Capítulo 26

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Venus miró con cierta preocupación como Alejo y Damián se alejaban a solas. No sabía si que esos dos hablasen sin nadie más cerca era algo bueno o malo. ¿Qué era lo que tenían que hablar esos dos? Y, sobre todo, ¿por qué le inquietaba tanto a ella?

—Eh, deja de mirar a tu hermano. Es algo creepy —bromeó Madoc entre risas.

Venus emitió una extraña risa agobiada y trató de dejar de observar a esos dos. Lo que Damián y Alejo tuviesen que hablar no era de su incumbencia. ¡Ja! Eso no se lo creía ni ella. Pero como no podía hacer nada al respecto sin parecer una loca, tuvo que aguantarse y centrar su atención en Mateo, Madoc y Lucía, quienes se metían alegremente en la piscina.

Ella, por su parte, tan solo se sentó en el bordillo.

Entonces, Madoc sintió como el niño pequeño que llevaba dentro se apoderaba de él y agarró sus piernas con fuerza para tirarla dentro del agua.

—¡No! —chilló ella provocando que todos la mirasen—. No voy a meterme en ese agua lleno de... 

No hizo falta terminar la frase. Todos entendían a lo que se estaba refiriendo. Esa era la razón principal por la que ellos jamás se bañaban en la fiesta de la piscina. De hecho, al día siguiente siempre se vaciaba la piscina y se volvía a llenar con agua nueva.

—Venga, que le he puesto un buen filtro —señaló Mateo salpicándole las piernas levemente.

—No —insistió ella—. Es completamente antihigiénico, además de muy desagradable —respondió ella con cara de asco.

—No me seas... Ni que tú no lo hubieses hecho en una piscina... porque te recuerdo que en la mía...

—¡Madoc! —le interrumpió Venus antes de que su vecino dijese algo que la avergonzase en frente de su hermanastra y su mejor amigo.

—¡Joder! —exclamó Lucía alucinada.

—Lo sabía —dijo Mateo triunfante mirando a los dos.

—Oh, no no —se rio el ayudante de profesor —. Era mi piscina, pero el tipo no era yo. Digamos que era un —Se quedó en silencio un segundo—. ¿Cómo lo decís aquí? —preguntó pensativo—. Un pobre desgraciado que no estaba a tu altura. Un error que estaba a mano en ese momento. ¿Se dice así, verdad, Venus? —provocó divertido.

—¡Cállate! Y te recuerdo que ese chico era tu... —Se quedó en silencio. ¿Por qué tenía que dar ella explicaciones de nada?— Solo diré que era una piscina privada en la que solo estábamos él y yo.

—Y yo —señaló Madoc divertido.

—¡Pero a ti nadie te había invitado!

Lucía observaba atentamente esa conversación siguiendo con la cabeza a ambos como si de un partido de tenis se tratase. Le resultaba muy divertido ver a Venus así. Parecía que en Estados Unidos era otra persona. Una persona que seguro que le caía mil veces mejor que esta Venus.

Mateo, por su parte, medio abrazó a Madoc pillándole desprevenido, aunque no le importó.

—¿Dónde has estado tú durante toda mi vida? —preguntó de forma platónica.

—Seguramente en casa de mi vecina —respondió este de forma pícara guiñándole un ojo a Venus.

—Cierto —dijo esta poniendo cara de circunstancia—. A veces pienso que mi padre y Matt lo han adoptado sin decirme nada —bromeó, pero enseguida su cara cambió y se tensó.

No lo había dicho con ninguna intención, le había salido natural. De hecho, Lucía y Madoc reían alegremente, pero Mateo también se había quedado callado mirándola. Ambos agradecían que Damián no estuviese ahí. Podía parecer una auténtica tontería, pero ambos sabían que ese inocente comentario le hubiese hecho daño.

—¿Te imaginas? Tendría su morbo, ¿no crees? —preguntó Madoc acercándose a ella de forma provocativa.

Venus comenzó a toser. Se había atragantado con su propia saliva.

—Eso lo dices porque eres hijo único, ¿verdad?

Madoc se giró hacia Lucía y asintió.

—Pues eso.

—A ver, pero esto es diferente —Se giró hacia Venus—. No es como si te estuviese diciendo tú y Damián.

—Uggg —Lucía no pudo evitar una muesca de asco.

—Vale, entiendo que eso sí que sería repulsivo...

Venus sintió cómo todo su cuerpo se tensaba, quería salir de allí a toda prisa. ¿Cómo había derivado la conversación a ese tema?

—Mejor dejemos el tema —pidió Mateo visiblemente tenso.

—Sí, por favor... Es vomitivo... —Se quejó Lucía—. Me has quitado el hambre para toda la vida —Suspiró—. Menos mal que Damián no estaba aquí.

—Menos mal —respondieron Venus y Mateo al unísono.

Aunque estos dos lo decían por una razón muy diferente a la de Lucía.




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