En un mundo donde el amor debería ser libre, el de Jungkook y TN se convierte en algo prohibido, algo que deben ocultar. Una mala jugada del destino los ha convertido en amantes, su amor escondido en las sombras. ¿Podrán resistir los obstáculos que...
Mis bebés ahora tienen tres años, y cada día me asombra lo rápido que crecen. Aunque los años han pasado y el temor de aquella amenaza se ha desvanecido, el recuerdo de los días oscuros sigue presente. Afortunadamente, la sombra de Misuk y su familia parece haberse alejado, dejándonos finalmente en paz. La muerte del padre de Jungkook fue un golpe devastador, pero, con el tiempo, hemos encontrado maneras de sanar. El amor y el apoyo mutuo que nos hemos brindado han sido el pilar de nuestra recuperación.
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Ahora, al ver a mis pequeños crecer, me doy cuenta de cuánto he llegado a amar esta etapa de nuestras vidas. Sin embargo, el tiempo avanza a pasos agigantados, y me pregunto si algún día podré detenerlo.
—Amor, llegaste —dije con una sonrisa cálida, acercándome a él cuando entró por la puerta. Mi corazón siempre se alegra al verlo después de un largo día.
—Agotador —respondió, dejando escapar un suspiro cansado mientras se dejaba caer en el sofá—. Levantar una empresa no es nada fácil. Lee casi nos deja en la ruina con todas las inversiones inservibles que hizo, pero de a poco voy levantando el legado de mi familia.
—Eres tan dedicado con lo que haces —dije mientras le masajeaba el cuello, dejando un breve beso en su piel—. En estos años has logrado superarte a ti mismo y a tus expectativas. Eso me hace sentir realmente orgullosa de ti.
Él esbozó una sonrisa, aunque en sus ojos aún se notaba un rastro de cansancio y melancolía.
—Ustedes son en gran parte la razón por la que hago todo esto. Y la otra razón son mis padres, que aunque ya no están aquí, quiero que estén orgullosos de mí desde donde estén.
Sus palabras eran un eco de la tristeza que aún cargaba consigo, y me partía el corazón ver cómo el dolor de su pérdida se manifestaba en momentos como este. Pero también sentía un profundo respeto y admiración por su fortaleza y su perseverancia.
—Y lo están, al igual que esos dos niñitos que están escondiditos detrás del sofá —le respondí, señalando a nuestros hijos que, a pesar de sus intentos de esconderse, no podían ocultar las risas contagiosas que escapaban de ellos.
