La biblioteca del campus era un común punto de encuentro para gente de todas las facultades. Un edificio de cinco plantas cuyo eje albergaba un amplio salón iluminado por los rayos del sol que pasaban a través de un techo compuesto en su totalidad por vitrales. La atmósfera siempre silenciosa de un establecimiento como tal, más que lúgubre como en las bibliotecas de antaño, cobraba un aspecto revitalizante con el constante pasar de estudiantes y profesores a través de los pasillos. Argyt se encontraba en el tercer piso, el acervo Manuel García. Ala sellada que resguardaba en un ambiente controlado las ediciones más antiguas de publicaciones adquiridas por la institución. En cuestión de minutos ambos dioses llegaron a la sala donde Argyt les esperaba con un par de guantes para que no dañasen algún material.
-Tienen suerte de que nadie más haya venido, con ustedes se completa la capacidad máxima.- Dijo Argyt mientras veía como sus compañeros empezaban a colocarse los guantes.
El tercero entrenado por Itzamna, había solicitado una mesa de trabajo en la cual ahora se encontraban tres viejos libros de pasta dura, primeras ediciones de reportes de excavación que al día de hoy dejaban ver en el amarillento tono de sus hojas la historia de aquellos que por primera vez se aventuraron a lo profundo de la selva maya.
-Aquí se encuentra toda la información sobre los sitios, los mapas originales tienen apuntes que no aparecen en las ediciones impresas-
Tal y como Argyt lo había mencionado, las hojas del reporte original de los doctores Andrew y Chase en el sitio de Dzibilchaltun aún presentaban notas de puño y letra con someras descripciones de rasgos arqueológicos que, al día de hoy, se habrian perdido por las décadas de excavaciones que prosiguieran a dicha investigación. Aquellos datos eran oro puro para cualquier investigador y, en el caso de los tres jóvenes, un probable indicio hacia las reliquias del siguiente dios.
Los casos de Chichén y Ek'Balam parecían probar que los santuarios se encontraban en las principales plazas del núcleo constructivo, aún así el supuesto patrón en cuestión de números seguía siendo difuso. Chichén Itzá les había mostrado un santuario a través del pasaje secreto que yacía en lo profundo del templo principal mientras que, en la ciudad del jaguar negro este se hallaba en la tumba del palacio. De esa forma, empezaron a resaltar en los mapas la pirámide del adivino, el palacio del gobernador y el cuadrángulo de monjas en Uxmal, el templo de las siete muñecas y las plataformas de inscripciones en Dzibilchaltun mientras que la amurallada Mayapan presentaba su templo a Kukulkán, el templo de los murales y el observatorio entre otros tantos conjuntos y estructuras en cada una de las ciudades.
Abandonaron la biblioteca cuando los últimos rayos del sol se perdían en el horizonte, consigo llevaban un cuaderno que contenía todo dato que hasta entonces habían obtenido. Por aquellas horas gran mayoría de las clases habían concluido y la universidad se mostraba desierta mientras los tres muchachos volvían al estacionamiento. Mientras Leaf conducía, Argyt aprovechaba para contactar al resto del grupo a través de su móvil, y con un par de mensajes citarlos el día viernes a las cinco de la tarde.
Así como el tiempo no espera a ningún hombre, el viernes se presentó sin mayores sorpresas, con un sol brillante que apartaba toda nube del cielo dejando caer su calcinante abrazo sobre la capital yucateca. Tal y como fue especificado por Argyt, una vez concluidas las clases reunieron a la sombra del roble que crecía en el estacionamiento para definir su siguiente movimiento, todos menos una persona. Ann Kenway se presentó extrañamente tarde para cualquiera que le conociese, llevaba consigo una maleta pequeña. Al verle, fue virtualmente imposible para los jóvenes no preguntar si algo había sucedido.
-No se preocupen, solo que madre tuvo que volver a Rusia por cuestiones familiares, en realidad no me gusta quedarme sola en la casa pero no puedo hacer nada por ello Por cierto ¿Cuál es el plan?- Con aquella expresión siempre alegre y despreocupada, misma que tanto le caracterizaba, Ann ocultaba lo mucho que le había afectado la partida de su único familiar.
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Los ojos del jaguar.
AdventureTras la muerte de sus padres, Leaf Connor, un joven de 19 años se ve obligado a rehacer su vida en Yucatán, un mítico paraje al sureste de México, alguna vez conocido como Mayab. Poco habría de imaginar que aquel viaje de vuelta a su tierra natal...