Capítulo 15

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Venus no estaba segura de cómo se sentía en ese momento. ¿Enfadada?, ¿divertida?, ¿avergonzada?... Quizá, la mejor palabra para definir lo que estaba sintiendo en ese preciso instante era expuesta. Sí, se sentía desnuda frente al resto.

Siempre había mantenido sus dos vidas separadas y ese día habían colisionado ambas sin piedad. No es que hubiese que lamentar ningún tipo de daños. Todos habían amado a Madoc. Y Madoc había disfrutado de cómo lo habían adorado el resto. Así que se podía decir que todo había ido bien, ¿no?

Entonces, ¿por qué se sentía tan vulnerable? Suspiró mientras andaba en solitario camino de la casa de Adhara. Sabía perfectamente por qué se sentía así. Por el miedo a que toda la verdad se conociese. Por temor a que Madoc lo contase todo o por que Lisi, Mateo o incluso Damián le confesase lo ocurrido en España a su vecino. Todo se complicaría en exceso si los secretos de una de sus vidas llegasen a la otra.

Apresuró su paso. Sabía que en el fondo podía estar tranquila. Nadie traicionaría sus secretos.

Madoc era vacilón, sin duda, pero nunca haría nada para dañarla. Al menos no lo haría a propósito. Pero, ¿y si se le escapaba algo de más?

No podía pensar en eso. No podía pasarse un mes con miedo constante. Con la angustia eterna de que algo saliese a la luz. Debía confiar en que, pasase lo que pasase, todo estaría bien.

Casi sin darse cuenta, Venus ya había llegado a la casa de Adhara. Se sabía la dirección de memoria, su amiga le había obligado a recordarla por si ocurría alguna emergencia; sin embargo, jamás había pisado esa casa.

Llamó al timbre y la madre de Adhara le abrió la puerta con tan solo un salto de cama de seda color nude. Venus parpadeó varias veces. No estaba habituada a ese tipo de recibimientos.

—¡Venus, qué alegría! Adhara no está, pero puedes esperarla en su cuarto —animó la madre con una efusividad y un cariño que la joven no entendió.

¿Por qué sabía quién era y la trataba de una manera tan familiar si ellas jamás habían coincidido? La morena esbozó una amable sonrisa y siguió a la mujer hasta el cuarto.

Había que reconocer que la madre de Adhara era toda una belleza y, a diferencia de su hija, sabía sacarse el mayor partido posible.

—No creo que tarde mucho, pero, por si acaso, ¿quieres tomar algo mientras tanto?

—No, no, gracias —se apresuró a responder Venus a la vez que entraba en la habitación.

Le sorprendió el desorden. Todo estaba patas arriba. Apenas podía ver el suelo con tanta ropa y papeles tirados por ahí. Apartó un poco las cosas de encima de la cama y se sentó mientras escribía un mensaje a Adhara para informarle de que estaba en su casa.

Pasaron los minutos y Venus no se caracterizaba precisamente por su paciencia. Así que se levantó y empezó a examinar la habitación hasta que llegó a algo que llamó su atención. Un mural de fotos de la pared. Un mural repleto de imágenes de ellas dos. Sonrió. Eran fotos que la chica había sacado en sus charlas de baño. Venus siempre se reía y hacía el tonto pensando que luego Adhara las borraría. Nunca pensó que estarían allí, decorando su cuarto de una forma tan íntima.

Pasó la yema de sus dedos por las fotos recordando cada instante de felicidad que habían vivido sin ser conscientes de ello. 

La puerta se abrió y Venus dio un salto hacia atrás sorprendida.

—Lo siento, no quería asustarte —se disculpó la madre entrando en la habitación y mirando disgustada todo el desastre—. Y siento como está todo. No suele estar así... —Después se percató de las fotos que Venus estaba mirando—. Son bonitas, ¿verdad? Adhara solía pasarse los días mirándolas —Sonrió—. Me alegro de que estés en su vida. 

Esas palabras sorprendieron a la joven. No estaba muy segura de que ella supiese de qué forma estaba en su vida. 

—Yo... —No sabía muy bien qué decir—. Yo soy la que tiene suerte de tenerla.

Las palabras salieron sin más. Era cierto. Siempre se había sentido así.

La madre de la joven sonrió.

—Es bonito tener a alguien que se preocupa tanto. En la vida hay pocas personas que siempre estarán contigo y que te harán sonreír. Y, por desgracia, es demasiado fácil perderlas. No dejes que eso suceda. Habrá momentos malos y difíciles, pero no permitas que estropeen esos lazos. Lucha por ellos siempre.

Venus la miró sin poder decir nada. 

—Perdón, no quiero ser intensa. Es solo que cuando eres mayor te arrepientes de no haber luchado, de haberte rendido por miedo. Y no quiero que eso os pase.

Venus asintió con la cabeza.

—Bueno, te dejo. A ver si Adhara llega pronto.

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