Capítulo 31: El adiós ~Caminos separados~

768 105 90
                                    

Reigen les pidió a Tome y Serizawa que se marcharan temprano pues atendería a un cliente en privado. Hoyuelo había desaparecido sin avisar.

Se sentó en uno de los sillones y se frotó la barbilla sintiendo deseos de fumar. Respiraba profundamente por la ansiedad de la nicotina y la espera. La puerta se abrió y el corazón golpeó contra su pecho con fuerza al ver al azabache entrando a la oficina. Mob estaba visiblemente nervioso y dudó un momento antes de sentarse en el sofá. El chico asumió su habitual postura tensa, con la mirada en el suelo.

—Mob, ¿cómo has estado?

—Bien—le sonrió nerviosamente.

—Me refiero a lo que sucedió.

Mob bajó de nuevo la vista, ocultándose tras su flequillo.

—Maestro... Yo... Lo siento.

Reigen quedó perplejo.

—¿Por qué te disculpas?

—Porque...—se encogió de hombros—. Porque no fui capaz de continuar con lo que estábamos haciendo—su voz era casi inaudible.

—No, Mob. Las cosas no son así. Tú no tienes la culpa de nada. El único culpable aquí soy yo. Jamás debí atreverme a tocarte...

—Pero, maestro Reigen, usted y yo somos...—se interrumpió a sí mismo.

—¿Qué somos, Mob?

El esper regresó a su posición inicial, guardando silencio.

—¿Le has dicho a alguien sobre esto?

Negó con la cabeza.

—No te voy a decir que no le cuentes a nadie porque estás en todo tu derecho de hacerlo.

—No voy a decirle a nadie, maestro. Es mi mayor secreto—sus mejillas se sonrojaron—. Todo fue bajo mi consentimiento sólo, estaba un poco nervioso...

—Mob, tú no deberías pasar por ese tipo de experiencia a tu edad y menos con un adulto. Has estado bajo mi protección por cuatro años y nunca permitiría que un adulto te pusiera una mano encima y eso me incluye a mí.

—Pero, maestro, usted no me forzó a nada. Yo quería estar con usted...

—Mob, tenías miedo. Lo ví en tus ojos.  Tú mismo me respondiste que no querías continuar.

El azabache abrió la boca, pero no supo qué decir. Apretó los dientes sintiéndose frustrado. Necesitaba convencer a su maestro de alguna manera, hacerle cambiar de opinión y, sin embargo, sólo llegaba a la conclusión de que Reigen tenía razón.

—Lo nuestro es diferente. Ambos sentimos lo mismo.

—Aún así... Es imposible para nosotros. Son catorce años de diferencia, no tenemos mucho en común. Aunque admito que si fueras mayor de edad no me lo pensaría tanto.

—Entiendo que le preocupa ir a prisión, pero le prometo que nunca le diré a nadie lo nuestro.

—No me importaría ir a prisión si es por tí, Mob. Sin embargo, esa no es la verdadera razón. Yo... No quiero convertirme en tu mayor error. No pensamos igual a los quince que a los veintinueve. Puede que a tu edad te parezca genial enamorarte de un adulto, pero para alguien como yo está mal enamorarse de un niño.

—Maestro Reigen, yo ya no soy un niño.

—Pero aún no eres un adulto.

—Maestro, por favor...

—Mob, quiero hacer el amor contigo.

El chico quedó inmóvil, si respirar y con la boca y los ojos muy abiertos. Sintió su piel erizarse bajo el uniforme, al igual que un cosquilleo en el estómago. Su rostro se tornó rojo.

El significado de un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora