El viento soplaba suavemente a través de la ventana entreabierta mientras Misuk miraba el paisaje que se desvanecía a través del retrovisor de su auto. Todos estos meses de observación y paciencia habían llegado a este punto, y hoy finalmente pondría en marcha su plan. Mientras conducía, su mente no podía dejar de repasar cada uno de sus movimientos. "Todo debe salir perfecto", se repetía, como si esas palabras fueran el único amuleto capaz de protegerla de las consecuencias.
Había seguido de cerca la vida de su "hijita". Sabía cada pequeño detalle: a qué escuela asistía, qué almorzaba, con quién jugaba y hasta su tipo de sangre. Era como si la pequeña Sun fuera un tesoro inalcanzable que solo ella podía reclamar. Había intentado llevársela antes, en repetidas ocasiones, pero siempre se encontraba con la misma respuesta de la directora: "Usted no es la señora Jeon."
—¿Cómo no lo soy? —murmuró Misuk, sus dedos apretando el volante con fuerza—. ¡Soy la verdadera señora Jeon! —repitió con furia en su mente, la voz de la directora resonando en su memoria como una burla constante.
Pero esta vez sería diferente. Había descubierto una manera, un camino para hacerse con lo que le pertenecía. Días atrás, había visto al Señor Lee sacar un frasco de su chaqueta y verter el contenido sobre un pañuelo. Lo siguiente que vio fue la imagen de una mujer desplomándose frente a él. Después de eso, no la había vuelto a ver. Era exactamente lo que Misuk necesitaba. Sabía que con ese frasco, podría derribar cualquier obstáculo que se interpusiera entre ella y su hija. El mundo entero parecía conspirar en su favor.
"Lo encontré", pensó con satisfacción mientras guardaba el frasco en su cartera, junto con un pañuelo cuidadosamente doblado. "Es hora."
El trayecto hacia la escuela se le hizo corto, su adrenalina aumentaba con cada kilómetro recorrido. Cuando finalmente llegó, no titubeó ni un segundo. Entró al edificio con la seguridad de quien sabe que todo está bajo control. Cada paso resonaba en el suelo como una afirmación de su poder, mientras sus ojos se enfocaban en un solo objetivo: la oficina de la directora.
—Buenas tardes —dijo, esbozando una sonrisa tan falsa como afilada, al entrar al despacho. La mujer al otro lado del escritorio frunció el ceño al reconocerla, claramente cansada de la presencia de Misuk.
—¿Usted de nuevo? —la voz de la directora destilaba hastío—. Ya me cansé de sus visitas. Esta vez llamaré a los padres de la niña y a la policía. —Estiró la mano hacia el teléfono, pero Misuk fue más rápida, sujetándola del brazo con una fuerza inesperada. —¿Qué está haciendo? ¡Suélteme! —la directora forcejeó, pero Misuk no tenía intenciones de ceder.
—Intenté hacerlo por las buenas, pero no me deja otra opción. —Su voz era fría, como una serpiente deslizándose entre las palabras. En un rápido movimiento, sacó el pañuelo empapado del líquido que había robado y lo presionó con fuerza sobre la nariz y boca de la directora, luchando contra su resistencia hasta que, poco a poco, los movimientos de la mujer comenzaron a debilitarse.
Finalmente, su cuerpo se desplomó en el suelo con un sonido sordo. El silencio que siguió fue ensordecedor, solo roto por la respiración agitada de Misuk.
—Voy por ti, hijita. —murmuró con una sonrisa torcida en los labios, mientras salía del despacho sin voltear a mirar a la mujer inconsciente. Sabía que no tenía mucho tiempo antes de que alguien más se diera cuenta, así que se dirigió con paso firme al aula de Sun. Al llegar, notó que la maestra no estaba presente. Perfecto. Todo estaba saliendo como lo había planeado.
—¡Sun! —gritó suavemente, llamando la atención de la pequeña desde el otro lado del aula. Sun-Hee, inocente y sin conocer el peligro que la rodeaba, corrió hacia Misuk con una sonrisa.
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Burning Desire | JJK ✓
FanfictionEn un mundo donde el amor debería ser libre, el de Jungkook y TN se convierte en algo prohibido, algo que deben ocultar. Una mala jugada del destino los ha convertido en amantes, su amor escondido en las sombras. ¿Podrán resistir los obstáculos que...