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Misuk caminaba por la habitación como un huracán desatado. Las paredes, los objetos, el aire mismo parecían temblar ante la furia que emanaba de cada uno de sus movimientos. La traición de Jungkook le había desatado una ira que jamás había sentido antes, una furia corrosiva que la quemaba por dentro. Su amor propio herido y su orgullo pisoteado la empujaban a hacer algo que hiciera que él pagara por cada una de sus acciones.

—Me las vas a pagar —susurró al principio, Como si aún no pudiera creer que eso estaba ocurriendo. Pero su voz creció, amplificada por la rabia contenida.—. ¡Me las vas a pagar, maldito traidor! -con un grito, comenzó a tirar sus cosas al suelo, una por una, como si cada objeto que pertenecía a él fuera un insulto que debía destruir–. Tú y esa maldita perra... me las van a pagar! No sabes con quién te metiste, Jeon Jungkook.

Misuk sentía cómo su corazón palpitaba descontrolado, la adrenalina la mantenía firme, su mente giraba en tornoa un único objetivo: venganza. Respiró con fuerza antes de alzar la voz nuevamente, ahora en un grito dirigido al aire.

— ¡Young Mi!

La puerta se abrió tímidamente y la joven sirvienta entró con notorio nerviosismo, como si cada vez que era convocada por Misuk supiera que su paciencia pendía de un hilo.

-¿S-señorita? ¿Qué necesita?

Misuk se giró lentamente, sus ojos brillaban con una intensidad que hizo retroceder a Young Mi.

-Llama a las otras empleadas y saquen todo esto de aquí. -Señaló con desdén las pertenencias de Jungkook esparcidas por el suelo, como si fueran basura.

La joven la miró con algo de confusión, dudando si había entendido bien.

-¿Señorita Misuk? Estas son las cosas del señor Jung...

-iNo me importa si son de él! -interrumpió Misuk con furia, sus ojos encendidos por el desprecio-. ¡Llama a las criadas y saquen todo esto ahora mismo!

Young Mi titubeó, como si quisiera replicar algo, pero la mirada de su patrona la congeló en su lugar.

-iAHORA! -gritó, y la joven salió corriendo, aterrada.

Misuk se permitió una sonrisa satisfecha. No importaba quién fuera, todos debían temerle. Se dirigió al cuarto de limpiezay, con movimientos precisos, sacó una botella de alcohol. Sabía lo que iba a hacer. Sabía que, en cuanto todo estuviera ardiendo, sentiría al menos un resquicio de alivio.

Con la botella en la mano, caminó hacia la cocina y tomó una caja de cerillos antes de salir al patio trasero. Allí estaban las pertenencias de Jungkook, amontonadas en una pila desordenada. La visión de esos objetos, que habían sido parte de su vida, la Ilenó de una oscura satisfacción.

-Perfecto -murmuró con una sonrisa amarga, disfrutando del caos que estaba a punto de desatar. Sin voltear a mirar, dio una orden fría y seca a las empleadas-. Váyanse, no quiero ver a ninguna de ustedes aquí.

Las tres sirvientas, paralizadas por el miedo, obedecieron en silencio y se retiraron. Misuk observó la pila durante unos segundos, como si quisiera saborear el momento antes de destruir todo.

Entonces, lentamente, comenzó a rociar el alcohol sobre las pertenencias de Jungkook, dejando que el líquido impregnara cada prenda, cada objeto. La sensación de control la llenaba de un placer retorcido.

—Esto apenas comienza, Jeon —dijo con voz fría y calculada mientras encendía un cerillo, observando la pequeña llama con una sonrisa torcida—. Querías jugar con fuego... espero que sepas que si juegas con fuego, te puedes quemar.

Con un movimiento casi teatral, arrojó el cerillo encendido a la pila. Las llamas se alzaron rápidamente, consumiendo todo a su paso. Misuk se quedó allí, contemplando el espectáculo del fuego devorando las cosas de Jungkook, como si en esas llamas se extinguiera también la úitima pizca de bondad que le quedaba.

Burning Desire | JJK ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora