。o○ XIX ○o。

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—¿Dónde se metió la loca de tu hija? —la voz de Soojin resonó con una frialdad que solo podía ocultarse bajo su sonrisa burlesca.

Levanté la mirada lentamente de mi vaso de whisky, dejando que el silencio se prolongara antes de responder. Sus palabras siempre tenían el don de irritarme, pero esta vez no le daría ese placer tan rápido. Solté una risa baja y sin humor, que apagó de inmediato la sonrisa en el rostro de mi querida esposa.

—¿La loca de mi hija? —repetí con burla—. Por si no lo recuerdas, Soojin, esa niña es hija de los dos. Pero si te interesa tanto saber, no sé dónde está. La última vez que la oí, mencionó algo sobre ir a ver a su hija… o no sé qué tontería.

La vi tensarse, notando el desprecio en su expresión. Era típico de ella, siempre buscando formas de deslindarse de la realidad, especialmente cuando se trataba de responsabilidades que no quería asumir.

—En primera —continuó con veneno—, esa loca no es mi hija. Y… ¿su hija? —soltó una carcajada sarcástica—. Que yo recuerde, ella tuvo un varón, un niño que está a kilómetros de aquí con su padre. Dime, Seung, ¿acaso tu princesita ya se robó a otro niño?

—Vete al diablo, Soojin —respondí, agotado, sintiendo cómo cada palabra suya me arrastraba más hacia el borde de mi paciencia—. No tengo tiempo para escuchar tus estupideces.

Ella se acercó un paso más, siempre dispuesta a provocarme.

—¿Desde cuándo no tienes tiempo para tu querida princesita? —cuestionó con sorna, haciendo un gesto exagerado con las manos—. Ah, claro, desde que se volvió loca, ¿no? ¿O tal vez desde que cometiste el estúpido error de pensar que podrías resolver todo con violencia? —su voz bajó a un susurro cargado de malicia—. Como, por ejemplo, la muerte de Jeon.

Sus palabras eran afiladas, cada una un recordatorio de que Soojin nunca dejaría de envenenar cualquier esperanza de paz que pudiera encontrar en este desastre que había creado. Sí, maté a Jeon, pensé, pero eso no significaba que ella tenía algún derecho a hundirme aún más en este agujero.

—Cariño, creo que el peor error que cometiste en tu vida fue matar a ese viejo drogadicto —su tono se llenó de falsa compasión mientras se acercaba aún más, su mano alcanzando mi corbata y tirando de ella con fuerza para acercarme—. Mírate, Lee Seung. El gran y poderoso Seung, sentado en su oficina, bebiendo hasta el olvido, hecho un miserable. ¿Dónde quedó ese hombre soberbio, manipulador e intocable que conocí? —sus ojos se clavaron en los míos, llenos de desprecio—. Ahora no eres más que basura.

Sentí el calor subir por mi cuello, un fuego furioso ardiendo en mis venas. Me aparté de su toque, dando un paso hacia atrás para contener el impulso de arrancarle la vida en ese mismo momento.

—Vete a la mierda —gruñí, buscando refugio en el fondo de mi vaso.

Soojin soltó una carcajada cruel, disfrutando de mi frustración.

—Con gusto me iré, pero me largo de tu vida y de la vida de la loca de tu hija. Ya no soporto esta existencia miserable que me das —sus ojos centellearon con una ira fría—. Abandoné a mi familia por ti, dejé todo para estar a tu lado, y mírame ahora. ¿Qué he ganado? Nada más que estar encerrada en esta jaula por tus errores. Eres patético, Seung. Un cobarde alcohólico. —Su risa se hizo aún más amarga—. Me das asco. ¿Qué hice mal para que solo los hombres enfermos y viciosos se cruzaran en mi vida?

No podía soportar más. Me levanté de mi silla con furia, cruzando la distancia entre nosotros en un instante. Mis manos se cerraron alrededor de su cuello antes de que pudiera reaccionar, la sorpresa pintándose en su rostro mientras intentaba tomar aire.

Burning Desire | JJK ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora