Venus y Madoc caminaron juntos hasta la zona de las hamacas donde el resto pasaba el tiempo sin demasiado alboroto.
Damián estaba tumbado boca a bajo y Lucía sostenía un bote de crema de protección solar con demasiada desgana. Sentimiento que cambió en cuanto vio a Venus y se tornó en felicidad y alivio.
—¡Qué bien que estás aquí!
Venus la observó con cierta desconfianza.
—Toma, esto es cosa tuya —añadió entregándole el bote de crema sola antes de Venus pudiese decir nada y separándose de Damián.
—Vaya, no sabía que te gustase tanto dar crema —comentó Madoc divertido guiñandole un ojo y Venus no supo que responder.
Tan solo miró la crema y de nuevo a Damián, quien parecía bastante incómodo.
Era cierto que era ella quien siempre le extendía la crema al chico, pero no por los motivos que la mayoría pensaban. Tan solo era la excusa perfecta para tocarse sin que nadie pusiese atención en ellos. De acariciar sus cuerpos en frente de todos sin miedo.
—Oh, no —señaló Lucía—. Venus odia dar crema a la gente, dice que es pringoso y algo que cada uno debe hacer por su cuenta —dijo recordando las caras que su hermanastra solía poner cuando alguien se lo pedía—. Incluso si es en la espalda, no llegas de ninguna manera y no hay nadie conocido cerca que te pueda echar una mano —se quejó—. Ella nunca se ofrece. ¿Cómo habría de hacerlo? Ya sabes, es una acción demasiado mundanas como para que su majestad tenga que rebajarse a hacerla —añadió en un tono que era mezcla de queja y mezcla de burla.
En un pasado Venus la hubiese mirado con desprecio, con cierta superioridad mezclada con desgana, pero ahora sabía que, en el fondo, había cariño en sus palabras.
—Eso ya me pega más de la Venus que conozco—dijo Madoc entre risas—. O sea que solo lo haces por putearla un poco.
Lucía negó con la cabeza.
—No, es que desde niños Damián odiaba darse crema y solo se la ponía si era Venus quien se la extendía —explicó sin darle demasiada importancia—. Se negaba por completo a dársela o a dejar que alguien se la diese. Era un verdadero grano en el culo. Eso sí, si se quemaba nunca se quejaba después —reconoció poniendo cara pensativa y antes de que empezasen a contar historias del pasado que ningún bien harían a ninguno, Damián se levantó y cogió el bote.
—Bueno, pero ya no somos niños.
—Pues yo no me negaré a un buen masaje —provocó Madoc tumbándose boca abajo en una de las hamacas libres.
—Ni lo sueñes —respondió esta con una pequeña risita burlona, pero sin dejar de mirar a Damián.
Se le notaba tenso. Y Venus entendía que la presencia de Madoc no fuese agradable para él. Pero si tanto iba proclamando a los cuatro vientos que ya la había superado, ¿qué más le daba? Se mordió el labio inferior tratando de controlarse. Quiso provocarlo. Coger la crema y extenderla sensualmente por el tonificado cuerpo del norteamericano y comprobar si de verdad Damián había superado lo suyo. Pero una vocecilla en su interior le decía que no lo hiciese, que no era el momento. Que, lo hubiese superado o no, Damián tenía cosas más importantes en ese momento de las que preocuparse. Que no era justo para ninguno de los dos. Y, por primera vez en su vida, decidió hacer caso a esa vocecilla.
—Vengaaa —suplicó Madoc tratando de sonar inocente, algo que no quedaba para nada creíble.
—¡Si ni siquiera hay sol! —respondió ella señalando el cielo.
—Venga, que yo me sacrifico —se ofreció Mateo—. Tú se la das a Damián y yo soy servicial con el pobre nuevo.
¿Servicial? ¿Es que acaso Mateo sabía el significado de esa palabra? Y, ¿enserio el "pobre nuevo"? Venus no recordaba que su mejor amigo se hubiese preocupado nunca por el bienestar de los nuevos, ni mucho menos. ¡Pero si ni siquiera se esforzaba en aprenderse los nombres de los tíos a los que se tiraba! Así que muchísimo menos se preocupaba de los nuevos.
—Damián, ¿podemos hablar?
La voz de Milán los sacó a todos de esa situación tan estúpida. Y, aunque, Damián no tenía para nada ganas de hablar con ese tipejo al que alguna vez había considerado su amigo, supo que era la manera más fácil de zafarse de ese encuentro tan incómodo. Así que no lo pensó, se levantó y caminó con él hasta alejarse del resto.
Venus miró a Lisi con cierta preocupación. Sabía que haber vuelto a meter a Milán y a Paula en el grupo no era la mejor idea y que podía dañarla, pero ¿qué más podía hacer? Debía proteger a Lucía. Las fotos la destruirían.
—¿Y estas son las fiestas épicas de las que todos hablaban? —preguntó Lucía aburrida entre bostezos.
Mateo resopló indignado.
—Sí, se supone que son salvajes e incontrolables, pero resulta que este año parece que todos se están esforzando por dejarme mal y ser unos muermos —se quejó.
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Arriésgate
Teen FictionCONTINUACIÓN DE MÍRAME Ha pasado casi un año desde que Venus partió de España rumbo a Estados Unidos. Durante este tiempo, la joven ha luchado por descubrir quién es realmente, pero si creía que Elena le permitiría que lo siguiese haciendo lejos de...