。o○ VII ○o。

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Ir a la casa de TN fue, sin duda, la peor decisión que pude haber tomado. Lo supe en el momento en que crucé su puerta, y más aún cuando vi cómo llegaba con otro hombre, sonriendo. Esa escena me hirvió la sangre, como si hubiera sido una traición, aunque sabía perfectamente que yo no tenía derecho a sentirme así. La manera fría e indiferente en la que me trató me destrozó por dentro, pero ¿qué podía esperar? No podía culparla. Hace apenas unos días había roto todos nuestros juramentos, había destruido lo poco que quedaba de lo que éramos. Me doy asco.

Me quedé quieto frente a la puerta, la llave aún en mi mano temblorosa. Quería marcharme, quería correr y no volver a verla nunca más, porque cada segundo que pasaba en su presencia solo me recordaba el enorme error que había cometido. Pero algo más fuerte que yo me obligaba a quedarme, a aferrarme a su recuerdo aunque me estuviera matando lentamente. Finalmente, la dejé ir, y el dolor de haberla perdido, de verdad esta vez, se hizo insoportable.

Salí de su casa como un hombre derrotado, con los hombros caídos, sintiendo que todo a mi alrededor se desmoronaba. La desesperación me inundaba, pero ya no había vuelta atrás. Sabía que la había perdido para siempre. Caminé hasta mi auto y me dejé caer en el asiento, cerrando los ojos mientras sentía cómo el peso de mis errores se cernía sobre mí. Mis dedos temblaban sobre el volante, incapaz de siquiera arrancar el motor.

—Te amo tanto, TN —susurré en la soledad del auto, mi voz temblorosa, rota—. No tienes idea de cuánto maldigo el día en que todo entre nosotros se volvió oscuro. —Las lágrimas empezaron a caer antes de que pudiera detenerlas, nublando mi visión—. Todo esto es mi maldita culpa...

El eco de mis propias palabras me atravesó. Cada lágrima que derramaba era un recordatorio cruel de que la felicidad que había tenido con TN se había esfumado. Sabía que nunca volvería a sentir ese tipo de amor, ese que era tan puro y real. Mi alma gritaba por ella, pero mi mente estaba atrapada en esta vida que yo mismo había elegido.

De repente, escuché una voz que me arrancó de mis pensamientos.

—¡Jungkook, Kookie! ¿Dónde estás? —La voz cantarina de Misuk resonaba por la casa, y sentí cómo mi cuerpo se tensaba al escucharla. No estaba preparado para esto. No ahora.

—Aquí, en el cuarto —contesté con voz baja, mientras intentaba borrar rápidamente las lágrimas de mi rostro. El dolor seguía presente, pero ahora tenía que fingir que todo estaba bien. Prendí mi teléfono y lo sostuve entre mis manos, como si con eso pudiera ignorar la tormenta que se arremolinaba en mi pecho.

Misuk entró en la habitación, con su energía desbordante de siempre, y se sentó a mi lado con una revista en la mano. A diferencia de TN, quien con una simple mirada podía leerme, Misuk no tenía idea de lo que estaba sucediendo dentro de mí. Y, honestamente, tampoco parecía importarle.

—¡Amor, mira esto! —exclamó emocionada, abriendo la revista frente a mí—. Ves esto, ¿verdad?

Con un esfuerzo, levanté la mirada para ver a qué se refería. En la página había una fotografía de una pareja sonriente en la alfombra roja.

—Es una pareja... —respondí sin interés, volviendo la vista a mi teléfono, intentando apartarme emocionalmente de todo lo que estaba ocurriendo.

—¡Exacto, bebé! —dijo con entusiasmo, su tono ligero y despreocupado me resultaba cada vez más insoportable—. Esa podría ser perfectamente nuestra foto el próximo mes. ¿No es genial?

No pude evitar suspirar, sintiéndome cada vez más atrapado.

—Sí, es genial... —dije, sin energía, sin vida.

Misuk, sin embargo, no pareció darse cuenta de mi desinterés. Continuó hablando con emoción, dibujando una imagen de la vida perfecta que ella quería construir.

Burning Desire | JJK ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora