Capítulo 8

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Al salir de la pirámide los jóvenes por fin pudieron ver con claridad la transformación de su amiga. La armadura del dios del fuego asemejaba la estilizada silueta de un ave con una media capa al hombro cubierta por plumas de brillante color escarlata y un imponente casco que remataba al frente con un pico curvo y filoso. Los ojos de Arzenia también habían cambiado, ahora una serie de marcas oscuras en la iris circundaba sus pupilas mientras su cuerpo era envuelto por una suave y cálida flama que no le consumía.

Absorto en la gloria de la diosa renacida, Leaf explicaba la naturaleza del espíritu acompañante - Me recuerda a K'inich K'ahk'moo', dios guacamaya de fuego, pero éste es diferente, parece más un Ave de rapiña, un Moan- refirió inmediatamente al águila monstruosa de los textos mayas mientras Argyt, unos pasos tras ellos, se soltaba a reír.

-No hablas en serio ¿Una guacamaya? ¿Tu espíritu es un loro?- Las carcajadas del ya único mortal del grupo resonaban en la plaza central del sitio y con más razón, poca atención había prestado a las palabras de su compañero que ahondaban en la naturaleza del way de Arzenia.

-Perfecto, mi espíritu guardián es un pollo- Con desánimo replicaba la diosa a tiempo que desenvainaba la reliquia del antiguo señor elemental- ¿Y para que sirve esta tonta pluma?-

-Es tu arma- Respondió Leaf, tomando su arco a manera de ejemplo- Aparentemente funcionan de la misma manera- regresaba a su forma humana a tiempo que el arco divino volvía de igual manera a su aspecto original.

-Sostén tu pluma y deja que te conceda tu arma- Arzy, siguiendo las intrucciones de su amigo, tomó entre sus manos la reliquia.

La pluma del ave divina escuchó el llamado de su dueña y se cubrió a si misma en una espiral de fuego para develar, ante la impresionada mirada de los muchachos un precioso macuahuitl. Similar en dimensiones a una espada bastarda europea, aquella amenazante arma se presentaba ante ellos como un bastón de madera sólida rodeado por delicadas navajas de cuarzo blanco que formaban un doble filo como si se tratase de una enorme espada aserrada. La plancha de madera de aquel bastón se encontraba grabada con una noble dedicatoria para la diosa renacida en maya antiguo.

"He aquí que ha sido ascendido el hatz'ab de K'inich K'ahk' Moan divino señor que consume la tierra"

-Las armas de nuestras reliquias son un reflejo de nuestro estilo de combate, creo que acertó muy bien con el hats'ab- impresionado Leaf hacia referencia al nombre en maya del macuahuitl.

Arzenia parecía adaptarse bien a su nueva arma, blandiendo el blanco filo de cuarzo se acostumbraba al peso y longitud de tan brutal herramienta.

-Oye Leaf ¿Esto significa que ahora soy mitad pájaro o algo así?- Preguntó mientras ataba el arma a su cintura.

-No lo creo, esta es solo una armadura. En realidad me parece algo exagerado pero nunca está demás llevar algo que impida que te maten- Poco tiempo había pasado desde que tocaron tierra y para su fortuna, ningún guardia les había visto. A pesar de ello Leaf se encontraba vigilante mientras tomaba rumbo hacia el parador turístico.

-¿Y cómo me quito esta cosa?- Mientras caminaban, Arzenia trataba de buscar alguna especie de botón o sierre que le permitiera deshacerse del aquel peto de cuero

-Trata de descansar un poco, estas armaduras reaccionan a la cantidad de energía que liberamos, después de todo son nuestros way-

Haciendo caso a las recomendaciones de su amigo, Arzenia cerró los ojos. Su respiración aún era agitada, mientras trataba de recuperar la calma, podía sentir como cada fibra del traje se desvanecía hasta desaparecer por completo. Al final Arzenia había vuelto a la normalidad y lo que fue en algún momento arma del señor del fuego regresó a la humilde forma de aquella pluma que descansaba fragilmente entre sus manos.

Los ojos del jaguar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora