo fui quien te lo dio en un principio-

El extraño hombre le interrumpió extendiendo su mano. No se encontraba entre sus intenciones escuchar la explicación de cómo había obtenido aquella reliquia y lo mucho que significaba para el muchacho, quien ahora la sostenía fuertemente entre sus manos.

Se trataba de una cuenta sencilla, tallada en madera con la forma del glifo maya "Balam" cuyo significado es jaguar. A pesar de ser de tan humilde material, aquella pieza resaltaba en detalle, representando de manera fidedigna los imponentes rasgos de la cabeza de aquel gran felino. Mientras Leaf traía a la memoria el momento en que lo había recibido, una clara imagen prendida de aquella anécdota como un detalle menor y sin importancia le hizo helar la sangre. Palidecía la piel del joven Connor producto de la impresión al observar una coincidencia tan perfecta, que habría vuelto más que ridícula la concepción humana de la casualidad. A pesar de la fuerte impresión que había nublado su conciencia, Leaf habló con determinación.

Los ojos del jaguar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora