𝐄𝐗𝐓𝐑𝐀 #1

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Cuando pienso en lo que vivimos hace unos años, todavía me recorre un escalofrío por la espalda. Hay noches en las que el sueño se me escapa, inquieto ante la posibilidad de que algo malo le suceda a mi familia. Sin embargo, son precisamente ellos quienes me devuelven la calma. Ver a mis hijos dormir me recuerda todo lo que hemos superado, y en esos momentos encuentro la fuerza para seguir adelante. A veces, las madrugadas me sorprenden despierto, observándolos, y no me quejo. Tengo cinco razones, cinco seres perfectos, que me han dado un propósito más grande que cualquier miedo.

Mi pequeño Dae, mi niño raro y adorable. Su torpeza y ocurrencias siempre traen luz a los días más grises. Es un alma dulce, siguiendo a sus hermanas en cada aventura y aguantando las pequeñas rivalidades con Sun sin perder nunca esa ternura que lo caracteriza. No importa cuánto crezca, siempre será mi niño, mi pequeño consentido, el que sin esfuerzo me hace reír con solo ser él mismo.

—Te amo, hijito—, susurré, dejando un suave beso en su cabeza desordenada por el sueño. Apenas me alejé cuando dejó escapar un ruidoso gas que me hizo reír en voz baja. ¿Cómo no amarlo? No hay día en que este niño no me saque una sonrisa.

Salí de su cuarto, cerrando la puerta con cuidado, y me dirigí a la habitación de Sun. Mi pequeña, mi princesa. La niña que heredó el carácter fuerte y sarcástico de su madre, esa mezcla perfecta entre dulzura y determinación. Cada día con ella es un desafío, un enigma nuevo que resolver, pero también un recordatorio de cuánto amor cabe en mi corazón. Me pregunto a menudo cómo algo tan pequeño puede ocupar tanto espacio en mi vida.

—Te amo, princesa—, susurré, acariciando suavemente su cabello, justo cuando noté que empezaba a moverse.

—¿Papi? —murmuró adormilada, sus ojos apenas abiertos, pero su curiosidad intacta.

—¿Sí, amor?

—¿Sabías que los pájaros actuales evolucionaron de los dinosaurios? —murmuró con voz suave.

Su observación me arrancó una sonrisa. Era tan Sun: curiosa, siempre lista para compartir algún hecho interesante, incluso medio dormida.

—Oh, ¿de verdad? No lo sabía—, respondí, fingiendo sorpresa.

—Sí... Quizá por eso me gusta el loro de Dae. Creo que ahora se llamará Dino 3.0.

Reprimí una carcajada mientras le daba un último beso en la frente.

—El loro es de ambos, y dejen a ese pobre animal tranquilo. Ahora duerme, cielo—, susurré, viendo cómo su respiración volvía a ser pausada y profunda. Salí de su cuarto, sintiéndome lleno de orgullo y ternura.

Al entrar en nuestra habitación, escuché un leve quejido que provenía de las cunitas. Mis dos pequeñas estaban empezando a despertarse. Me acerqué y vi cómo se movían inquietas, cada una estirando sus pequeños bracitos hacia mí.

—Mis bebés—, murmuré, alzando a Yuna mientras acariciaba la pancita de Haewon. Ambas estaban famélicas, con sus manitas llevadas a la boca como si pudieran devorarse a sí mismas.

—¿Tienen hambre? —pregunté en un susurro, y el silencio solo fue interrumpido por sus pequeños movimientos ansiosos—. Claro que sí... Pero tenemos que ser silenciosas, no queremos que mami se despierte, ¿verdad?

Las coloqué con cuidado en sus cunas y bajé a la cocina. Mientras preparaba los biberones, me invadió una melancolía dulce. Nunca pensé que estaría haciendo esto de nuevo. Después de Sun y Dae, creí que nuestro capítulo como padres de bebés había terminado, pero aquí estaba, preparando biberones para mis dos nuevas razones de ser. Cada una de sus sonrisas, cada balbuceo, cada beso cubierto de babas me recordaba que la vida me había dado un regalo inesperado.

Burning Desire | JJK ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora