Capítulo 19

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Los tres caminaron en silencio hasta la bodega que se situaba bajo la casa. Mateo miraba a sus dos amigos sin saber qué decir. Sabía que le ocultaban algo, pero también era consciente de que si era él quien preguntaba saldría salpicado. Y no quería eso.

—¿Madoc?

La voz de Venus sonaba completamente sorprendida y algo desencajada. No entendía qué hacía él en la bodega de Mateo.

—Hola, enana —respondió él con total naturalidad cogiendo una botella de vino tinto.

—¿Qué hace él aquí? —preguntó Venus sin saber muy bien cómo reaccionar.

Damián desvió la mirada. Si antes estaba incómodo con la situación, ahora ya era por demás. Sabía que entre él y Venus había ocurrido algo y aunque entendía que era algo que debía asumir, no era el momento de enfrentarse a ello.

—Ya que voy a venir a la fiesta, me parece lo mínimo ayudar a prepararla —respondió acercándose a ella—. Además, sabes que soy un experto en eso —añadió guiñándole un ojo.

Venus arrebató la botella de vino de las manos de Madoc y se la entregó a Mateo.

—¿Nos disculpáis un momento? —preguntó con esa sonrisa educada que esconde las enormes ganas de atizar a la otra persona.

No esperó respuesta y cogió al chico de la camiseta y lo arrastró hasta un pasillo algo apartado donde poder hablar alejados de oídos indiscretos.

—¿Se puede saber qué estás haciendo? 

—Ya te lo he dicho, pequeña.

—¡Que no me llames así! —explotó ella—. Madoc, me estás haciendo perder la paciencia.

Él parpadeó algo confuso.

—No pensaba que te molestase tanto mi sorpresa.

No estaba dolido ni nada por el estilo. Tan solo sorprendido.

Venus tragó saliva. No quería decir eso. No del todo, al menos. Y no quería que él se sintiese así, pero no era el momento.

—No es eso. Es solo que has aterrizado como un huracán en mi vida... —trató de explicarle—. Quiero saber a qué has venido.

Él se rio intuyendo por donde iba.

—He venido porque tenía un mes libre y me pareció divertido venir a España y de paso visitarte. Eso es todo, ¿vale? —respondió él abriendo los brazos para ofrecerle un abrazo.

—Te odio, ¿lo sabes? —pronunció ella con voz de niña.

—Soy perfectamente consciente de ello. Me lo has dicho más de un millón de veces —dijo él con tono burlón—. Pero no he venido a complicarte la vida, lo prometo —añadió levantando la mano a modo de promesa y con cara de niño bueno que sabes que ha roto mil platos.

Ella lo miró no del todo segura. Era Madoc. Con él todo era sencillo, pero a la vez se complicaba todo.

—Somo amigos, ¿no?

—Solo amigos —aclaró ella y él se rio.

—Por su puesto. Ya sabes que yo no soy de los que se enamora, pero no te diré que si una noche...

—¡Madoc!

—Solo amigos, solo amigos —rectificó él entre risas al ver su cara.

—Bien.

—Por cierto, necesito saberlo. ¿El chico misterioso está aquí?

La cara de Venus palideció lo que dio una respuesta afirmativa a la pregunta del chico.

—¿No? Joder, necesito saber quién es y decirle un par de cosas a ese niñato.

—Madoc —advirtió ella.

Se estaba metiendo en terreno farragoso. En toda su estancia en Estados Unidos él había insistido en saber quién le había hecho tanto daño, pero ella se había negado por completo. No solo porque conocía a Madoc y sabía era capaz de presentarse en Madrid para enfrentar a Damián, si no por miedo también a que este conociese a su vecino y Madoc le contase algunas cosas.

—A ver, aquí no hay tanta gente. No puede ser muy difícil. Mateo no es... —comenzó a decir inmerso en sus pensamientos—. ¡No!, ¡joder!, ¿en serio?

Venus le miró con los ojos bien abiertos. No podía haber atado cabos tan deprisa. No era la opción lógica. ¿Cómo podía haber llegado a esa conclusión tan rápido?

—¡Qué cabrón! —exclamó algo molesto—. ¿El novio de tu hermana? ¡Joder!, ¿y ella lo sabe?

—¿Qué?, ¿Sergio? —preguntó ella incrédula.

Madoc la conocía más como para pensar que ese chico era su tipo.

—¿No es él? —preguntó él confuso y Venus supo que, sin darse cuenta, Madoc acababa de darle una buena salida.

—Emm, sí, pero no digas nada, por favor, es muy vergonzoso... Él está con Lucía y no quiero que ella sepa nada, por favor —respondió tratando de sonar lo más convincente posible. Aunque, en su opinión, esa historia era de lo más descabellada.

Sin embargo, él pareció creérsela.

—Está bien, pero... ¡Joder!

Apretó los puños tratando de controlar todo ese enfado que inundaba su cuerpo. Había visto a Venus hecha mierda tratando de recomponerse. Y ahora resultaba que el imbécil ese estaba tan contento paseándose por ahí con la hermana de la chica.

—No pasa nada —dijo ella haciéndose la afligida—. Ahora volvamos con el resto, por favor.

¿En serio había colado? Venus seguía sin creerse que él pensase que eso era posible.

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