Capítulo 5

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Venus bajaba las escaleras como si no supiese lo que le esperaba al terminarlas. Se había vestido para la ocasión. Bueno, más o menos. Tampoco quería levantar sospechas. 

Se había ondulado ligeramente las puntas del pelo y se había recogido los primeros mechones del lado izquierdo por el lateral. Nada excesivamente elegante, pero quedaría bien en las fotos. Respecto al vestuario, había optado por un minivestido negro con escote en V y tirantes finos. Todo un clásico. Servía para cualquier ocasión, todo era cuestión de saber con qué combinarlo.

—¡Sorpresa! —gritaron al unísono todos al verla bajar.

Venus se hizo la sorprendida lo mejor que pudo.

—¡No me lo puedo creer! —chilló ella abriendo la boca y llevándose la mano al pecho fingiendo haberse sorprendido.

Hubiese sido más fácil sorprenderse si Damián no le hubiese chafado la sorpresa el día anterior. Aunque, siendo justos, no todo había sido su culpa. Para todos los secretos que guardaban sus seres queridos bajo la cama, la verdad era que no tenían ni idea de cómo organizar una fiesta sorpresa. Había escuchado los cuchicheos de Lucía durante toda la mañana. Sus amigos habían estado ignorando sus mensajes y qué decir de su madre...

Sonrió.

—No hacía falta esto, sois los mejores —expresó abrazando a todos los asistentes.

—Ya lo sabías, ¿no? —preguntó Mateo en un susurro cuando llegó su abrazo. 

Venus se limitó a dedicarle una pequeña risita.

—Bienvenida de nuevo —anunció Lisi haciéndose hueco entre la gente.

—Te he echado de menos —confesó Venus mirando a su amiga quien a simple vista seguía siendo Lisi, pero había algo raro en ella—. Estás preciosa.

Esta soltó un bufido. 

—Se hace lo que se puede —bromeó.

Venus fue a soltar una risa cuando una imagen captó toda su atención. Lucía y Sergio se estaban besando. Parpadeó un par de veces esperando que se tratase de un error de visión a causa del cansancio acumulado, pero no fue así.

Elisabeth enseguida se percató de la imagen que su mejor amiga contemplaba con evidente confusión.

—Llevan un par de meses —explicó tratando de restarle importancia.

Venus volvió a centrarse en Lisi. No entendía por qué nadie se lo había contado.

—¿Y cómo estás?

—¿Yo? Perfectamente. Ya te dije que no había nada serio entre nosotros —respondió la rubia con la mejor de sus sonrisas.

Venus no supo si con esa actuación trataba de convencerla a ella o a sí misma, pero decidió que no era el momento de ahondar en el tema. Lo mejor era dejarlo para un encuentro a solas.

—¿Y cuál es la súper noticia que no podías contarme por el móvil? —preguntó curiosa.

Hacía como una semana, Lisi le había anunciado que algo maravilloso había ocurrido en su vida, pero no se había dignado a señalarle qué era. Decía que era demasiado importante como para hablarlo por teléfono.

—¡Tengo trabajo! —anunció emocionadísima—. Me han cogido de becaria en una revista de moda.

Venus no podía creerse lo que estaba escuchando. La abrazó con fuerza. Sabía lo importante que era eso para su amiga. Durante este tiempo Lisi había madurado bastante. Se había centrado y había decidido coger las riendas de su vida. Ya no sería Mery Elisabeth Esmegraldo. Sería Lisi. No lucharía por conservar un legado familiar que se iba a pique. Montaría su propio imperio.

—¡Felicidades!, ¡es impresionante! —De pronto se quedó en silencio—. Un segundo, ¿no hay que ser periodista para eso? —preguntó algo confusa.

Lisi sonrió. Estaba feliz. Feliz como hacía años que no se sentía.

—Sí, bueno. Les he dicho que el año que viene empezaré la carrera y, bueno, después de hacer varias pruebas y mostrarles algunas cosas, como ya tengo 18 me han dicho que en enero puedo empezar.

—Es magnífico, aunque pensaba que querías estudiar Económicas —comentó.

Necesitaba asegurarse de que Lisi sabía lo que hacía. No podía escoger una carrera solo por unas prácticas en un momento desesperado.

—Sí, lo sé. Esa era mi idea inicial, pero no sé. Cuando pasó todo esto rebusqué dentro de mí y me di cuenta de que esa era la carrera que la Lisi anterior esperaba de mí. No sé, quizá me haya vuelto loca, pero tú también pasaste por diferentes etapas hasta descubrir qué querías ser —dijo entre risas.

—Cierto. Creo que primero quise ser acróbata, luego fue cocinera, domadora de dragones, medium, diseñadora de ropa, dependienta en un tienda de juguetes ...—Comenzó a enumerar.

—¡Y no te olvides de la mejor!, ¡dictadora!

Ambas comenzaron a reírse.

—Cierto, esa fue mi mejor opción, pero mi madre me dijo que, aunque fuese una gran idea, no era viable. Que buscase algo más factible, aunque igual de poderoso —recordó sin dejar de reír.

—¡Y entonces tú decidiste que serías una mujer poderosa!

—¡Y mi madre me dijo que esa tampoco era una profesión!

Ambas prosiguieron riendo mientras disfrutaban de aquel momento recordando su niñez.


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