Capítulo 21

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Venus había pasado toda la noche en vela en busca de una solución para el tema de Damián. Necesitaba saber cómo ayudarle, se lo debía por todas las veces en las que él le había salvado. Además, quería hacerlo, quería que él fuese feliz aunque ya no pudiesen estar juntos.

Mil ideas se habían pasado por su mente. ¿La más evidente? Hablar con su madre acerca de la adopción de Damián. Pero quizá esa era la opción más problemática. Conocía a su madre y cómo era con sus hijos. Seguramente esta se lo tomase como una especie de intento de abandono. Como si Damián quisiese dejarla de lado para irse con sus padres biológicos. Elena era tan dramática a veces... Venus suspiró.

Además, Damián se enfadaría con ella por haber ido con ese tema a Elena a sus espaldas, así que esa idea debía ser descartada. Debería hacerlo por su propia cuenta. No podía ser tan difícil. Tan solo necesitaba saber qué era lo que Damián sabía acerca de sus progenitores.

Había pensado hablarlo con él en el desayuno una vez Lucía se hubiese ido, pero no había sido capaz. No entendía por qué, pero cada vez que lo miraba y abría la boca para hablar se le formaba un nudo en la garganta que impedía que ninguna palabra saliese de ella.

Se había sentido un poco cobarde por no haber sido capaz de sacar el tema, pero no se daría por vencida. Esa tarde hablaría con él y trataría de solucionarlo.

Ahora tenía seis horas por delante de clases para fingir que prestaba atención y mientras tanto buscar las palabras para dirigirse a Damián con un tema tan delicado.

—Espera.

Venus se giró hacia Paula esperando que se tratase de una broma, pero no. La chica quería hablar con ella.

—¿En serio vamos a fingir que tú y yo tenemos algo de lo que hablar? —protestó Venus aburrida.

—Pero es que lo tenemos.

Venus suspiró en medio del pasillo. Por raro que sonase, en esa ocasión deseaba llegar a clase puntual.

—Si es de la querella, dile a tus abogados que se pongan en contacto con los míos —Le dedicó una sonrisa de suficiencia—. Por lo demás, tú y yo no tenemos ningún otro tema más del que hablar.

No tenía el día como para soportar a la trepadora esa.

—Oh, créeme que sí —anunció con un tono que irritó a Venus.

—Bien, acabemos con esto cuanto antes —respondió aburrida.

No pensaba pasarse el día entero perdiendo el tiempo con esa. 

Paula sonrió victoriosa y le enseñó una foto de su móvil.

—Oh, por dios, ¡qué asco! ¿Pero qué clase de degenerada eres tú? —explotó Venus horrorizada—. En serio que tienes un grave problema —añadió tratando de apartar la mirada de la foto de desnudez que Paula le estaba enseñando.

—Sí que es de mal gusto, lo reconozco —admitió divertida—. Pero mírala bien.

Venus levantó la mirada y la observó con cierta desconfianza. ¿Por qué Paula le ensañaba esa clase de foto? No tenía nada en contra de que la gente hiciese lo que quisiese con su cuerpo, ¿pero enseñársela a ella?, ¿por qué?

Volvió un segundo la mirada al móvil. Quizá estaba pasando algún detalle importante inadvertido. Y efectivamente, al mirar la imagen se percató de que esa no podía ser Paula. El cuerpo era más escuálido que el de la chica y tenía bastante pequeñas y suaves pecas que lo recorrían.

Negó con la cabeza. No se lo podía creer.

Trató de recomponerse, no podía dejarse achantar.

—No puedes hacer nada con eso. Pensaba que ya habrías aprendido, pero veo que tu insistencia en cometer ilegalidades es persistente —anunció en tono serio—. Eso es pornografía infantil y quien te la haya pasado ha cometido también el delito de distribución de pornografía infantil.

Sin embargo las palabras no surtieron efecto y Paula no dejó de sonreír.

—Lo sé, me he informado, pero no me importa. Con tu querella me has jodido la vida. No me importa terminar de hundirme —Amplió su sonrisa—. En cambio, ¿qué le pasaría a tu familia? ¿Qué crees que le ocurriría a la pobre Lucía si estas fotos salen a la luz? —provocó tratando de poner tono afligido.

—No serías capaz.

—¡Rétame! —provocó—. ¡Me has jodido tanto la vida que yo ya no puedo perder más! 

Venus tomó aire. ¡Maldita pirada! Pero esa vez no podía hacer nada. No podía dejar que Lucía pasase por eso. Debía serenarse y pensar bien las cosas.

—¿Qué quieres?

—Eso está mejor —Sonrió—. Por supuesto quiero que retires ya mismo la querella. Y también quiero estar dentro.

—¿Dentro?

—Sí, dentro de tu grupito.

Venus negó con la cabeza. ¿Todo eso para ir con ellos de fiesta? Era absurdo.

—¿Por qué quieres estar con gente que no te quiere?

—Porque lo tenéis todo. Porque estar con vosotros significa tener poder, ser respetado. ¡Nadie os dice a nada que no! ¡Sois la maldita élite! —explotó—. Y yo me merezco eso —añadió suavizando la voz y recomponiéndose.

Venus suspiró. Paula no tenía ni idea de lo equivocada que estaba. Pero, en fin, si era lo que debía hacer para salvar a Lucía, estaba dispuesta a ello.

—Como quieras.

Paula sonrió triunfante.

—¿Entonces entiendo que Milán y yo estamos invitados a la fiesta, no?

—Por supuesto —respondió Venus con una falsa sonrisa.

—Oh, genial —exclamó —. Y ahora dame un abrazo y mostremos lo amigas que somos —ordenó abrazándola y provocando que todos las mirasen incrédulos.

Los cuchicheos no se hicieron tardar y enseguida todo el instituto solo hablaba de eso. La reciente e inesperada amistad de las dos chicas. 

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