Una vez hechos los saludos, Venus optó por irse a dormir. Se sentía agotada, aunque sabía que su mente no le dejaría dormir en toda la noche. Se mantendría activa imaginándose mil situaciones sobre el mismo tema. Analizaría las mil posibilidades de conversaciones con Damián para que finalmente llegase a la misma conclusión que había llegado en Estados Unidos y comprender que debía terminar con esa absurdez.
—Venus —llamó Damián interponiéndose entre ella y su cuarto.
La chica sintió cómo un escalofrío recurría todo su cuerpo al escuchar su nombre con la voz de él. Apretó los dientes. No quería venirse abajo. No quería tener la conversación en ese momento en el que sentía los sentimientos a punto de desbordarla.
Había mantenido esas sensaciones a raya durante mucho tiempo, pero volver a verlo había vuelto todo muy real. Necesitaba un día para recomponerse. Para reafirmarse y no caer.
No estaba preparada para hablar con él en ese momento, pero no le quedaba otra opción. No podía demostrárselo.
—Dime —respondió ella tratando de que no se notaba lo mucho que se estaba esforzando por mantenerse neutra.
Damián la miró y se pasó la mano por la nuca. Estaba nervioso.
—Yo... —desvió la mirada. Parecía que no sabía muy bien cómo hacer que las palabras saliesen de su boca—. Esto... Bueno, que mañana te han preparado una fiesta sorpresa.
Venus asimiló las palabras poco a poco. No era la conversación que esperaba tener. Llevaba todo el año imaginándose el momento en el que Damián acudía a ella y le pedía perdón. Le pedía volver a estar juntos. Ella había ensayado mil formas en las que de forma madura le respondía que ya no podía ser.
Sin embargo ahí estaban los dos frente a frente y no eran esas palabras que salían de su boca. Quizá el chico no se arrepentía de su decisión y ella había estado dándole vueltas a un imposible. Se sentía algo ridícula.
—Y si es sorpresa me lo cuentas porque... —inquirió ella arqueando la ceja algo confusa.
Damián carraspeó.
—Bueno, porque me han invitado, ya sabes... pero no quiero hacerte sentir incómoda. Así que si quieres que ponga una excusa y no vaya... —comenzó él con la esperanza de que ella le dije que no.
Que quería que él estuviese ahí. Que quería tenerle siempre cerca. Que nada habían cambiado entre ellos en ese año. Aunque sabía que Venus no reaccionaría así. Había algo diferente en ella.
Venus meditó las palabras. Deseó decirle que sí, que se fuese. Todo sería mucho más sencillo sin él, pero debía ser práctica. Damián era su hermanastro, convivía con él. Tendría que acostumbrarse a hacer su vida sin él, aunque lo viese en todos los lados.
Negó con la cabeza.
—No. Eres mi hermano y has de estar ahí, como todos.
Las palabras salieron de su boca con rudeza. Como cuchillos afilados que dañaban al emisor al salir y se clavaban en el receptor desangrándole por dentro.
"Mi hermano". "Como todos". Los ojos de Damián parecieron ensombrecerse. Le había llamado hermano. Nunca hacía eso porque no se consideraban como tal. Solo utilizaba ese término cuando estaba enfadada o celosa.
La miró. No parecía enfadada y, sin duda, celosa no estaba.
Tragó saliva como si con ella pudiese irse todo su dolor. Ahora tan solo era uno más. "Como todos" le había dicho. ¿Cuándo ellos habían sido "como todos" para el otro?
Se esforzó por sonreír para que Venus no fuese consciente del daño que le estaba haciendo con sus palabras. Al fin y al cabo sabía que se lo merecía, que él lo había provocado cuando la dejó plantada en ese aeropuerto. Por tanto, no tenía ningún derecho a reclamarle nada. Pero aún así dolía.
—Está bien, allí estaré —dijo en un tono que Venus no fue capaz de descifrar.
Llamarle hermano había sido lo más duro y devastador que había hecho en su vida. Una cosa era decírselo al resto, pero ¿a él? Sin embargo, sabía que era lo correcto. Así lo alejaría de ella para siempre y no podría volver caer en la tentación que él le provocaba.
Se suponía que ya lo había superado. Que Damián era un vago recuerdo. Entonces, ¿por qué dolía tanto? ¿por qué ya no parecía un recuerdo? Sabía la respuesta, pero jamás la admitiría. Ni siquiera para sí misma.
—Fingiré sorprenderme —dijo Venus con una risita nerviosa a la que él correspondió con una sonrisa.
Esa era la forma de Venus de levantar una pared. Si sonreías era porque todo iba bien, ¿no? O al menos eso era lo que le dabas a entender al resto, aunque por dentro estuvieses hecha mierda.
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Arriésgate
Teen FictionCONTINUACIÓN DE MÍRAME Ha pasado casi un año desde que Venus partió de España rumbo a Estados Unidos. Durante este tiempo, la joven ha luchado por descubrir quién es realmente, pero si creía que Elena le permitiría que lo siguiese haciendo lejos de...