Capítulo 27

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Alejo miraba aburrido a Damián a la espera de que este dijese algo, pero parecía que el joven no terminaba de arrancar, así que este decidió tomar la iniciativa.

—Mira, creo que ya te he servido de excusa para salir de ahí. Así que ahora tenemos dos opciones: fingir que tenemos una conversación que ninguno de los dos quiere tener o ir a la barra y cada uno por su lado —ofreció Alejo dejando claro que la segunda opción era la que más le gustaba.

—No, no —negó Damián—. En verdad quiero hablar contigo.

Alejo suspiró.

—Sea lo que sea, paso. En serio, no voy a discutir de nuevo contigo por lo que sea que haya hecho con Venus o tú creas que haya hecho —adelantó algo molesto —. Te aseguro que...

—No, no es eso —interrumpió Damián antes de que el chico terminase de lanzarle un discurso que poco le interesaba.

—¿Entonces?

El tono de Alejo había cambiado. Empezaba a tener curiosidad por lo que el joven tenía que decirle.

—Quiero disculparme.

—¡Joder eso sí que no me lo esperaba!

La expresión salió de su boca de forma demasiado natural como para controlarla y enseguida vio que a Damián no le había hecho demasiada gracia.

—Olvídalo.

—No, no —se disculpó Alejo—. Es solo que no sabía que esa palabra estaba incluida en vuestro vocabulario. Pensaba que no conocíais su existencia —bromeó tratando de quitarle hierro al asunto.

Damián cogió aire de forma lenta. Y ahí estaba una de las muchas razones por la cual no soportaba a ese tipejo. 

—Mira, el año pasado me comporte como un cretino contigo y quería disculparme —reconoció—. No fue personal, aunque entiendo que lo tomases así. Me puse a la defensiva al sentir que podía perder a la persona a la que más he querido en mi vida. Pero no fue tu culpa, no era por ti. Pudiste ser tú o cualquier otra persona. Simplemente estabas ahí en el momento indicado y ya está. Digamos que volqué en ti todo lo que no era capaz de exteriorizar de otra manera. Era más fácil pensar que tú te habías entrometido entre nosotros dos que aceptar nuestros propios problemas.

Alejo prefirió omitir la repugnancia que le provocaba que Damián reconociese que quería a Venus y se centró en la disculpa. La peor disculpa que había escuchado en su vida. Pero bueno, el chico lo estaba intentando y se notaba que no era algo que estuviese demasiado acostumbrado a hacer.

—Está bien. Tampoco es que yo fuese demasiado amigable contigo —aceptó Alejo—. La verdad es que me gustaba joderte y poder demostrarte que no eras mejor que yo —se rio—. Aunque al final ganaste tú y supongo que por eso estás aquí. Porque ya no me ves como competencia —añadió desviando la mirada hacia el suelo.

—¿Que gané yo? —preguntó Damián algo confuso.

—Sí, Venus te eligió.

Fue difícil para Alejo pronunciar esas palabras. Pero bueno, llegados a ese punto ya no hacía falta guardarse nada.

—De verdad crees que gané yo...

No era una pregunta, más bien un pensamiento dicho en voz alta. Damián no se sentía para nada un ganador. Más bien lo había perdido todo.

—Venga ya, ¡no me jodas! No te hagas el pobrecito conmigo. Ella te escribió, si tú no apareciste es porque eres imbécil —explotó—. Ella te escogió y tú no estuviste a la altura —Negó con la cabeza—. ¿Sabes lo que hubiese dado yo por que ese mensaje hubiese sido para mí?

Y eso último lo dijo casi sin darse cuenta. Alejo jamás lo había admitido en voz alta. Nunca había reconocido lo mucho que había sufrido al saber que Venus no lo había escogido a él. Que había preferido su relación antinatural con Damián...

Damián no supo qué decir.

—No es todo tan fácil.

—¡Claro que no! ¿Y qué? —le preguntó algo molesto—. Lo que no entiendo es que si no estás dispuesto a luchar por ella, ¿por qué no la dejas ser feliz?, ¿por qué no le das una maldita oportunidad de encontrar la felicidad por su cuenta?

Damián cerró los ojos un instante.

—Eso estoy haciendo —reconoció para sorpresa de Alejo.

—En serio, tío, eres imbécil y en algún momento te darás cuenta.

—Mira, yo solo quería disculparme y darte las gracias por no haber dicho nada —dijo Damián para finalizar la conversación.

En verdad, después de lo sucedido en su casa el año pasado, había temido que Alejo proclamase a los cuatro vientos lo que ocurría entre los hermanos para vengarse de ellos. Eso les hubiese destruido la vida a ambos. Y, aún con el dolor que el chico debía sentir, había mantenido la boca cerrada y les había guardado ese enorme y pesado secreto.

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