Capítulo 22

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Venus estaba asqueada. Y no era por el montón de murmullos acerca de su sorprendente nueva amistad con Paula que había tenía que soportar durante las seis horas de clase. Tampoco por los reclamos de todos sus amigos por haber "cedido". Estos no entendían qué había pasado para que Venus invitase a la rubia esa a la fiesta, ni para que aparentemente la incluyese en sus planes. Estaban atónitos ante esa situación y le habían pedido una buena explicación. Al fin y al cabo Milán y ella les habían declarado la guerra a todos y no era justo que Venus decidiese ella sola una tregua o una firma de paz. Para su sorpresa, Lisi había sido la única que no había pronunciado palabra alguna. Ni buena, ni mala. Lisi había seguido a lo suyo como si nada. Bueno, Damián tampoco le había dicho nada, pero eso seguramente se debiese a que ya tenía bastante con lo suyo.

Pero eso no era lo que mantenía a si a Venus. Ella estaba más que acostumbrada a que la mirasen, hablasen de ella e incluso la juzgasen todo el tiempo.

Lo que mantenía en ese estado a Venus era las ganas de chillarle a Lucía. De preguntarle quién era el maldito desgraciado al que le había mandado esa foto. Necesitaba saber quién había sido capaz de un acto tan vil, ruin y miserable.

La verdad era que Venus tenía sus sospechas. Claro que las tenía. Las tenía desde hacía un tiempo ya. Pero no podía arriesgarse y fallar. Si no estaba en lo cierto y revelaba esa información a quien no debía, tan solo hundiría la vida de su hermanastra. Por eso se sentía impotente, y esa situación no le gustaba nada.

Si la foto hubiese sido suya seguramente otro gallo hubiese cantado. Venus sentía que era más fuerte frente a la crítica social. Y precisamente por eso, estaba segura de que Paula en vez de ir a por ella, en esa ocasión había decidido ir a por el eslabón más débil de la familia, Lucía. La joven de cabello cobrizo iba de chica dura y rebelde, pero en el fondo era muy insegura. Un escándalo así la destruiría y Venus no podía permitirlo. 

Además que tal y como estaban las cosas, su madre y Jorge eran capaces de enviarla a un internado a vete tú a saber dónde fuera de España hasta que se calmasen las aguas. Es decir, hasta que Lucía terminase sus estudios.

Entre una cosa y otra ya había llegado a su destino. Llamó a la puerta de la casa de Adhara. Esperaba encontrarla ahí, aunque no las tenía todas consigo. Su amiga seguía sin responderle a los mensajes.

—Venus —pronunció la madre de Adhara sorprendida.

—¿Está Adhara?

La señora miró hacia atrás algo nerviosa.

—Verás... No es un buen momento...

Venus no pensaba darse por vencida tan fácil. Sabía cuál era el trabajo de la madre de Adhara y entendía que quizá le había pillado con un cliente. La confidencialidad era clave en ese sector. Lo entendía.

—Puedo esperar aquí y que salga ella.

La madre torció la boca y volvió a mirar hacia atrás. Parecía angustiada.

—Ábrele —Se escuchó la voz ronca y algo cansada voz de Adhara.

Venus miró a su amiga. Estaba echa unos zorros. Tenía el pelo enredado y el maquillaje corrido. Su pintalabios morado se había desparramado hasta casi su barbilla y su nariz. Y sus mejillas estaban manchadas del negro del rímel.

—¿Qué quieres? —preguntó tambaleándose hasta llegar a la puerta.

—¿Estás borracha?

—Oh, venga Venus, conmigo no te hagas la mojigata. Como si tu no bebieses.

—No a estas horas y entre semana —respondió aún sin dar crédito a lo que estaba haciendo—. ¿Con quién has estado?

¿Qué le había pasado en todo ese tiempo? Adhara siempre había sido fiestera, eso lo sabía. Pero no era de semejantes excesos.

—Su majestad no se junta con ese tipo de plebe —respondió burlona.

—¡Adhara! —regañó su madre ante tal falta de respeto.

—Oh, madre, tú no tienes autoridad moral para decirme nada —dijo sacando todo el veneno posible.

Se notaba que estaba realmente pasada de copas. Apenas se mantenía en pie y aún así se esforzaba por hacer los comentarios más hirientes que podía.

—¿Pero tú de qué vas? —explotó Venus.

—Si tienes algo que decir dilo —pidió la madre de Adhara—. Pero ni pienses por un segundo que vas a lograr que me avergüence ni un poquito de lo que he hecho para sacarte adelante. Si no fuese por mi trabajo tú no tendrías ni tus caprichos ni una buena educación que te garantizase un futuro libre. Un futuro en el que puedas ser lo que tú decidas y no lo que el resto te imponga. Así que ni creas que vas a hacer que me avergüence de ello —recalcó.

Adhara rodó los ojos como si esas palabras no hubiesen surtido ningún efecto en ella.

—Adhara, yo no sé qué te pasa, pero esta no eres tú.

La joven se giró hacia Venus y se rio.

—¿Y tú qué sabes quién soy yo? Ni que te hubieses esforzado nunca en conocerme. Lo nuestro siempre giró en torno a ti.

Esas palabras dolieron profundamente a la chica. No eran justas. Sabía que no había sido así. Era consciente de que Adhara tan solo estaba siendo cruel, pero había surtido efecto.

—Muy bien, echa tu vida a perder; aleja a las personas que te queremos; y disfruta —respondió Venus dolida a modo de despedida.

La madre de Adhara miró a su hija decepcionada mientras la única persona que había aparecido en esa casa para preguntar por ella desaparecía por la calle.


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