Capítulo 25

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En una solitaria carretera al oriente de la capital, el carro de Lance Connor aceleraba tanto como podía hasta llegar a la ciudad amurallada de Mayapan, un paraje oculto en la densidad de la selva baja.

A comparación de sus primeras aventuras, este sitio se encontraba reducido en seguridad, literalmente lo único que les separaba del sitio arqueológico era una garita de seguridad con tres custodios quienes tomaban turnos por la noche. Con esta información sumada a los efectos de la apoteosis en Ann y André, infiltrarse al núcleo arquitectónico resultó tan sencillo como para Ann lo fue invocar una lluvia que hiciera a los guardias correr hacia la caseta por sus trajes impermeables.

Así fue que los tres aventureros se abrieron paso hacia el núcleo constructivo la zona arqueológica donde les recibió un paisaje muy familiar. En aquel lugar la arquitectura, fuertemente influenciada por el estilo propio de Chichen Itza, traía de vuelta recuerdos a Argyt quien dirigía al escuadrón hacia el conjunto principal del sitio.

-Debe ser aquí-

Dijo mientras observaba aquella plaza coronada por una pirámide de nueve cuerpos reminiscente al propio castillo de Kukulkan.

-El único problema es encontrar la entrada al cenote debajo de la pirámide-

-¿Estás seguro? Porque la ubicación de los santuarios no ha sido del todo constante en cuanto a pirámides-

Ann replicó con singular asertividad mientras observaba como Argyt inspeccionaba la cara norte de la pirámide.

-Mayapán es una copia de Chichén, yo estuve ahí, debe haber una entrada, un cenote, algo ligado al monstruo de la tierra.-

Firme de convicciones el de menor estatura se preparaba para iniciar el escaneo de la cara occidental cuando André, señaló en la dirección contraria a una arboleda que separaba el castillo de un adoratorio similar en planta al observatorio de la ciudad Itzá.

-¿No ese es un cenote?-

Incrédulos ambos regresaron la mirada hacia donde el dios del viento había señalado. En efecto, la irregular arboleda ocultaba en su centro un deslave que marcaba la entrada al pozo subterráneo y, junto a este un pequeño adoratorio en cuya entrada aún podían divisarse dos columnas cilíndricas talladas en piedra. Era un edificio sencillo que fácilmente pasaba desapercibido entre el follaje y las estructuras de mayor tamaño que se alzaban en el centro del sitio. Era tan extraño el hecho de que, de manera tan fortuita, André haya dado en el blanco que los otros dos no tardaron en inquirirle a medida que avanzaban hacia las profundidades de la caverna.

-¿Cómo sabías de este cenote?-

Aún iluminado por la tenue luz de su móvil contestó con la serenidad acostumbrada.

-Está en la guía turística-

-Gran investigación Argy-

Atosigaba la diosa nuevamente al capitalino quien entre dientes maldecía sin dejar de guiar al grupo a través de la cueva.

Conscientes de la posible inestabilidad de la caverna los muchachos recorrieron con cautela el amplio corredor de piedra hasta que, el sonido de un golpe seco a sus espaldas detuvo su avance. Ann y Argyt dieron la vuelta esperando lo peor, pero sólo encontraron al tercero de ellos en el suelo.

-André...- Inmediatamente se acercó la joven rusa para asistirle. -¿Estás bien?-

-¿Qué fue eso?-

Respondió este mientras, ayudado por su amiga se levantaba para volver al camino, sin embargo, apenas alcanzó a dar dos pasos cuando el mismo fenómeno desconocido le hizo retroceder nuevamente, alegando ahora una especie de dolor punzante el cual recorría todo su cuerpo en cuestión de instantes.

Los ojos del jaguar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora