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La sala estaba sumida en un silencio incómodo, roto únicamente por la respiración pesada de Jungkook, quien apretaba los labios intentando contener la rabia y el miedo que le devoraban por dentro. Al sentir el frío acero de la mirada de Lee sobre él, supo que no había margen de error; cualquier movimiento en falso pondría en peligro no solo su vida, sino la de su familia.

—Bienvenido, Jeon —dijo Seung con una sonrisa altanera, esa que solo los hombres que disfrutan del dolor ajeno pueden esbozar.

El aire en la habitación parecía volverse más espeso con cada palabra, y el corazón de Jungkook latía desbocado, pero no dejó que el pánico lo dominara. Apretó con fuerza el pequeño cuerpo de su hija entre sus brazos, buscando protegerla con todo lo que le quedaba.

—¿Qué hace usted aquí? —su voz apenas era un susurro, cargado de desesperación—. ¿Dónde están TN y mi hijo?

Seung lo observó con la misma calma sádica con la que un depredador acecha a su presa. La sonrisa en su rostro no se borraba, disfrutando el temor palpable que veía en los ojos de Jungkook.

—Tranquilo, ellos están bien... por ahora —respondió en tono burlón—. Están descansando en su cuarto. No te preocupes, mientras sigas mis órdenes, no les pasará nada —su sonrisa no hacía más que profundizarse, saboreando el poder que ejercía sobre él.

Jungkook sintió cómo un frío gélido le recorría la columna, pero no podía permitirse caer en la desesperación. Cada segundo contaba, y sabía que Lee lo estaba poniendo a prueba, disfrutando de su vulnerabilidad.

—Maldición —gruñó, intentando avanzar hacia el cuarto donde estaban su esposa e hijo. Pero antes de que pudiera dar un paso, Seung fue más rápido, apuntándole con un arma que hasta ahora había mantenido oculta. Jungkook se detuvo en seco, con Sun aferrándose aún más a él.

—Te dije que te calmaras —la voz del hombre se hizo aún más gélida, sus ojos vacíos de cualquier compasión—. Mira, tienes a tu hijita en brazos. No cometas una locura. Yo solo vine a hablar unas cositas contigo... querido yerno.

La palabra "yerno" le supo amarga a Jungkook, quien apretó los puños con repulsión. El miedo que había dominado sus facciones un momento atrás comenzó a desvanecerse, reemplazado por una furia latente.

—Si quieres hablar conmigo, entonces deja a mi familia en paz y arreglémoslo tú y yo —su tono era bajo, cargado de odio, pero firme. Estaba decidido a proteger a los suyos, sin importar el costo.

Seung lo observó con una mezcla de burla y desdén, su risa siendo un eco perverso en la habitación.

—No te preocupes, a ellos no les haré nada... por ahora —hizo una pausa dramática, dejando que sus palabras calaran profundo—. Pero mientras tanto, esta niña me estorba. ¡Rosé!

Los ojos de Jungkook se abrieron con incredulidad. "No puede ser… esto debe ser una broma", pensó, al ver cómo Rosé, descendía lentamente las escaleras con la mirada baja.

—¿Sí, señor? —respondió ella con voz monótona, aunque su mirada se desvió por un segundo hacia Jungkook. Él la miraba con una mezcla de sorpresa y traición, incapaz de procesar que alguien que creía haber conocido fuera parte de este macabro juego.

Rosé suspiró, y continuó con una frialdad que estremecía. —Veo que por fin llegaron.

—Sí —contestó Seung, cortante—. Y ya deja de hablar. No te llamé para eso. Quiero que te lleves a la niña con su hermano y su estúpida madre. Aún tengo cosas que discutir aquí con mi querido yerno.

Rosé asintió ante la orden y comenzó a acercarse a Jungkook, quien sujetaba a Sun con una fuerza que dejaba ver su desesperación. No quería dejarla ir, no cuando cada fibra de su ser le decía que no debía confiar en nadie en esa casa.

Burning Desire | JJK ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora