Capítulo 28

185 20 2
                                    


Venus apenas escuchaba la conversación que animadamente mantenían los de su alrededor. Ella estaba inmersa en sus pensamientos a la vez que miraba de reojo a Damián y Alejo y trataba de descifrar de qué estarían hablando. Sinceramente, se moría por saber de qué conversaban de una manera tan pacífica y tranquila. Eso debería de haberla tranquilizado, ¿no? Se suponía que era mejor que que estuviesen a las greñas todos los días a pleno grito o, peor aún, matándose a golpes. Sin embargo, esa aparente calma no convencía a la chica. Sabía que en un año muchas cosas podían haber cambiado, pero en sus charlas con Alejo jamás había vislumbrado atisbo de un acercamiento entre esos dos.

—¿Venus?

La voz de Madoc sonó como de fondo. Sin suficiente fuerza como para sacarla de sus pensamientos. Sin conseguir que despegase la vista de su objetivo.

—¡McGonagall! —chilló esta vez logrando así captar la atención de todos.

—Perdón —se excusó ella—, tengo que ir un segundo a comprobar... 

No terminó la frase. Conforme iba avanzando en esta su voz se iba debilitando y volviendo más ausente.

—Venus, deja que...

La voz de Mateo se perdió en la lejanía mientras esta caminaba a paso rápido, pero sin parecer desesperada, hasta colocarse junto a la barra.

—Perdón, ¿podrías llevarle dos copas a esos dos chicos de ahí? —preguntó al chico que estaba sirviendo.

Este asintió.

—Y, de paso, ¿podrías contarme de qué hablan? —pidió pestañeando y luciendo su mejor sonrisa.

El chico miró a Alejo y Damián algo confuso.

—No creo que...

—Entiendo que es algo un poco raro, pero es de vida o muerte de verdad, si no no te lo pediría —interrumpió Venus con su carita angelical—. Resulta que esos dos cabrones están chantejando a una amiga con unas cosas muy íntimas y necesitamos tener algo de ventaja —mintió—. Por favor —insistió tratando de hacerse la desvalida, la dama en apuros que lo necesitaba.

Y, como era de esperar, el chico no se negó. No podía rechazar la oportunidad de ser el caballero de brillante armadura de esa preciosa chica.

Venus se mordió el labio inferior sintiendo culpa. Sobre todo por la facilidad que había tenido para engañar a ese desdichado. Desde que había vuelto a Madrid no había hecho más que mentir y cada vez lo hacía con mayor naturalidad y convicción. Casi le daba escalofríos notar como las mentiras se estaban convirtiendo en una parte esencial de su vida. 

—Te mueres por saber de qué están hablando, ¿eh?

La voz de Carlos la sobresaltó, pero también le ayudó a despejar esos pensamientos de su mente y alejar la culpabilidad.

—Se me hace raro —respondió ella tratando de sonar desinteresada.

—A mí también —reconoció él para sorpresa de ella—. Pero, ¿por qué no se lo preguntas a Damián? No creo que él te negase nada.

Damián. Qué raro le había sonado eso. Como si ese chico supiese algo de lo que pasaba... pero eso era imposible.

—Ya, bueno, no estamos en nuestro mejor momento —reconoció Venus con una confianza extraña.

Ellos dos apenas habían cruzado cuatro palabras en toda su vida. Quizá por eso era más fácil hablar con él.

—Aún así. Desde fuera se ve que no hay nada que él no hiciese por ti.

Venus parpadeó confusa. ¿Por qué ese chico parecía conocerlos? Aunque ahí sí que se equivocaba. Damián sí que había cosas que jamás haría por ella, pero eso no iba a explicárselo a él.

—A veces desde fuera las cosas se ven diferentes.

—Y desde dentro no se es objetivo —respondió él dejándola sin palabras.

Se hizo el silencio. No fue un silencio incómodo. Más bien un silencio observador. Ambos se miraron como si se viesen por primera vez. Venus entrecerró los ojos algo confusa y desconfiada a la vez.

—¿Tú no deberías estar en la piscina con Mateo?

Carlos notó a la legua que se trataba de una estrategia a la desesperada para cambiar de tema de conversación, pero prefirió dejar a la chica pensar que lo había conseguido. Tenía cara de necesitar una victoria.

—Se suponía que había venido a la fiesta para eso, pero Mateo no despega sus ojos y manos del nuevo profesor y digamos que me hace sentir bastante incómodo —reconoció.

En su voz no había enfado ni celos. Era pura objetividad. Relataba lo que pasaba como si no le afectase en absoluto que su ligue estuviese tratando de acercarse a otro.

—No se lo tengas en cuenta. Es la novedad. Y Mateo es...

—Así —finalizó Mateo la frase.

Venus trataba de defender a su amigo ante los ojos de Carlos. Sabía que a Mateo le gustaba, pero los sentimientos y él no eran demasiado buenos amigos y no sabía como llevar la situación. Sin embargo, no parecía necesaria esa defensa. Carlos no mostraba ningún tipo de emoción negativa. Incomodidad, quizá, tan solo.

Venus medio sonrió sin saber muy bien qué decir.

—Ve.

—¿Qué? —preguntó ella confusa.

—Que si quieres saber de qué hablan, ve y pregúntaselo a cualquiera de los dos.

En cierto sentido, Carlos tenía razón. Era tan sencillo como eso. Y, aún así, le parecía tan complicado.

—Y tú deberías ir donde Mateo y decirle cómo se siente.

Carlos desvió la mirada y asintió aunque no pensaba hacerlo. Mateo tenía derecho a hacer lo que quisiese. Y si eso era lo que quería, por él bien. No lo retendría, pero el chico tendría que aceptar que a él lo perdería. La vida era cuestión de prioridades, de elecciones y cada cuál debía ser libre para escoger, como así las consecuencias solo serían cosa suya y tendrían que aceptarlas.

Venus se despidió y caminó algo temerosa hacia Alejo y Damián.

—¿Interrumpo?

Los chicos se giraron y negaron con la cabeza.

—No, no, yo ya me iba —se apresuró a responder Damián.

—Espera —pidió ella agarrándole del brazo —. ¿Todo bien?

El asintió.

—Nos vemos en casa —se despidió mientras le daba un beso en la frente.

Venus se llevó la yema de los dedos a dónde él había posado sus labios. Había sido un beso de lo más casto. De ese que se les daba a las hermanas pequeñas. Debía estar contenta, eso era lo que le había pedido a Damián, pero aún así, ese gesto tan simple le había hecho sentir tan miserable.

—Quieres saber de qué hablábamos.

No era una pregunta. Alejo tenía más que claro que la joven había acudido ahí con esa intención.

Ella asintió con la cabeza a la vez que se mordía el labio.

—Me ha dicho que quiere dejar atrás lo del año anterior y que ya ha superado lo vuestro.

Bueno, eso exactamente no era lo que Damián había dicho, pero Alejo pensó que podía tomarse la libertad de reinterpretar sus palabras y dársela a Afrodita de la manera que, según él, mejor le vendrían a ella.

ArriésgateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora